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El pertinaz sabotaje del año de Franco
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Javier Caraballo

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El pertinaz sabotaje del año de Franco

“¿Qué más puede pasar?”, repiten unos y otros en todos los reportajes y ese intangible sobre la inoperancia del Gobierno es uno de los estados de ánimo más corrosivos en política

Foto: El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, se ha desplazado a Manzaneque (Toledo) para conocer sobre el terreno la dinámica y condición de los cortes de cable. (EFE/Miniesterio de Transportes)
El ministro de Transportes y Movilidad Sostenible, Óscar Puente, se ha desplazado a Manzaneque (Toledo) para conocer sobre el terreno la dinámica y condición de los cortes de cable. (EFE/Miniesterio de Transportes)
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En los primeros años del franquismo, en las dos primeras décadas de la dictadura, eran frecuentes los apagones en España por la penuria energética de aquellos años y la debilidad general del régimen, por sus ansias autárquicas y el aislamiento internacional. La excusa era la de la "pertinaz sequía" y se hizo tan famosa que se convirtió en chufla nacional. Sin pantanos suficientes y escasos de agua, las centrales hidroeléctricas no eran capaces de producir la energía que se necesitaba. Hasta finales de la década de los años 50 no comenzó a solucionarse el problema. Al ver cómo se esforzaba ayer el ministro Óscar Puente en subrayar el "grave acto de sabotaje" que ha vuelto a paralizar el servicio ferroviario español, se ha venido a la cabeza la pertinaz sequía. "Quien lo ha hecho sabía lo que hacía, porque no había cámaras" en la zona en la que se robaron los cables, enfatiza el ministro para adornarse con un aire de misterio.

La cuestión es que si se trata de un sabotaje, resulta que en España se producen casi cinco mil sabotajes al año, una media de trece sabotajes al día, que son exactamente el número de denuncias por robo de cable que se produjeron el año pasado. Es más, de lo que se viene alertando en el Ministerio del Interior es de que este tipo de delitos ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos cinco años: desde 2019 hasta la actualidad ha aumentado en un 90% el robo de cables en España. Una de las zonas más afectadas, donde hay más ladrones de cables, es, precisamente, Castilla-La Mancha, que es donde están los saboteadores del ministro Puente. Y sí, tiene razón, los ‘saboteadores’ sabían bien lo que hacían. Como todos los ladrones del mundo, evitar las cámaras de seguridad y dar el golpe en el momento oportuno, por ejemplo un domingo de regreso de un puente en el que la vigilancia de la Guardia Civil está centrada en el retorno festivo.

En definitiva, que no puede ser casual que el argumentario del sabotaje se parezca tanto al que utiliza el Gobierno de Pedro Sánchez para sacudirse toda la responsabilidad del gran apagón del lunes anterior, el del 28 de abril. Una semana después, conocemos menos del gravísimo incidente que cuando sucedió. Los técnicos de Red Eléctrica ya detallaron que el colapso del sistema eléctrico español se produjo por "dos eventos" concretos, la desconexión de dos centrales en el suroeste español. Se trataba sólo de comunicar cuáles eran esas centrales, a qué se debió la oscilación de la energía que enviaba al sistema y, sobre todo, por qué no funcionaron los protocolos de aislamiento para que todo el sistema no se cayera, como fichas de ajedrez.

En España, por zonas, tendría que haber sucedido lo mismo que ocurrió en Francia, que se desconectó del sistema para que el apagón español no le afectara a toda Europa. Pero no sucedió así. Una semana después, el Gobierno ha sepultado esas primeras explicaciones nítidas de Red Eléctrica bajo una montaña de datos, millones de datos, y una nebulosa de ‘ciberataque’ que ya quedó descartada por el Centro Nacional de Inteligencia y por el Instituto Nacional de Ciberseguridad. "Queremos saber la verdad", como van repitiendo los ministros desde aquel nefasto día para sostener su descarada escalada discursiva: de causante del problema a víctima de un brutal ataque.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece tras la reunión del Consejo de Seguridad Nacional y el Consejo de Ministros. (Europa Press/Diego Radamés)

El pertinaz sabotaje ya está aquí, justo en el año en el que el Gobierno de Pedro Sánchez decidió recordar la muerte del dictador, en noviembre de 1975. Aunque ya nadie le presta atención, la realidad es que los actos programados se siguen celebrando, con películas, jornadas, conferencias y exposiciones. El inicio de esta semana, por ejemplo, está consagrado a una de las mayores extravagancias que podamos imaginar: la Fiscalía española ha abierto una investigación sobre los campos de concentración nazis, de acuerdo con los actos programados en el año de Franco por el 80 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Mauthausen. Ha sido, cómo no, la anterior ministra de Justicia y fiscal general del Estado, Dolores Delgado, la que se ha puesto al frente de esa investigación.

En una nota de prensa antológica, ha dado a conocer que ella, en persona, ha decidido "liderar" esta investigación y que el fiscal general del Estado la ha autorizado. Dice así: "La Fiscal de Sala de Derechos Humanos y Memoria Democrática, Dolores Delgado, en cumplimiento de lo dispuesto en la ley de Memoria Democrática, ha incoado diligencias de investigación para esclarecer las responsabilidades pertinentes y la existencia de una posible estrategia conjunta entre la dictadura española encabezada por Francisco Franco y el Régimen Nazi en la detención y posterior traslado de miles de españoles exiliados en Francia, a diferentes campos de exterminio".

¿Esclarecer las responsabilidades pertinentes? ¿Y a quién se las exigirá la Fiscalía española? En fin… Si el Gobierno de Pedro Sánchez le prestara atención a los comentarios de los ciudadanos en cada reportaje de prensa que se publica o se emite, percibiría con claridad que el personal asiste perplejo a todo lo que nos está pasando, con la sensación creciente de que puede ocurrir cualquier cosa. Es un intangible, un estado de ánimo abrumado por la inoperancia del Gobierno y el intento ridículo de buscar excusas delirantes, provocar debates inexistentes y emprender batallas de hace ochenta años. A los miles de ciudadanos que se han quedado atrapados en los dos apagones, sólo les falta saber que el Gobierno ha decidido investigar a Hitler para exigirle responsabilidades. En política, no hay nada más corrosivo que ese intangible de cabreo social y de profunda desconfianza. Y en esas estamos.

En los primeros años del franquismo, en las dos primeras décadas de la dictadura, eran frecuentes los apagones en España por la penuria energética de aquellos años y la debilidad general del régimen, por sus ansias autárquicas y el aislamiento internacional. La excusa era la de la "pertinaz sequía" y se hizo tan famosa que se convirtió en chufla nacional. Sin pantanos suficientes y escasos de agua, las centrales hidroeléctricas no eran capaces de producir la energía que se necesitaba. Hasta finales de la década de los años 50 no comenzó a solucionarse el problema. Al ver cómo se esforzaba ayer el ministro Óscar Puente en subrayar el "grave acto de sabotaje" que ha vuelto a paralizar el servicio ferroviario español, se ha venido a la cabeza la pertinaz sequía. "Quien lo ha hecho sabía lo que hacía, porque no había cámaras" en la zona en la que se robaron los cables, enfatiza el ministro para adornarse con un aire de misterio.

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