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Liderazgo y equipo, no hay más fórmulas en política
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Javier Caraballo

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Liderazgo y equipo, no hay más fórmulas en política

El presidente del PP no cuaja como líder de la oposición y, como lo saben, por eso buscan un revulsivo pese a que a Pedro Sánchez le crecen los problemas grandes, pequeños y medianos

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), junto al líder de los populares andaluces, Juanma Moreno. (EFE/Rafa Alcaide)
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo (i), junto al líder de los populares andaluces, Juanma Moreno. (EFE/Rafa Alcaide)
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Alberto Núñez Feijóo es menos líder hoy que cuando llegó a la presidencia del Partido Popular. Punto. Separemos esa evidencia del resto del análisis, porque todo lo demás es consecuencia de esta certeza inapelable. Cuando asumió la presidencia del PP, su liderazgo generaba más confianza de la que genera ahora dentro de su propio partido, lo que constituye un baldón demasiado pesado para el líder de la oposición en el actual momento de España. ¿Cuántos ciudadanos se habrán preguntado en los últimos qué más tiene que suceder en España para que despegue el Partido Popular y aleje todas las dudas que existen? ¿Y cuántos no están temiendo que, de aquí a unos meses, se convoquen unas nuevas elecciones generales y que a Núñez Feijóo le vuelva a ocurrir lo mismo, que no logre gobernar aunque gane otra vez en las urnas?

Las respuestas a esas preguntas no son simples, claro, y mucho de lo que podamos responder tiene que ver con aspectos sociales y electorales propios de España y también con otros que son comunes a otros países, como la mentalidad polarizada de la sociedad, la radicalización, y el descreimiento de la realidad, el desprestigio de la verdad, como vienen alertando los filósofos desde hace años. Pues bien, por encima de todo eso, está el liderazgo de una persona, que es la única circunstancia que puede sobreponerse a todo lo anterior, a esa inercia nacional y mundial que es como un mar de fondo capaz de arrastrarlo todo. Feijóo no ha cumplido con esa expectativa fundamental de generar una ilusión de gobierno capaz de unificar a todos aquellos que están descontentos con la acción del Gobierno.

Podríamos pensar que, quizá, lo primero que le ha pasado a Alberto Núñez Feijóo es que le ha llegado la presidencia nacional del Partido Popular en el peor momento para él mismo, para que le pudieran salir bien sus planes. Eran planes muy sencillos: dejar la presidencia de la Xunta de Galicia, aprovechando el vacío de poder que existía en el Partido Popular, para enfrentarse a Pedro Sánchez cuando se iniciaba el declive socialista, tanto en su partido como en el Gobierno. La ‘guerra civil’ que había provocado el anterior presidente de los populares, Pablo Casado, se podrá estudiar en el futuro como un ejemplo nítido de atrevimiento y de prepotencia, que acaba en suicidio político. O lo que es lo mismo: tomar decisiones graves sin saber siquiera dónde se está de pie. T

odo aquello ocurrió en febrero de 2022 y el absurdo de Casado, junto a su equipo al completo, llevó al Partido Popular al borde de la ruptura. No es un juego de palabras: el presidente del PP de Andalucía ha desvelado en alguna ocasión que barajaron la posibilidad en aquellos días de crear un partido propio de centro derecha en Andalucía y la presidenta de la Comunidad de Madrid era la que convocaba manifestaciones en la sede del PP contra el presidente de su propio partido, un episodio insólito en la política española. En ese caos monumental, terminal, llegó Feijóo, con la credencial de cuatro mayorías absolutas en Galicia y un perfil consolidado de buen gestor, moderado y eficaz. No le hizo falta ni un congreso de confrontación con otro candidato, porque su elección fue por exclusión y por el trámite de urgencia.

Foto: Alberto Núñez Feijóo en el Congreso. (EP/Alejandro Martínez Vélez) Opinión
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Si se repasa la trayectoria política de Feijóo, lo que más nos puede sorprender es que, quizá, nunca ha sido la clase de político que la mayoría pensaba, o pensábamos, que era. La imagen que se había fabricado en toda España era un presidente moderado, al frente de un gobierno estable, y con un enorme carisma. Pero a esa impresión le faltaba añadirle el contexto en el que se produjo: una comunidad en la que el Partido Popular ha ganado en todas las elecciones durante cincuenta años, con pleno dominio de la realidad social y mediática, y ante una izquierda autodestructiva por sus propios enfrentamientos. Es decir, nos hicimos una imagen de Feijóo en un entorno político y social que es todo lo contrario de lo que le aguardaba en España.

