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Matacán
Por
De Venezuela a Prisa, la cara oculta de la legislatura
Los actos de Sánchez solo se entienden si pensamos en una planificación de futuro, tanto si repite como si se convierte en el primer expresidente que lidera la oposición en el Congreso
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Se trata sólo de unir noticias aisladas, como si pasáramos el bolígrafo uniendo los puntos de un juego infantil, para obtener el dibujo de la cara oculta de esta legislatura estéril. Los puntos son cada uno de los movimientos políticos, económicos y mediáticos que se van produciendo con la autorización final, o primera, del líder del PSOE y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Y la cuestión es que si los unimos nos daremos cuenta de que la única explicación posible no es tanto el presente como la preparación del futuro inmediato, más allá de este mandato. La estructura de la que se está dotando Pedro Sánchez como líder le sirve tanto si repite como presidente del Gobierno, con la mayoría inestable que se conoce con el nombre de ‘mayoría Frankenstein’, como si pasa a la oposición y se convierte en el primer expresidente del Gobierno que se mantiene en el Congreso de los Diputados tras abandonar el Palacio de la Moncloa. ¿Acaso iba a sorprendernos que Pedro Sánchez también sea el primero en hacerlo?
Su primera vez más ‘inocente’ fue la de su triunfo en unas primarias, tras haber sido expulsado de la secretaría general del PSOE, y posteriormente la de haber ganado, con el peor resultado socialista de su historia, la primera moción de censura de la democracia. Luego vinieron todas las demás: el primer gobierno de coalición, el primer candidato en ser elegido presidente sin ganar unas elecciones, el primer presidente que presenta una dimisión virtual, el primero con su esposa imputada… Como se ha dicho en otras ocasiones, este es el tiempo de las primeras veces y de ahí surge la incertidumbre y el pesimismo que se ha apoderado de tantos en España (“No quisiera arrastrarles conmigo al pesimismo en el que me instalo”, el magistrado Manuel Marchena, ayer mismo, en Sevilla). En esa inercia, no debería extrañarnos que Pedro Sánchez se mantuviera al frente del partido en la oposición para, como él mismo dijo hace un año, “completar la regeneración democrática de España”.
La ‘regeneración democrática’ fue el eufemismo que utilizó cuando El Confidencial publicó en abril del año pasado la sorprendente actividad privada de su esposa, Begoña Gómez, y Pedro Sánchez contestó con una ‘amenaza’ de dimisión. Al regresar de sus cinco días de ‘reflexión’, recalcó dos cosas: que volvía “con más fuerza que nunca” y que sus “planes de regeneración democrática no es una tarea que se haga ni en tres días, ni en tres meses ni en tres años, que es lo que queda de legislatura”.
Pues eso. Que esta legislatura no la contempla como su final. Si elaboramos una hipótesis política sobre ese objetivo, todo se puede explicar mucho mejor, dentro de una coherencia, desde los ataques al Poder Judicial hasta el control de medios de comunicación y de empresas estratégicas, pasando por la remodelación adelantada de toda la estructura orgánica del PSOE. Y de forma paralela, la consolidación de una estructura de poder económico a través del expresidente Rodríguez Zapatero y los lobistas de su entorno ya descritos aquí en otra ocasión como una red de influencias de exministros socialistas sin más principios ideológicos o éticos que el negocio y la cuenta de resultados. Sobre esto último, detengámonos, por ejemplo, en las dos últimas noticias facilitadas por El Confidencial: las presiones al grupo francés Vivendi y las andanzas del socio chino de Zapatero, investigado por el CNI.
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Sólo desde el poder, desde el Gobierno de España, se puede ejecutar una red de contactos económicos y financieros que trascienda de los gobiernos y que pueda mantenerse intacta cuando quienes la han propiciado se encuentren en la oposición. Si el Gobierno de Pedro Sánchez consigue, por ejemplo, hacerse con el control de PRISA, si se garantiza el control accionarial y editorial de El País y la Cadena SER, le será de una gran utilidad frente a un Gobierno del Partido Popular y, sobre todo, de una coalición del PP con Vox.
