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Deuda catalana, fraude político e inconsciencia
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Javier Caraballo

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Deuda catalana, fraude político e inconsciencia

Ni Trump, ni Putin, ni urgencias de Defensa en Europa… Aquí las necesidades de una sola persona, Pedro Sánchez, siguen determinando el futuro de un país. Empiezan los pagos del 'España nos roba'

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Oficina Presidencial de Ucrania)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Oficina Presidencial de Ucrania)
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Cuando todo el mundo se pregunta en Europa cuánto debemos aumentar los presupuestos de Defensa, ante el peligro que se viene encima, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido endeudarse en más de 80.000 millones de euros para contentar al independentismo catalán y mantenerse unos meses más en el Palacio de la Moncloa. Ese es el absurdo completo de la política española, desnortada y alejada de toda prioridad que no consista en las necesidades políticas de una sola persona. La mera comparación con los presupuestos anuales de Defensa en España ya nos muestran con claridad el tamaño del disparate del que estamos hablando: la operación de deuda que asume el Estado cuatriplica el presupuesto anual de Defensa, en torno a los 20.000 millones de euros.

Vivimos en una burbuja de irrealidad, con debates políticos que nada tienen que ver ni con las necesidades del país, de las reformas estructurales que se vienen demorando desde hace décadas, pero que sirven al presidente del Gobierno para ir sorteando su tiesura parlamentaria, como perdedor de las últimas elecciones, y para engordar su discurso político de enfrentamientos y visceralidad. También esta operación masiva de condonación de deuda se corresponde con esos dos objetivos personales: se garantiza el apoyo de los independentistas catalanes y se provoca a las demás comunidades autónomas para que se enfrenten entre ellas. Agravios entre autonomías a cuenta de quién reclama más, de quién consigue más, de quién traiciona a las demás y se congracia con el Gobierno para obtener más beneficios. Esa es la trampa, a la vista de todos, que se ha tendido para que caigan en ella los dirigentes autonómicos del Partido Popular.

Volvamos a una evidencia que ya hemos resaltado en otras ocasiones: la naturaleza de los debates políticos en España. La mayoría de los debates que se plantean aquí surgen por un interés concreto del presidente del Gobierno, no por una necesidad detectada en la sociedad española o en la marcha del país. Si ahora hablamos de la deuda de las autonomías no es porque exista una reclamación autonómica, o porque las comunidades estén asfixiadas con las cargas financieras que soportan, sino porque el presidente del Gobierno se comprometió con Esquerra Republicana a quitarle la deuda milmillonaria que había acumulado la Generalitat de Cataluña. Como no es posible condonarle la deuda a una sola comunidad, porque no sería constitucional, se tira por elevación y el Estado se hace cargo de la deuda de todas las autonomías. A partir de ahora, los despilfarros autonómicos, o la mala gestión, recaen en las arcas del Estado, con la inevitable incidencia que tendrá en otros muchos gastos públicos, desde transportes hasta infraestructuras básicas.

¿Y había necesidad de abordar la deuda autonómica? No, esa es la cuestión. Lo que comunidades autónomas vienen reclamando desde hace muchos años es un nuevo sistema de financiación autonómica, no una condonación de las deudas. La decisión del Gobierno de Sánchez obedece a una cesión, otra más, ante el independentismo catalán que achaca la deuda acumulada en esa comunidad a los abusos del Estado. Por esa razón, cuando el líder de Esquerra Republicana se refiere a la condonación de la deuda, habla de “la reparación de una injusticia”. Es la misma lógica que les llevó a exigir la amnistía: es el Estado español el que tiene que pedir disculpas y rectificar. Tras la ley de amnistía, ahora empiezan los pagos del ‘España nos roba’. El siguiente paso, también pactado con Esquerra, es el ‘cupo catalán’.

La inconsciencia política en la que estamos como país es directamente proporcional a la inconsistencia parlamentaria del Gobierno. Sólo tenemos que fijarnos, como se decía al principio, en lo que está ocurriendo a nuestro alrededor. Llega Donald Trump, de nuevo, a la presidencia de los Estados Unidos y decide enemistarse, abruptamente, con sus aliados europeos para ejercer su dominio del mundo de otra forma, con otras alianzas que le reporten más beneficios. Ni derechos humanos ni reglas establecidas en el orden internacional. El nuevo canciller de Alemania es el primero que lo ha dicho: “Debemos prepararnos para la posibilidad de que Donald Trump ya no mantenga incondicionalmente el compromiso de defensa mutua de la OTAN”. Es decir, la creación de un Ejército europeo propio; es decir, el aumento exponencial en los gastos de Defensa en cada país.

España es el último país de OTAN en presupuesto militar, alrededor de 20.000 millones de euros año. ¿Y qué hace el Gobierno español? Pagar las trampas de las autonomías. Cuando se plantee en el Congreso de los Diputados el debate sobre la deuda autonómica, el Gobierno de Pedro Sánchez no encontrará ningún reparo entre sus socios para cargarle la condonación al Estado, pero será incapaz de aprobar la más mínima subida en los presupuestos de Defensa. Los primeros que no se lo permitirían son los socios de gobierno, como Sumar, que ya lo ha advertido, y los segundos, los socios parlamentarios, por ejemplo Esquerra, que sólo contempla aquello que pueda beneficiar a Cataluña. Ya puede aliarse Trump con el sátrapa de Rusia o con el sursuncorda, que el presidente Sánchez sigue a lo suyo, su supervivencia. En nada, otra vez está hablándonos de Franco.

Cuando todo el mundo se pregunta en Europa cuánto debemos aumentar los presupuestos de Defensa, ante el peligro que se viene encima, el Gobierno de Pedro Sánchez ha decidido endeudarse en más de 80.000 millones de euros para contentar al independentismo catalán y mantenerse unos meses más en el Palacio de la Moncloa. Ese es el absurdo completo de la política española, desnortada y alejada de toda prioridad que no consista en las necesidades políticas de una sola persona. La mera comparación con los presupuestos anuales de Defensa en España ya nos muestran con claridad el tamaño del disparate del que estamos hablando: la operación de deuda que asume el Estado cuatriplica el presupuesto anual de Defensa, en torno a los 20.000 millones de euros.

Pedro Sánchez Financiación autonómica
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