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La urgencia del PP se llama coherencia
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Javier Caraballo

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La urgencia del PP se llama coherencia

Ya sea por complejo ideológico o por fata de liderazgo, pero cada acercamiento de los populares a Vox acaba convertido en un caos interno colosal

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/Eduardo Parra)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (Europa Press/Eduardo Parra)
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Cada acercamiento del Partido Popular a Vox acaba en un espectáculo público de contradicciones, renuncias, humillaciones y división. Un caos interno colosal. No falla. Siempre. Con lo cual, y como no es la primera vez que ocurre, tendremos que concluir que se trata de un problema de complejos ideológicos, de debilidad, o de falta de liderazgo, por la incapacidad demostrada para imponer una estrategia única en algo tan previsible como la posibilidad de que el PP, en cualquiera de los cientos de instituciones que gobierna, pueda alcanzar un acuerdo con la extrema derecha, con Vox, que es, se quiera o no se quiera, su aliado natural. Como hemos subrayado en otras ocasiones, quizá el primer paso para la coherencia que se reclama es justamente ese, el reconocimiento de que, obviamente, Vox es el aliado natural del Partido Popular, porque es el más cercano ideológicamente, tras la desaparición de los partidos de centro y la radicalización del PSOE hacia la extrema izquierda.

A partir de ese primer paso, tiene que llegar el segundo, fundamental, la aprobación de un simple decálogo de líneas rojas que deben respetar todos los dirigentes del Partido Popular cuando, en el ejercicio de su libertad en cada territorio, suscriban un pacto con Vox, sea de la naturaleza que sea. El contenido de ese decálogo tiene que ver con aquellos aspectos de la extrema derecha que causan más alarma entre el propio electorado del Partido Popular y, desde luego, entre aquellos votantes desencantados socialdemócratas, desencantados con este PSOE de Pedro Sánchez. A saber, inmigración, violencia de género, feminismo, cambio climático y reconocimiento del colectivo LGTBI. ¿Tan difícil resulta pensar que un partido de gobierno como el PP, con implantación en toda España, haga público un decálogo de principios irrenunciables en esas materias? Y que lo asuman todos sus dirigentes. Aunque a lo mejor, el problema no está ahí sino que lo que sucede, realmente, es que no se tienen claros esos principios. Y por eso, cada cual elige su discurso. Si es así, entonces la avería es más gorda.

Veamos, por ejemplo, el caos más reciente, el que se ha generado a partir de que el presidente de Valencia, Carlos Mazón, decidió pactar los presupuestos autonómicos. El espectáculo ofrecido se inscribe directamente en el libro de las humillaciones de la política, un ejercicio de indignidad para un partido de Estado como el PP, porque una cosa es pactar con Vox y otra cosa muy distinta es asumir la literalidad de su discurso, incluso en las expresiones más grotescas, como la de culpar a los inmigrantes de los actos de pillaje que se produjeron tras la catastrófica DANA que arrasó el barranco del Poyo en octubre pasado. Parece como si los dirigentes de Vox estuvieran perfectamente instruidos para obligar a sus adversarios del Partido Popular a flagelarse públicamente, a humillarse públicamente, antes de firmar ningún documento…

En fin, que la cuestión es que el PP de Feijóo debería contemplar lo que está ocurriendo en Europa y adoptar una política propia sobre el problema de la inmigración. Un discurso propio, un discurso obviamente de derecha y centro derecha, que ni se confunda con el que se realiza desde la izquierda ni con el que utiliza la extrema derecha, de tintes xenófobos. Lo que están aprendiendo muchos líderes de derecha en Europa es que lo peor que pueden hacer es no ofrecer respuestas a las preocupaciones sociales, que existen, y los problemas reales que plantean los flujos de inmigración, esencialmente la ilegal. Ya se ha dicho otras veces: no hablar de inmigración, ignorarla como problema, es la manera más segura de fomentar el racismo en la sociedad. Para conseguir que la sociedad caiga en el discurso racista de la extrema derecha, lo único que tienen que hacer los partidos clásicos de derecha es seguir construyendo discursos plagados de circunloquios y naderías. El líder de la CDU, Friedrich Merz, lo entendió a la perfección, cambió el discurso clásico de la derecha alemana y será el nuevo canciller. Si no lo hubiera hecho, la extrema derecha pronazi, esa que alienta Donald Trump, a lo mejor hubiera obtenido mejores resultados.

