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Delincuentes confesos y mentirosos acreditados
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Javier Caraballo

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Delincuentes confesos y mentirosos acreditados

Si se trata de inclinarse por quién miente menos, es preferible hacerlo por aquel que se está inmolando

Foto: El empresario Víctor de Aldama sale del Tribunal Supremo. (Europa Press/A. Pérez Meca)
El empresario Víctor de Aldama sale del Tribunal Supremo. (Europa Press/A. Pérez Meca)
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Víctor de Aldama o Pedro Sánchez. La tesitura en la que nos han colocado a todos, 10 meses después de que estallara el caso Koldo, consiste en tener que elegir quién nos está engañando. Para un caso de corrupción de investigación tan reciente, quizá se trata de un debate precipitado, en el que no deberíamos pronunciarnos jamás sin concederle un amplio espacio a la duda y, sobre todo, a la presunción de inocencia, pero con lo que sí contamos ya es con suficientes elementos para ratificar o permitirnos dudar de algunas afirmaciones. Es lo que haremos, a partir de la reconstrucción escueta de lo sucedido.

El debate, como tantos otros, surge a partir de la estrategia de descrédito difundida por el Partido Socialista, el Gobierno y los distintos replicantes de sus tesis. Dice así: “La estrategia de Víctor de Aldama es bastante evidente, no nos puede sorprender, porque muchos delincuentes confesos utilizan este tipo de estrategias de reconocer sus delitos e intentar ensuciar a otras personas, y nadie les da credibilidad alguna. Reconoce todos los delitos y acusa sin pruebas a personas del Partido Socialista. Ha dicho que es colaborador del MI6 británico y de la CIA y le ha faltado decir ser agente de la TIA. Menuda inventada; la estrategia de defensa de este personaje es la mentira ". ¿Y cuál es, exactamente, la historia que se habría inventado el tipo al que la Guardia Civil califica como ‘nexo corruptor’ de la trama? Veamos.

Si unimos lo que conocemos de las declaraciones de Víctor de Aldama ante el juez y ante la Fiscalía Anticorrupción con lo que ha expuesto en las dos entrevistas de prensa concedidas (a la Carlos Herrera en la Cope y a la radio colombiana La W, perteneciente al Grupo Prisa), este es el relato de lo sucedido. José Luis Ábalos y su ayudante Koldo García establecen contacto con Víctor de Aldama al poco de llegar al Gobierno, en agosto de 2018, dos meses después de que triunfara la moción de censura contra Mariano Rajoy. Ya en esa primera conversación, Aldama le expone la posibilidad de colaborar juntos, gracias a su amplia red de contactos en España y en Sudamérica, y para demostrarlo les organiza un viaje a México.

El entonces ministro de Fomento debe quedar impresionado por la destreza de Víctor de Aldama y, al regreso del viaje, en febrero de 2019, es Pedro Sánchez quien quiere conocerlo. José Luis Ábalos le pide que lo acompañe a un acto del PSOE en el que participaba Sánchez y ahí es donde el presidente socialista se dirige a Aldama en términos elogiosos: "Gracias por lo que estás haciendo. Me tienen informado", dice Pedro Sánchez que, por aquella época, hablaba constantemente por teléfono con su ‘número dos’ en el partido, José Luis Ábalos. El siguiente encargo a Aldama es para estrechar las relaciones de España con Venezuela, primero con Juan Guaidó y, posteriormente, con Nicolás Maduro. A finales de 2019, los días 9 y 13 de noviembre, es cuando Víctor Aldama conoce a Begoña Gómez. El encuentro tiene lugar en San Petersburgo entre la esposa del presidente del Gobierno, el CEO de Globalia, Javier Hidalgo, al que conocía de antes, y el propio Aldama. Los tres se quedan charlando de distintos temas, distendidamente. “Nos quedamos a solas, los tres, en la terraza del hotel de San Petersburgo”.

Foto: Sánchez y Begoña Gómez en Brasil. (Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

Las reuniones continúan luego en España para hablar de negocios varios, aunque muchos no se concretan por la pandemia que estaba por llegar en marzo de 2020 y que llevaría a la compañía Globalia a pedir un rescate, en forma de préstamos, de 615 millones de euros. Antes que eso, en 2020, Aldama también está presente, junto a José Luis Ábalos y Koldo, en el viaje frustrado de la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, a Barajas. Tras estallar la pandemia, comienzan las comisiones por la venta de mascarillas. Cuando pasa la emergencia del covid-19, el ‘negocio’ se amplía a las obras públicas.

En julio de 2021, alertado por los excesos de Ábalos en su vida sentimental, el presidente del Gobierno lo saca del Gobierno. Según se contó entonces, Ábalos pudo haber seguido dentro del Gobierno pero, contrariado, no quiso aceptar su salida del ministerio de Fomento, en gran departamento inversor del que recibían comisiones por las obras públicas, para encargarse del de Defensa. En su despedida, José Luis Ábalos deja una frase que adquiere más sentido ahora que cuando la pronunció: “Uno es la cabeza a la que golpear, pero si no hay un equipo detrás no es posible hacer nada de cuanto hemos hecho”.