Lo que, de forma sistemática, señalan muchos dirigentes y diputados del PP es que Alberto Núñez Feijóo no ha sabido adaptarse y, a medida que han pasado los meses y los años, desde aquel febrero de 2022, se ha ido rodeando de más fieles. A la pregunta, ya formulada otras veces, de cuál fue el último gran discurso de Feijóo que te dejó impresionado por su valía, por su originalidad, por su profundidad. Se ha rodeado de fieles y de compromisos y nada habría que objetarle si, al menos, el equipo contribuyese a mejorar al líder, pero es que sucede todo lo contrario. El discurso previsible que se le pueda achacar a Feijóo es mercancía averiada, por insignificancia, cuando lo articula la mayoría de los que le rodean. Tampoco de ellos se puede esperar alguna profundidad ideológica o la simple convocatoria de una rueda de prensa en la que, por revelaciones obtenidas por su propio trabajo parlamentario, logren poner en apuros al Gobierno de Pedro Sánchez.

Foto: Alberto Núñez Feijóo interviene en el congreso del PPE. (Europa Press) Opinión
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Lo que sí hacen todos al unísono es pedir la dimisión del presidente y la convocatoria de elecciones anticipadas. Variaciones múltiples sobre lo mismo: que caiga Sánchez. Se lo han pedido "formalmente", sin que esa formalidad anunciada significara una iniciativa en el Congreso de los Diputados. "Vengo a pedir formalmente la dimisión del presidente del Gobierno porque es el 1 en decadencia y el 0 en servicio público; Sánchez está rodeado de corrupción en su entorno", dijo Feijóo, con toda solemnidad, y allí se quedó la declaración. También ha querido incitar a los socios parlamentarios de Pedro Sánchez para que lo abandonen, pero de igual forma sin resultado alguno, más allá de algunas polémicas absurdas. "Ya no hay derecha ni izquierda, hay mentira y verdad. O se está con la trama corrupta o con la gente", dijo Feijóo en otra ocasión. Lo ha pedido con guasa ("Aguanta Pedro, no dimitas porque no mereces irte con un mínimo de honor. Aguanta Pedro porque te vamos a echar los españoles libre y democráticamente") y lo ha pedido utilizando el ejemplo de otros líderes extranjeros, cuando se ha terciado ("Hay políticos que ponen a su partido y a su país por encima de las preferencias personales. Cuánto daríamos de que esto ocurriese en España"). Un abanico completo de lo mismo.

Nada de lo dicho, en todo caso, presupone que el liderazgo de Feijóo esté siendo cuestionado internamente y, mucho menos, que existan otros líderes del Partido Popular que aspiren a sustituirlo, antes de llegar a las próximas elecciones generales. Este congreso de ahora, que no estaba previsto tan temprano, debe obedecer a la necesidad que encuentran en el Partido Popular aquellos que temen que, si no se activa al electorado y a la militancia, puede volver a ocurrirles lo mismo. No les falta razón, pero que piensen que no hay más fórmula de éxito en política que la que consiste en un buen líder y un gran equipo.

Alberto Núñez Feijóo es menos líder hoy que cuando llegó a la presidencia del Partido Popular. Punto. Separemos esa evidencia del resto del análisis, porque todo lo demás es consecuencia de esta certeza inapelable. Cuando asumió la presidencia del PP, su liderazgo generaba más confianza de la que genera ahora dentro de su propio partido, lo que constituye un baldón demasiado pesado para el líder de la oposición en el actual momento de España. ¿Cuántos ciudadanos se habrán preguntado en los últimos qué más tiene que suceder en España para que despegue el Partido Popular y aleje todas las dudas que existen? ¿Y cuántos no están temiendo que, de aquí a unos meses, se convoquen unas nuevas elecciones generales y que a Núñez Feijóo le vuelva a ocurrir lo mismo, que no logre gobernar aunque gane otra vez en las urnas?

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