:format(png)/f.elconfidencial.com%2Fjournalist%2Ff44%2Faae%2F358%2Ff44aae35831f1c05491bc0305c2ad703.png)
Matacán
Por
La ruptura de los Pedros y los Sánchez
Es la primera vez en la historia del PSOE en la que se plantea una batalla interna a partir de una sola persona, un hiperliderazgo que ha aplastado el debate interno en la organización
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F02a%2F8cb%2F0de%2F02a8cb0de09c818f77e440f2edebda91.jpg)
"Pues claro que apoyé a Pedro para que fuera secretario general. Pero de eso hace ya mucho tiempo; ahora estoy en contra de Sánchez". La diferenciación que acaba de hacer este hombre, un socialista de muchas décadas de militancia, me ha sobresaltado. Es la primera vez en la historia del PSOE en la que se plantea una batalla interna a partir de una sola persona. Dentro del Partido Socialista existe una clara división entre quienes apoyaron a Pedro Sánchez en sus primeros años de Gobierno pero se rebelaron contra su deriva de ‘cambios de opinión’ y quienes lo siguen respaldando ciegamente, por encima de bandazos históricos como el apoyo a los herederos políticos de ETA, la ley de amnistía y las negociaciones fuera de España con un fugado de la Justicia.
La circunstancia es excepcional porque no existe ninguna referencia interna que abandere o represente a los primeros, que siguen siendo militantes pero sin posibilidad alguna de oponerse en los órganos del partido. Apoyaron a Pedro, pero están en contra de Sánchez, del sanchismo, que es el hiperliderazgo que ha aplastado todo debate interno. Esa es la diferencia que establece el actual secretario general del PSOE, un momento que es único en toda su historia. Podemos fijarnos en lo ocurrido en el periodo democrático, aunque también podría extenderse el análisis a otras etapas anteriores en sus más de cien años de historia. Nunca ha existido tanta planitud.
Un año antes de que se muriese el dictador, ya existía una pugna trascendental en el PSOE entre los socialistas del interior y los del exilio, que se resolvió en el famoso congreso de Suresnes, en noviembre de 1974. Rodolfo Llopis, que mantenía la secretaría general desde 1944, la dejó ante la irrupción de un grupo de socialistas jóvenes, entre los que se encontraban Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo o Enrique Múgica. También entre ellos existían diferencias políticas importantes, pero el liderazgo superior, e indiscutible, de González acabó resolviéndolas. Hasta que se produjo una fractura interna mayor, la del propio Felipe con Alfonso Guerra, que dio lugar a una ‘guerra civil’ dentro del partido, dividido entre ‘renovadores’ y ‘guerristas’. Pasada esa etapa, la confrontación interna se mantuvo con opciones diferenciadas, como la de José Borrell contra Joaquín Almunia; la de Rodríguez Zapatero contra José Bono y la de Alfredo Pérez Rubalcaba contra Carmen Chacón.
Todo cambia a partir de la irrupción de Pedro Sánchez en la lucha contra la secretaría general. Cuando se impuso a Susana Díaz en las elecciones primarias de 2017, había muchos que le apoyaban por la apuesta, inteligente en aquel momento, de ofrecer un discurso nítido de izquierdas para neutralizar la mayor amenaza electoral de esos años, que era la irrupción de Podemos y la disputa de la hegemonía de la izquierda. Esa táctica dio resultados para la ‘marca PSOE’, es indiscutible, también, en buena parte, por el cainismo de Podemos, pero lo que fue aflorando de forma paralela es el verdadero carácter político de Pedro Sánchez. El sanchismo no es una corriente dentro del PSOE, sino un movimiento de adhesión incondicional al líder. Nada existe frente al sanchismo porque quienes se oponen, que no son pocos ni irrelevantes, no tienen ningún referente. Aquel que muestre su oposición a que se amnistíe a un prófugo de la Justicia o a que se apoye a alcaldes batasunos, será tachado de haberse vendido a la derecha.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F859%2F5ab%2F0f0%2F8595ab0f0934b00a4e67b1910b874a6f.jpg)
Las primarias que auparon a Sánchez afectaron a la naturaleza del partido y convirtieron la secretaría general en un liderazgo cesarista. En buena medida, es una consecuencia inevitable del propio modelo asambleario, ya que reduce el poder de los órganos internos del partido. El líder establece una conexión directa con los militantes y puede prescindir del poder de los barones territoriales y de las distintas corrientes internas. Ese modelo, que se impulsó para hacer más democráticas las organizaciones políticas, ha acabado degenerando en lo contrario. El error lo acabaron reconociendo los propios ideólogos de las primarias en el PSOE, como el catedrático gaditano Ramón Vargas Machuca, que le dijo a El Confidencial: "El propósito de las primarias era saludable y alguna buena razón lo avalaba. Pero, a su pregunta sobre si me equivoqué, le contesto que sí. Me guiaba una buena intención; una más de las que el infierno está empedrado. El debate interno de ideas se ha ido apagando y, lo que es peor, con Pedro Sánchez se ha entronizado el cesarismo, el caudillismo".
