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Sánchez y Feijóo, hacer política y chapotear
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Javier Caraballo

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Sánchez y Feijóo, hacer política y chapotear

Lo peor de todo esto, lo más dañino para la democracia española, es que el presidente del Gobierno está desatado, como acaba de demostrar en Telefónica

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón)
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Hacer política y chapotear en la política. La semana que acabamos de pasar, la tercera semana del año 2025, nos ha ofrecido el marco perfecto para retratar la realidad de la política española: un líder hace política, Pedro Sánchez, y otro chapotea en la política, Alberto Núñez Feijóo. Los parámetros entre los que dibuja ese presente los podemos establecer con la entrevista que el presidente del Partido Popular concedió a principios de semana en Onda Cero, en el programa de Alsina, y la exclusiva que ofreció El Confidencial el viernes, cuando adelantó el relevo fulminante del presidente de Telefónica, decidido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Mientras que la entrevista radiofónica de Feijóo volvió a confirmar la debilidad argumental del líder del centro derecha español, la intervención de Pedro Sánchez en Telefónica ha ratificado la inagotable ambición de poder del dirigente socialista y su metódico cálculo de probabilidades para mantenerse en la presidencia del Gobierno de España. Ineficacia y oquedad, por un lado; tenacidad y eficiencia, por el otro. El presidente del Partido Popular parece como esos delanteros de fútbol que se atropellan a sí mismos, de tan ansiosos que están por meter un gol, y no consiguen más que desperdiciar ocasiones claras. El presidente del Gobierno, con sangre de horchata, ejecuta sus planes sin mirar a los lados, cada vez mejor pertrechado de analistas demoscópicos y especialistas en redes sociales. No se trata de establecer ningún tipo de valoraciones políticas, y mucho menos personales, sobre cada uno de ellos, sino que constatar lo que está ocurriendo para, de esta forma, poder explicarnos mejor lo que pueda suceder en el futuro inmediato.

Aunque entrar en la cabeza de Pedro Sánchez, y pretender calcular sus próximos movimientos, es un ejercicio tan insensato como estéril, de lo que sí podemos estar seguros es de que su intención es la de permanecer en el poder el máximo tiempo posible. Eso quiere decir, por ejemplo, que piensa estirar esta legislatura hasta el preciso momento en el que considere que puede adelantar las elecciones generales y repartir con éxito su fórmula actual, la de gobernar sin necesidad de ganar las elecciones. Una nueva mayoría ‘parlamentaria Frankenstein’, como la de las dos últimas legislaturas. Como en la actualidad la debilidad parlamentaria no le da para gobernar, lo que está haciendo el líder socialista desde hace meses es organizarlo todo como si las elecciones se fuesen a convocar mañana mismo.

Lo primero que hizo fue adelantar los congresos del PSOE para dejar preparada toda la estructura orgánica. Conviene tener en cuenta que Pedro Sánchez, como secretario general del PSOE, podría haber celebrado el congreso federal en otoño de este año 2025 y, sin embargo, decidió, en agosto pasado, adelantarlo casi un año: en noviembre se celebró en Sevilla y comenzó el turno de los congresos territoriales. Algunas de las decisiones adoptadas en ese proceso congresual, como la de poner a la cabeza del PSOE de Andalucía a María Jesús Montero, nos revela claramente la intencionalidad de remover el electorado socialista andaluz, agitarlo con crispación, para buscar antiguos votantes desencantados y abstencionistas. Con el conocimiento exhaustivo del reparto de escaños, una vez más, como en 2023, la estrategia socialista consiste en la pelea de cada diputado que pueda arrebatarle al Partido Popular por un puñado de votos en cualquier punto de España. Andalucía, en ese plan estratégico, es una comunidad decisiva por los 60 diputados que aporta al Congreso.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE) Opinión

Pedro Sánchez no puede gobernar, como se decía, pero sí puede simularlo. Para ese segundo objetivo está diseñado el ‘año de recuperación del franquismo’, por ejemplo, y las polémicas progresivas que irá incorporando al debate, como esta última sobre las viviendas. Y el asalto a la presidencia de Telefónica… En este episodio, el mensaje está en la forma en la que se ejecutó la operación: en 48 horas. Plas, plas. Una llamada a la Moncloa y el antiguo presidente de Telefónica sale de allí con el finiquito en un bolsillo de la chaqueta. A José María Álvarez-Pallete le podían haber concedido un final sin turbulencias, sin sobresaltos, pero en ese caso no se consigue el ‘efecto impacto’.

Es más, como se apunta en las crónicas de Agustín Marco, lo normal es que el relevo se hubiera producido este mismo ejercicio, por los cauces normales de finalización del mandato, tras los problemas surgidos en la gestión de Pallete en los últimos años. Pero esa normalidad descarta lo que se pretendía: ‘aviso a navegantes, este es el poder de Pedro Sánchez, así coloca a un ejecutivo amigo del Partido Socialista’. Arrinconando a sus dos accionistas históricos, La Caixa y el BBVA, en 48 horas localizó al presidente, le señaló la puerta y aprobó el relevo de una compañía que tiene una capitalización bursátil de 20.740 millones de euros.

Foto: María Jesus Monero. (EFE/José Manuel Vidal)

Hacer política y chapotear en la política. Compárese ahora la estrategia implacable de Pedro Sánchez con la entrevista que se mencionaba al principio, en Onda Cero, que acabó desconsolando a muchos de los propios, incluidos algunos cuadros del Partido Popular que, en privado, no ocultan que su líder no es capaz de lograr un discurso sólido de oposición que, al menos, incomode al presidente Sánchez. Ya se ha repetido en otras ocasiones: el éxito de la oposición se mide por la cantidad de ocasiones en las que logra romperle la agenda al Gobierno. Este Partido Popular, pese al enorme poder institucional que tiene y al aire favorable que le sopla en gran parte de la sociedad, preocupada por la deriva del ‘sanchismo’, no lo ha conseguido nunca. Es una oposición de seguimiento, no de iniciativa. Una oposición de hipérbole, no de sobriedad. De búsqueda de titulares, no de revelaciones. Y así es imposible.

Ya sabemos que Feijóo quiere ser presidente, que piensa que se deben convocar elecciones; lo sabemos porque siempre lo repite, todos los días, pero lo que no conocemos es cómo piensa conseguirlo. Lo peor de todo esto, lo más dañino para la consistencia de la democracia española, es que el presidente del Gobierno está desatado. El asalto a Telefónica, la ‘Ley Begoña’ para acabar con los juicios que le afecten, el apoyo al fiscal general procesado… Igual es eso, que mira a su alrededor en el Congreso y piensa que no hay en todos los escaños quien le impida volver a sentarse en el banco azul cuando convoque elecciones.

Hacer política y chapotear en la política. La semana que acabamos de pasar, la tercera semana del año 2025, nos ha ofrecido el marco perfecto para retratar la realidad de la política española: un líder hace política, Pedro Sánchez, y otro chapotea en la política, Alberto Núñez Feijóo. Los parámetros entre los que dibuja ese presente los podemos establecer con la entrevista que el presidente del Partido Popular concedió a principios de semana en Onda Cero, en el programa de Alsina, y la exclusiva que ofreció El Confidencial el viernes, cuando adelantó el relevo fulminante del presidente de Telefónica, decidido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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