El Gobierno que pueda sustituirle en la Moncloa podrá, en ese sentido, intentar volver a tomar el control de sus participaciones en algunas empresas estratégicas, como Telefónica, pero ni será inmediato ni influirá en aquellos consejeros afines al PSOE de Pedro Sánchez que dominarán el antiguo imperio de Jesús de Polanco. Sólo hacía falta oír al ‘ministro digital’, Óscar López, para entender que con su afirmación está confirmando todo lo que podamos sospechar: "este Gobierno no se mete en la política interna de un grupo privado. Nunca lo ha hecho". Lo dice el tipo tras el acto de exhibicionismo más arrogante que se pueda cometer, como fue la destitución del anterior presidente de Telefónica, José María Álvarez-Pallete, con una llamada a la Moncloa, de la que salió con el finiquito en el bolsillo. Una compañía que tiene una capitalización bursátil de 20.740 millones de euros se controla así, con dos telefonazos, uno para echar al presidente que hay y otro para poner a ‘uno de los nuestros’.
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Por las informaciones que se van publicando, como se decía antes, cada vez conocemos más de la red de influencias de exministros socialistas, del entorno de Rodríguez Zapatero, sin más principios ideológicos o éticos que el negocio y la cuenta de resultados, que suele ser cuantiosa. Pero, ¿qué sabemos en realidad de las conexiones con Venezuela? ¿De verdad que alguien puede pensar que aquel viaje de Delcy fue una anécdota o un infortunio? ¿Qué intereses habrá? La relación de Pedro Sánchez con Rodríguez Zapatero, que es un oportunista sin reparos, hace mucho tiempo que se interpreta entre muchos socialistas como una alianza de futuro para seguir controlando el Partido Socialista, más allá de una derrota electoral y de una salida de la Moncloa. En este momento, la estructura orgánica del PSOE es monolítica y nada hace pensar en una convulsión interna, como las sucedidas en el pasado. Eso ya no ocurrirá, ese tiempo pasó.
¿Y con la República Dominicana? ¿Qué sabemos realmente? Es el Tribunal Supremo el que, según mi compañera Beatriz Parera, comienza a sospechar de la existencia de un “lavadero dominicano” para depurar el dinero de las comisiones que se hayan podido conseguir en la trama, también investigada, que compusieron José Luis Ábalos, Víctor de Aldama y Koldo García al poco de llegar Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno, en el verano de 2018. ¿Saltará algún día noticias sobre negocios o conexiones con países del Magreb? Podríamos seguir haciéndonos preguntas con la certeza de que quizá nunca conozcamos las respuestas. La experiencia nos enseña que, de lo que realmente ocurre, sólo conoceremos una pequeña parte. Siempre ocurre así. Es la misma experiencia que podemos utilizar para ir uniendo puntos y obtener, al menos, el dibujo aproximado de un plan de futuro.
Se trata sólo de unir noticias aisladas, como si pasáramos el bolígrafo uniendo los puntos de un juego infantil, para obtener el dibujo de la cara oculta de esta legislatura estéril. Los puntos son cada uno de los movimientos políticos, económicos y mediáticos que se van produciendo con la autorización final, o primera, del líder del PSOE y presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez. Y la cuestión es que si los unimos nos daremos cuenta de que la única explicación posible no es tanto el presente como la preparación del futuro inmediato, más allá de este mandato. La estructura de la que se está dotando Pedro Sánchez como líder le sirve tanto si repite como presidente del Gobierno, con la mayoría inestable que se conoce con el nombre de ‘mayoría Frankenstein’, como si pasa a la oposición y se convierte en el primer expresidente del Gobierno que se mantiene en el Congreso de los Diputados tras abandonar el Palacio de la Moncloa. ¿Acaso iba a sorprendernos que Pedro Sánchez también sea el primero en hacerlo?