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Matacán
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Aniversario franquista: la 'foto de la tortilla'
La mayor campaña de propaganda no nos puede coger desprevenidos, hay que decidirse y no ser los tontos útiles de esta farsa
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Antes de que comience la mayor campaña de propaganda política de la democracia, los cien actos de conmemoración de la muerte del dictador Francisco Franco, tendríamos que decidirnos sobre lo fundamental: no ser los tontos útiles de esta farsa. Es muy importante que lo decidamos así porque ya hemos visto que el único propósito de esta macrocampaña es la provocación. El mismo título ya es tramposo y busca, precisamente, esto que decimos, acentuar la división política que tan rentable le está resultando al presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez.
El lema dice “España, 50 años en libertad” y, cuando se objeta que eso no es cierto, que las libertades en España se conquistaron mucho después; cuando se refuta ese argumento tramposo, la estrategia del líder socialista ya ha conseguido su propósito porque, al instante, convertirá a quien lo haga en un nostálgico del franquismo. Están a la espera de que surja un cafre de extrema derecha que diga que con Franco vivíamos mejor o que un dirigente del PP se estrelle con una de sus frases ‘ingeniosas’: “El PSOE lo que quiere celebrar es la flebitis de Franco”, como dijo ese portavoz rudimentario, Miguel Tellado. Nada más decirlo, saltaron a contestarle todos los portavoces de guardia del Gobierno y del Partido Socialista, además de los replicantes mediáticos. “Solo un desalmado, un ignorante o alguien que añora a la dictadura puede decir que conmemoramos la flebitis cuando lo que hacemos es pedagogía del significado real de la dictadura”, como dijo Patxi López. ¿Está claro o no? Esa la trampa y lo que tenemos que hacer todos aquellos que perseguimos que nadie destruya la verdadera memoria democrática de España, el orgullo cívico de la Transición, es evitar ofrecerles argumentos a quienes han preparado este año de recuerdo de la dictadura franquista.
¿Qué se puede hacer, entonces, si sabemos que mediante la manipulación de la historia reciente se pretende avivar la polarización? Pues cualquier cosa menos entrar al trapo de la confrontación o discusión. Se trata de actuar con el suficiente tacto e inteligencia para no conceder la ventaja de la respuesta que ya tienen preparada. Detengámonos en dos posibles salidas. La primera nos la ha ofrecido el propio jefe del Estado, Felipe VI, por la extraordinaria habilidad con la que ha sabido zafarse de la trampa de la campaña franquista.
Nada más conocerse la intención de celebrar cien actos a lo largo de todo el 2025, una programación para la que, por supuesto, el presidente Pedro Sánchez no contado con nadie, lo primero que se filtró es que el rey Felipe VI no iba a acudir a la jornada de inauguración. Nada más conocerse, ya se comenzó a deslizar que la Casa Real no podía ausentarse de los actos de recuerdo del final de la dictadura porque esta era una buena oportunidad para romper con su pasado franquista, que no era bueno que sembrara dudas sobre la condena a la dictadura. Tan burda, y miserable, son esas interpretaciones que ignoran que el primero en rechazar la dictadura en España fue el rey Juan Carlos I, que había recibido todos los poderes del franquismo, y los utilizó para acabar con la dictadura desde dentro. En todo caso, como nos ha contado en El Confidencial mi compañero José Antonio Zarzalejos, lo que ha hecho Felipe VI es, simplemente, confirmar que participará en alguno de los actos programados, cuando se vayan conociendo, y alegar problemas reales de agenda para ausentarse de la inauguración. La habilidad del Rey consiste en eso, en sumarse a la iniciativa del Gobierno con la distancia precisa para que todos sepamos que, en absoluto, tiene intención de participar activamente en esa pantomima.
