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Matacán
Por
Santos Cerdán, el último eslabón
Si el secretario de organización sólo se preocupaba por obras navarras como diputado nacional, por qué lo resolvía con Koldo y no con altos cargos técnicos y responsables políticos del Gobierno
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El sanchismo ha consolidado un sistema de medidas propio para evaluar la importancia de los escándalos en la fase inicial en la que no sabemos casi nada de ellos. Ese es el gran valor que tiene este sistema, que cuando es imposible vaticinar nada sobre la gravedad de unas primeras acusaciones, es el propio Gobierno quien centra la polémica y le concede al escándalo un nivel 1, 2 o 3 de importancia. Es un medidor de visceralidad y, por tanto, algo muy perceptible porque, nada más aparecer la noticia que se pretende silenciar, ya nos encontramos con el estallido uniforme de todos los portavoces del Gobierno, del PSOE y de sus replicantes, ese magma amplio que se desparrama por redes sociales, tertulias, periódicos, colectivos diversos y hasta chats de colegas en los que alguien cometió el error de aceptar debates políticos. Si en esos foros tan diversos, la reacción está próxima a la irritación, a la ofensa personal, y se vuelcan, fuera de sí, en descalificaciones groseras, es que la avería puede ser gorda. Con el paso del tiempo, las semanas y meses, ya se irán conociendo detalles, más o menos relevantes, pero el nivel de crispación no bajará de tono nunca.
El caso más claro es el de Begoña Gómez, la mujer del presidente del Gobierno, del que siempre recordaremos la intensidad de la campaña desplegada por Pedro Sánchez desde el mismo día que El Confidencial publicó que, curiosamente, tenía una buena relación con Víctor de Aldama, al que acababan de detener por la operación Koldo. Ya veremos en qué queda ese proceso judicial, pero la intensidad de ‘nivel 1’ no ha descendido un ápice en el año transcurrido, ya sea porque en el Gobierno son conscientes de cómo se puede complicar judicialmente el caso o, sencillamente, porque se trata de uno de esos asuntos que a Pedro Sánchez le tocan los cojones, según su propia expresión.
La cuestión es que, con el medidor de visceralidad en la mano, el caso Santos Cerdán se considera igualmente del máximo nivel de gravedad, como un último eslabón. Con lo poco que conocemos en este momento sobre la implicación del secretario de Organización del PSOE en el caso Koldo, el tono de defensa de su inocencia es lo más puede sorprender. La "cacería del progresista", el "tiro al pichón del socialista", dicen sin más; ataques a "un buen hombre" y difamación de "una persona honesta", como dijo el presidente Sánchez en el Congreso, igual que hizo con su mujer.
Pero igual que en aquella ocasión, las preguntas que surgen a partir de las informaciones de El Confidencial son lineales y simples. ¿Qué hace el secretario de organización del PSOE tratando con Koldo de adjudicaciones millonarias a una multinacional, como Acciona? Nada más. Que nos ahorren la nadería de contarnos que todos los diputados del Congreso se interesan por las inversiones en sus provincias, porque si todos mensajes de Santos Cerdán se limitaran a ese interés general, en ningún momento hubiera despertado el interés de los investigadores de la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Igual que la simple pregunta que tenía que contestar Pedro Sánchez es para qué se reunían en tantas ocasiones su mujer con el CEO de Globalia, en esta ocasión lo que tiene que decirnos es por qué un asesor del ministerio de Fomento resolvía, o trataba, sobre adjudicaciones millonarias con el secretario de organización del PSOE.
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Al igual que sucedía con las ayudas a Globalia, no se trata de que ese grupo turístico tuviera más o menos derecho a recibir el respaldo del Gobierno; no, ese es un debate distinto. La cuestión es qué tipo de influencias ejercían sobre su esposa, y por qué el patrón de Globalia, Javier Hidalgo, se encomendaba a ella cuando pensaba que había que desatascar las negociaciones. Si Santos Cerdán sólo se interesaba por las obras públicas que afectaban a Navarra, como buen diputado nacional, la duda es por qué lo resolvía con Koldo, y no con altos cargos técnicos o responsables políticos del Gobierno.
Se entiende poco, y mal, que un mero asesor del ministro de Fomento se convirtiera en el conocedor de las grandes obras públicas del Gobierno. A no ser que la historia sea otra bien distinta y la relación de ambos sea más íntima, más cercana y más antigua, incluso, que la de Koldo con el exministro Ábalos. ¿Acaso no ha repetido cien veces el propio José Luis Ábalos que fue Santos Cerdán quien le recomendó a Koldo García Izaguirre para que fuera su asesor total? Un hombre fiel, discreto y efectivo. Koldo y Cerdán, los dos grandes compañeros del PSOE en Navarra que siguieron colaborando cuando llegaron al Gobierno.
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Pero no avancemos más. Hasta ahora, lo fundamental que sabemos de todo esto es que la Guardia Civil, como adelantó El Confidencial a primeros de marzo, había encontrado mensajes encriptados en un móvil de Koldo García Izaguirre. Y que la relevancia de estos había llevado a la UCO a elaborar un informe para elevarlo al juez. Pues la publicación de algo tan simple les ha parecido una "cacería humana", aunque lo más llamativo siempre es esto de contemplar, entre los replicantes, a periodistas que le quitan importancia a las noticias. Los "tres o cuatro recortes" de periódico con los que intentaron desacreditar las informaciones sobre Begoña Gómez se denominan ahora "casquería" y "meras especulaciones"… Todos a una, y ni siquiera saben por qué dicen lo que dicen porque, como nosotros, sólo conocen una parte ínfima de las investigaciones.
Esto del ‘todos a una’, por cierto, ya lo analizaremos otro día, si eso, pero la inmediatez con la que se transmite el argumentario de defensa del Gobierno es algo prodigioso. Antes de que Bill Gates desarrollara el sistema de actualizaciones automáticas, ya debía existir ese otro modelo humano para la defensa política, que incluye razonamientos concretos, frases iguales, excusas idénticas y, por supuesto, contraacusaciones determinadas. Y todo se difunde al instante y simultáneamente. ¿Tendrán un sistema de actualizaciones mentales? Un misterio más.
El sanchismo ha consolidado un sistema de medidas propio para evaluar la importancia de los escándalos en la fase inicial en la que no sabemos casi nada de ellos. Ese es el gran valor que tiene este sistema, que cuando es imposible vaticinar nada sobre la gravedad de unas primeras acusaciones, es el propio Gobierno quien centra la polémica y le concede al escándalo un nivel 1, 2 o 3 de importancia. Es un medidor de visceralidad y, por tanto, algo muy perceptible porque, nada más aparecer la noticia que se pretende silenciar, ya nos encontramos con el estallido uniforme de todos los portavoces del Gobierno, del PSOE y de sus replicantes, ese magma amplio que se desparrama por redes sociales, tertulias, periódicos, colectivos diversos y hasta chats de colegas en los que alguien cometió el error de aceptar debates políticos. Si en esos foros tan diversos, la reacción está próxima a la irritación, a la ofensa personal, y se vuelcan, fuera de sí, en descalificaciones groseras, es que la avería puede ser gorda. Con el paso del tiempo, las semanas y meses, ya se irán conociendo detalles, más o menos relevantes, pero el nivel de crispación no bajará de tono nunca.