Foto: Víctor de Aldama a su llegada al Tribunal Supremo para declarar en la investigación que se sigue contra José Luis Ábalos. (EFE/Mariscal)

En febrero de este año 2024, comienza lo que conocemos como caso Koldo que, muy pronto, nueve días después, se ramifica a partir de que El Confidencial desvela la, entonces, sorprendente vinculación de la mujer del presidente con la persona que tenía “un rol central en el entramado corrupto”, según la investigación judicial. Una de las derivaciones del escándalo es la que afecta ahora al fiscal general del Estado, también a consecuencia de una estrategia propagandística de La Moncloa en defensa de Begoña Gómez. Durante nueve meses, desde el 21 de febrero hasta el 21 de noviembre, Víctor de Aldama guarda silencio. Su ingreso en prisión, por un fraude de 182 millones de euros en el negocio de los hidrocarburos, y la sensación de soledad y abandono por parte de sus antiguos aliados en el Gobierno socialista, le hacen cambiar de estrategia.

Su abogado, José Antonio Choclán alcanza un acuerdo con la Fiscalía Anticorrupción y el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, lo deja en libertad de forma inmediata, el mismo día que confiesa, sin ni siquiera imponerle un céntimo de fianza, a pesar de la abultada cifra presuntamente defraudada. En las cinco semanas transcurridas, Víctor de Aldama ha ampliado dos veces más sus confesiones judiciales y ha concedido dos entrevistas de radio. ¿Hay que concederle credibilidad a lo que dice o, como sostiene el Gobierno, está mintiendo para que le rebajen las penas?

La principal evidencia que tenemos contra esa versión del presidente Sánchez está en la Fiscalía Anticorrupción y en los jueces, que sí han oído completas las confesiones de Aldama y han constatado cómo la mayoría de ellas lo que hacen es corroborar los informes previos de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. La segunda evidencia es la trayectoria del abogado de Aldama, un experto penalista, especialmente habilidoso en alcanzar acuerdos para rebajar la pena de sus defendidos. Un acuerdo como el de Aldama con la Fiscalía no se realiza en una tarde, sino que se va tejiendo lenta y progresivamente. Hay varios casos que nos sirven de referencia, pero detengámonos en dos relacionados con los delitos de Aldama, fraude fiscal y corrupción política. Cuando el futbolista Cristiano Ronaldo fue acusado de cuatro delitos fiscales, al principio su estrategia de defensa consistía en negar los hechos. Al comprobar que cada vez estaba más cerca de la cárcel, cambió de abogados, se puso en manos de Choclán y acabó aceptando el pago a Hacienda de casi 19 millones de euros. Reconoció los delitos, pero eludió la cárcel, que era su principal objetivo.

Foto: El empresario Víctor de Aldama en una imagen de archivo de 2011. (EFE/Rafa Alcaide)

Otro defendido de Choclán: David Marjaliza, el empresario de la trama Púnica. Al igual que Aldama, ha pactado con la Fiscalía una rebaja sustancial de las penas a cambio de una “colaboración proactiva”: es decir, confesarlo todo de una trama en la que están implicados alcaldes del PP y del PSOE y cuyo juicio se celebrará en abril de 2025. La tercera evidencia es una obviedad: los fiscales conocen bien al abogado de Aldama y todos ellos son conscientes de que el pacto sólo puede prosperar si los jueces lo pueden comprobar las confesiones. La cuarta es que, hasta ahora, en detalles menores, como reuniones y contactos, ha sido Víctor de Aldama el único que ha podido acreditar la falsedad de quienes, empezando por Pedro Sánchez, han negado toda vinculación con él. Por ejemplo, con fotos como la ofrecida por El Confidencial que medios afines al PSOE intentaron manipular y desacreditar.

La quinta y última evidencia se produce ante la propia versión del presidente del Gobierno. Cuando detuvieron a Koldo y a Aldama, expulsó inmediatamente del partido a José Luis Ábalos, a pesar de que ni siquiera estaba acusado de delito alguno. Pedro Sánchez, sin embargo, tenía claro que estaba implicado en la corrupción. Y lo dijo: “Desde que ha habido un mínimo atisbo de corrupción se ha actuado con contundencia y determinación. Lo hicimos pidiendo el acta del exministro Ábalos y lo hicimos abriendo un expediente de expulsión del partido”. Ahora, sin embargo, el mismo Gobierno, para desacreditar a Aldama, niega que sean ciertas las adjudicaciones de obras públicas a cambio de comisiones, con lo que no se entiende de qué exactamente culpan a Ábalos el PSOE y su líder. De modo que, si se trata de inclinarse por quién miente menos, es preferible hacerlo por aquel que se está inmolando y no puede permitirse una mentira que lo devuelva a la cárcel. ¿Víctor de Aldama o Pedro Sánchez? Entre delincuentes confesos y mentirosos acreditados, que cada cual analice lo sucedido y se incline por una opción.

Víctor de Aldama o Pedro Sánchez. La tesitura en la que nos han colocado a todos, 10 meses después de que estallara el caso Koldo, consiste en tener que elegir quién nos está engañando. Para un caso de corrupción de investigación tan reciente, quizá se trata de un debate precipitado, en el que no deberíamos pronunciarnos jamás sin concederle un amplio espacio a la duda y, sobre todo, a la presunción de inocencia, pero con lo que sí contamos ya es con suficientes elementos para ratificar o permitirnos dudar de algunas afirmaciones. Es lo que haremos, a partir de la reconstrucción escueta de lo sucedido.

Caso Koldo García
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