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La segunda salida consiste en aprovechar cada acto que se convoque para recordar algunos episodios de aquellos años, los previos y posteriores a la muerte de Francisco Franco, y colocar al PSOE de Pedro Sánchez delante de su propio espejo. Por ejemplo, en estos días es especialmente oportuno el recuerdo de la famosa ‘foto de la tortilla’ del PSOE. Breve resumen: en marzo de 1974, unos meses antes del Congreso de Suresnes en el que los socialistas del interior tomarían el relevo de los socialistas del exilio en la dirección del PSOE, se reunieron en un pícnic en unos pinares de Sevilla el grupo de amigos que ya militaban en la clandestinidad. Entre ellos, Felipe González, que sería secretario general, y Alfonso Guerra, el tándem político más exitoso de la democracia española. Faltaba un año y medio aún para la muerte de Franco, pero la clandestinidad a favor de la democracia comenzaba a bullir en toda la sociedad, en las fábricas, en las universidades, en las iglesias…
El gobernador civil de Sevilla, que como los demás mantenía puntualmente informado al régimen de cómo estaban las cosas, conocía los movimientos de aquel grupo y en el informe de esos meses escribió: “En cuanto a los grupos de oposición, hay que destacar el llamado Partido Socialista Obrero Español, cuyo principal portavoz es el abogado de Sevilla Felipe González Márquez (…) basculan hacia los mismos planteamientos de los grupos marxistas: ruptura democrática y repudio de la forma monárquica de Estado”. En ese mismo informe, el gobernador civil añadía que, de todas formas, el único partido con implantación real en la clandestinidad era el PCE. “El Partido Comunista Español es la única fuerza política negativa que se puede tomar en consideración en Sevilla. Dispone de dirigentes capacitados y cuadros perfectamente organizados, habiendo logrado una profunda penetración en la universidad, a través de la Joven Guardia Roja, y en el mundo laboral, mediante Comisiones Obreras”. (Fuente: ‘Guerra, Franquismo y Transición. Los gobernadores civiles en Andalucía’, del Centro de Estudios Andaluces).
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Cuando, a finales del año siguiente, se murió Franco, lo que hizo el PSOE de Felipe González fue moderar progresivamente la ideología, pero no por la renuncia o la claudicación ante el franquismo, que carecía de sentido en quienes se habían movilizado en la clandestinidad, sino porque percibieron que ese era el deseo mayoritario de la sociedad española. La reconciliación, la tolerancia, el respeto. Nada de radicalismo. Lo contó en un libro de reflexiones del socialismo español, de Tom Burns Marañón, uno de los estrategas de entonces, Julio Feo: “Si hubiéramos hecho una campaña de recuerdo de la guerra civil, yo creo que nos hubiera ido muy mal. Descubrimos que la gente tenía tanto rechazo al saludo fascista del brazo en alto como lo tenía al puño en alto”.
Cincuenta años después de aquella ‘foto de la tortilla’, el nuevo líder del PSOE, Pedro Sánchez, piensa que lo que le interesa a la sociedad española es revivir el recuerdo de la guerra civil y de la dictadura, y lo hace para mantener activa su estrategia de levantar un muro entre la izquierda y la derecha en España, ahora con la identificación de sus dirigentes con el franquismo. A Felipe González, al igual que a Alfonso Guerra, lo incluyen en la ‘fachosfera’, ese concepto que tanto les divierte. En este año de celebraciones franquistas, la ‘foto de la tortilla’ será contemplada como un acto más propio de la dictadura. Como si nunca hubiera existido. Ni ellos ni la sociedad española que huye de la radicalidad.
Antes de que comience la mayor campaña de propaganda política de la democracia, los cien actos de conmemoración de la muerte del dictador Francisco Franco, tendríamos que decidirnos sobre lo fundamental: no ser los tontos útiles de esta farsa. Es muy importante que lo decidamos así porque ya hemos visto que el único propósito de esta macrocampaña es la provocación. El mismo título ya es tramposo y busca, precisamente, esto que decimos, acentuar la división política que tan rentable le está resultando al presidente del Gobierno y líder del PSOE, Pedro Sánchez.