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La apasionada torpeza de Díaz Ayuso
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Javier Caraballo

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La apasionada torpeza de Díaz Ayuso

La presidenta de Madrid puede quejarse con razón de cómo utilizan a su familia, del acoso a su novio, pero lo que más debería preocuparle es su propia desmesura, sus despropósitos

Foto: Isabel Díaz Ayuso. (Europa Press)
Isabel Díaz Ayuso. (Europa Press)
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Los cementerios políticos están repletos de líderes apasionados que no supieron contenerse. La pasión, ay, la pasión… En política es tan importante que un líder político se muestre como una persona apasionada, como es del todo contraproducente que se deje arrastrar por la pasión. La pasión es el medio, el mensaje, no el objetivo ni el fin. En la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lo podemos ver muy claro: la pasión que la ha elevado al pedestal político en el que se encuentra es, al mismo tiempo, su mayor debilidad. Por la soberbia que destila. Ese es el problema, que cuando la pasión te desborda se convierte en soberbia. Y la soberbia, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, es la enfermedad terminal de los poderosos, lo que les ciega y les hace caer en los mayores errores.

Es exactamente lo que le ocurrió a la presidenta madrileña cuando, hace un año, se conoció el procesamiento de su pareja, González Amador, por un presunto fraude a la Hacienda pública. Dado que no se trata de un caso de corrupción política, la reacción inteligente de la presidenta de la Comunidad de Madrid fue la primera que tuvo, distanciándose de todo: "Yo tengo que responder por la Comunidad de Madrid, por la gestión que realiza mi Gobierno, trabajando, intentando siempre dar lo mejor de nosotros mismos, a pesar de las dificultades y de soportar siempre estas cosas". Si le hubiera añadido, además, que en España todo el mundo debe cumplir con sus obligaciones con Hacienda, al tiempo que tiene derecho a defenderse de los abusos tributarios que considere; si ese hubiera sido el discurso, nada que objetar.

Pero no. Fue más allá y disparató con estruendo: "Es una persecución política escandalosa donde todo huele a turbio, una campaña de los poderes del Estado. [Mi novio] está sufriendo una inspección fiscal salvaje que afecta a 2018, 2019, 2020, 2021 y ahora pretenden que sea el 2022 para retrasar los casi 600.000 euros que Hacienda le debe". Un año después, nada de eso se sostiene y su pareja, Alberto González Amador ha sido procesado por fraude fiscal y falsificación de documentos. En lo que Isabel Díaz Ayuso tenía razón es en la utilización política que se ha hecho de los problemas privados de su pareja con la Agencia Tributaria.

No hay duda alguna en todo eso: el Gobierno de Pedro Sánchez comenzó a airear el ‘caso González Amador’ para intentar difuminar el escándalo de su esposa, que habíamos conocido por las informaciones de El Confidencial tan solo unos días antes. Para poner en marcha el famoso ‘ventilador’, el aparato propagandístico del Gobierno activó todos los medios a su alcance para encontrar una polémica simétrica en la oposición del PP. Del uso sectario y descarado de las instituciones, de esa maquinaria de fango, nos queda aún el procesamiento del fiscal general del Estado, exponente máximo de hasta dónde está dispuesto a llegar el presidente Sánchez para protegerse. Pero el uso espurio de una causa judicial no invalida la causa, aunque la desvirtúe.

Foto: Fachada del Tribunal Supremo. (Carlos Luján/Europa Press)

El novio de Díaz Ayuso no está acusado de haber defraudado 350.000 euros a Hacienda por una invención de "los poderes del Estado". Y mucho menos le reclaman esa cantidad para no tener que pagarle una deuda de más de medio millón de euros. Si ha cometido el fraude o no, ya lo determinarán los tribunales. Puede ocurrir, perfectamente, que la Justicia acabe dándole la razón, como ha sucedido hace tan solo un par de semanas con el nuevo entrenador del Real Madrid, Xabi Alonso, que ha ganado todos los juicios en los que le acusaban de un fraude similar y le pedían hasta dos años y medio de cárcel. Pese a los muchos defectos y vicios del sistema, solo un frívolo o un insensato puede cuestionar la confianza en el Estado de derecho denunciando grandes conspiraciones cuando las causas judiciales le afectan personalmente.

La estrategia, además, de Díaz Ayuso parece cada vez más tosca; es como de zarpazo de oso, trazo grueso, una patada en la entrepierna sin dejar de mirarte a los ojos. Hace unos meses, a finales de octubre del año pasado, la presidenta de la Comunidad de Madrid aprovechó su presencia en unos actos festivos de El Confidencial, la VII edición de los Premios Influyentes que reúne a empresarios, científicos, artistas, escritores, para afirmar en su discurso que "España ya es un estado policial [en el que] la judicatura, la policía y las grandes instituciones públicas están tomadas por activistas políticos".

Foto: Manifestación de las asociaciones de los familiares muertos. (EFE/Óscar Guillén)

Se comprende que en una sociedad polarizada ese mensaje extremo es, precisamente, el que espera el electorado de derecha, y sobre todo antisanchista, que apoya de forma abrumadora a Isabel Díaz Ayuso. Nadie discute que ese discurso tendrá rentabilidad política para quien lo pronuncia, pero la responsabilidad de un dirigente político, sobre todo de un representante del Estado, tiene el límite preciso del respeto y la confianza en las instituciones, principalmente en aquellas que velan por el cumplimiento de la legalidad. Si la presidenta de la Comunidad de Madrid no acaba de entenderlo, que se mire en el espejo de Pedro Sánchez porque, al final, los dos acaban dañando la confianza en el sistema democrático. La pasión es una cualidad política imprescindible y, por esa razón, Isabel Díaz Ayuso es la dirigente política más reconocible de la derecha española. Pero la pasión sin control ni medida es una forma de torpeza, de torpeza apasionada.

Los cementerios políticos están repletos de líderes apasionados que no supieron contenerse. La pasión, ay, la pasión… En política es tan importante que un líder político se muestre como una persona apasionada, como es del todo contraproducente que se deje arrastrar por la pasión. La pasión es el medio, el mensaje, no el objetivo ni el fin. En la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, lo podemos ver muy claro: la pasión que la ha elevado al pedestal político en el que se encuentra es, al mismo tiempo, su mayor debilidad. Por la soberbia que destila. Ese es el problema, que cuando la pasión te desborda se convierte en soberbia. Y la soberbia, ya lo hemos dicho en otras ocasiones, es la enfermedad terminal de los poderosos, lo que les ciega y les hace caer en los mayores errores.

El Confidencial Xabi Alonso Real Madrid
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