En un partido político, se pueden tragar sapos, en ocasiones, pero no se deben tragar culebras, decía Vargas Machuca. Pero el cesarismo de Pedro Sánchez ha convertido la militancia en un ejercicio de fe ciega a todo lo que se diga, aunque sea lo contrario de lo que se afirmaba el día anterior. Ahí es cuando comienza la distinción entre quienes apoyaron a Pedro y ahora se oponen a Sánchez porque no todos están dispuestos a girar sobre sus principios al ritmo que lo hace el líder socialista. Felipe González suele repetirlo en muchas de sus entrevistas y conferencias: "Yo he estado muchas más veces de acuerdo con Pedro Sánchez que Pedro Sánchez consigo mismo". Los famosos ‘cambios de opinión’ del presidente del Gobierno no tienen nada que ver con los análisis políticos o con la adaptación del discurso a nuevas realidades sociales. Sus cambios de opinión están motivados por sus necesidades personales. Pedro Sánchez cambia de opinión para seguir viviendo políticamente, nunca por el interés general. Por el interés general, es capaz de decir un día una cosa y, por su interés personal, puede sostener la contraria al poco tiempo. Por esa razón, en el PSOE de este momento de su historia hay más gente que nunca que se identificaría con aquella sentencia de un veterano socialista y maestro de la Filosofía del Derecho, Elías Díaz, ya fallecido, cuando decía: "Soy militante, pero no simpatizante".
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F5b3%2F33c%2Fb50%2F5b333cb506363d1cfd897fc6d51b3aa9.jpg)
"Pues sí, apoyé a Pedro y ahora estoy en contra de Sánchez, porque no soporto la idea del sanchismo y en lo que se ha convertido", remarca este experimentado socialista antes de pedirse un segundo café. "Es, por ejemplo, justo lo contrario de lo que ha ocurrido con José Luis [Rodríguez Zapatero]. En alguna ocasión, se lo he dicho. ‘A ver, querido José Luis, que podemos hablar de todo, pero no vayas dando lecciones porque aquí quien se ha movido ha sido tú". También eso es significativo, que sea Zapatero el principal referente de los que apoyan a Pedro Sánchez. "Tiene madera de líder y la capacidad para que el PSOE vuelva a ganar elecciones", decía Zapatero cuando elogiaba a Susana Díaz y censuraba el giro hacia la izquierda que proponía Pedro Sánchez: "Si no defendemos nuestra historia y lo que hemos hecho, seremos fantasmas". Su pensamiento de ahora es el contrario, ve en Pedro Sánchez a un líder valiente, que representa la mejor historia del PSOE y que "abre caminos de progreso" con su defensa de valores y principios éticos. "La derecha no soporta que el líder progresista de referencia en el mundo y Europa sea Pedro Sánchez", como dijo Zapatero en un mitin de las elecciones europeas del año pasado. Pero el expresidente Zapatero, en todo caso, es un mero lobista que va a su interés, es la excepción en este momento excepcional en el que el PSOE se ha dividido, y apagado, en torno a un solo líder, a partir de la ruptura de los Pedros y de los Sánchez.
"Pues claro que apoyé a Pedro para que fuera secretario general. Pero de eso hace ya mucho tiempo; ahora estoy en contra de Sánchez". La diferenciación que acaba de hacer este hombre, un socialista de muchas décadas de militancia, me ha sobresaltado. Es la primera vez en la historia del PSOE en la que se plantea una batalla interna a partir de una sola persona. Dentro del Partido Socialista existe una clara división entre quienes apoyaron a Pedro Sánchez en sus primeros años de Gobierno pero se rebelaron contra su deriva de ‘cambios de opinión’ y quienes lo siguen respaldando ciegamente, por encima de bandazos históricos como el apoyo a los herederos políticos de ETA, la ley de amnistía y las negociaciones fuera de España con un fugado de la Justicia.