Foto: El portavoz nacional del PP, Borja Sémper (EFE / Mariscal)

Otro ejemplo más de inexplicable incoherencia del PP en sus pactos con Vox: el Pacto Verde. El presidente de Murcia, Fernando López Miras, es otro que no sólo está dispuesto a tragar sapos, como reza el clásico sobre la política, sino que los cocina y moja en la salsa. “Rechazamos la inmigración ilegal y rechazamos el Pacto Verde. ¿Cuál es el problema?”, dijo con desahogo el señor para satisfacer el gesto de claudicación pública que le exigían los de Vox en esa comunidad. El problema, en fin, es tan elemental como que ese Pacto Verde existe porque lo aprobó su propio partido en el Parlamento Europeo.

Fue en 2019 cuando lo presentó la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y si ahora, con todo lo que ha ocurrido en estos años, una pandemia mundial, la guerra de Ucrania y la ofensiva de Donald Trump contra Europa; si ahora se hace necesario que todo se matice y se reconsidere, lo que se debe esperar de un partido como el PP es un discurso más serio, más riguroso y, al menos, más elaborado que esos dirigentes canturreando los lemas de Vox contra el ‘cambio climático’. Se puede ayudar a los agricultores, a los ganaderos, a los transportistas, se debe escuchar y atender a todos aquellos que tienen reparos por las medidas del ‘Pacto Verde’, pero ni siquiera van a conseguir que les tomen en serio si siguen dando esos espectáculos de frívola pleitesía para contentar a la extrema derecha española.

Foto: Santiago Abascal, junto a Viktor Orbán y Marine Le Pen. (REUTERS)

“Si las instrucciones no son claras y las explicaciones y órdenes no son confiadas, la falta es del general”, sentencia el siempre necesario general Sun Tzu en ‘ El arte de la guerra’. Es evidente, que en la cúspide de un problema de esta naturaleza, en un partido como el PP siempre se encuentra el presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo, que es de quien deben partir las directrices. De todas formas, en el manual de Sun Tzu, referido a las relaciones con Vox, el consejo más importante que los del PP ignoran es otro. Dice así: “Lo que es de suprema importancia en la guerra es atacar la estrategia del enemigo”.

Eso es, exactamente, lo que le ocurre al Partido Popular, que jamás ha sabido contrarrestar las campañas periódicas e incesantes del PSOE para vincularlo con la extrema derecha. El líder socialista sabe, perfectamente, que esa estrategia le funciona y que, además, siempre encontrará a dirigentes del PP dispuestos a colaborar con su caos interno. Porque, como queda claro, ya sea por complejo ideológico o por falta de liderazgo, cada acercamiento de los populares a Vox acaba convertido en un caos interno colosal.

Cada acercamiento del Partido Popular a Vox acaba en un espectáculo público de contradicciones, renuncias, humillaciones y división. Un caos interno colosal. No falla. Siempre. Con lo cual, y como no es la primera vez que ocurre, tendremos que concluir que se trata de un problema de complejos ideológicos, de debilidad, o de falta de liderazgo, por la incapacidad demostrada para imponer una estrategia única en algo tan previsible como la posibilidad de que el PP, en cualquiera de los cientos de instituciones que gobierna, pueda alcanzar un acuerdo con la extrema derecha, con Vox, que es, se quiera o no se quiera, su aliado natural. Como hemos subrayado en otras ocasiones, quizá el primer paso para la coherencia que se reclama es justamente ese, el reconocimiento de que, obviamente, Vox es el aliado natural del Partido Popular, porque es el más cercano ideológicamente, tras la desaparición de los partidos de centro y la radicalización del PSOE hacia la extrema izquierda.

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