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Los incendios del cambio climático (o no)
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Javier Caraballo

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Los incendios del cambio climático (o no)

Una de las primeras banalidades de la polarización, que todavía se arrastra, tiene que ver con la misma existencia del calentamiento de la Tierra y de las consecuencias que tiene

Foto: Varias personas luchan contra las llamas del incendio de A Gudiña (Ourense). (EFE/Sxenick)
Varias personas luchan contra las llamas del incendio de A Gudiña (Ourense). (EFE/Sxenick)
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Sólo hay algo más absurdo, por ignorante, que la negación del cambio climático y es la atribución de todo lo que ocurre en la naturaleza a las consecuencias del cambio climático. Pues claro que existe el cambio climático, y hasta quienes lo niegan con la evidencia histórica de que el clima en la tierra siempre ha sido cambiante, con lo cual no hay novedad alguna en estos tiempos; hasta quienes defienden esta tesis no se dan cuenta de que, en realidad, están afirmando que el cambio climático existe. Otra cosa es que, además, pongan en duda que los cambios del clima o de la composición de la atmósfera se han acelerado por la acción del hombre, pero eso ya forma parte de la negación de la ciencia, de la evidencia científica que demuestra, por ejemplo, que el calentamiento actual de la Tierra está ocurriendo a un ritmo no visto en los últimos 10.000 años (fuente, la NASA).

Ante esta realidad, es evidente que el clima influye en la existencia de una oleada de incendios como la que se está viviendo en España, sobre todo en un verano tórrido como este que ha estado precedido de una intensa temporada de lluvias en las estaciones anteriores. Otra cosa bien distinta es que podamos afirmar que los incendios que asolan varias provincias españolas, de norte a sur de la península, son consecuencia del cambio climático. También esto último es insostenible y fácilmente rebatible: a los pirómanos no los ha traído el cambio climático.

Esta última evidencia, evidencia boba, se deduce de la cifra que se viene repitiendo todos los veranos, tras cada oleada de incendios forestales: la inmensa mayoría de las catástrofes de esta naturaleza se producen por la acción del hombre. Sólo un diez o un 15% de los incendios forestales se producen por causas naturales, con lo que, claramente, estamos hablando de un fenómeno antropogénico. Sin lugar a duda, por tanto, no es producto del cambio climático, pero sí de los cambios en las costumbres del ser humano. Desde la erradicación de múltiples tareas domésticas, agrícolas y ganaderas hasta la aparición de conductas inexplicables del comportamiento humano. Por ejemplo, la sobrecogedora información de estos días de que uno de los autores de uno de los incendios fue provocado por un brigadista, el brigadista de Ávila, como se le ha conocido.

Un bombero de Andalucía contaba ayer en El Confidencial que se trata de un caso "muy usual por las zonas del norte". Y añadía el móvil más triste que pueda imaginarse: "Entre no llevar dinero a casa y llevar dinero a casa y meterle fuego al monte, hacían lo segundo". No, claro que no, no estamos hablando de cambio climático. Ni siquiera de contratos precarios que se puedan dar en la administración pública. Esa forma de ser y de actuar forma parte de algo más complejo que no acabamos de comprender.

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Tampoco tiene nada que ver con el cambio climático -que existe, que es real, volvamos a subrayarlo- los cambios radicales en nuestros hábitos cotidianos. En el último medio siglo, quizá más allá, este país ha pasado de vivir en el medio rural a vivir al abandono progresivo hasta llegar a lo que ahora conocemos como ‘la España vacía’, siguiendo el acertado concepto de Sergio del Molino. Es la propia Greenpeace la que afirma que en este medio siglo en España se han abandonado cuatro millones de hectáreas de terreno de cultivo. Sumémosle a esa cifra la desaparición de oficios aparejados a la propia evolución de la sociedad, desde los carboneros que preparaban el cisco picón que calentaba en los braseros de los hogares de media España hasta la evolución de la ganadería en las grandes producciones de la actualidad. Todo eso, que ha desaparecido, es combustible para los incendios forestales.

En las circunstancias actuales, dice Greenpeace: "España es el segundo país con más superficie forestal de la UE y, sin embargo, hay dos terceras partes en riesgo de desertificación. Esto no son mensajes antagónicos. El abandono de tierras de cultivo y la falta de gestión de masas forestales, ha derivado en un paisaje altamente inflamable. Si ese paisaje no lo gestionamos, lo hará el fuego de manera devastadora".

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Esto último es lo que está ocurriendo. Se trata de ir sumando factores, además del cambio climático que no se discute. Pero, evidentemente, hay más: las administraciones públicas no pueden gastar más dinero en la propaganda verde que en los servicios de prevención y de extinción de incendios. De forma general, el Estado y las autonomías han ido abandonando la inversión en el cuidado de los bosques de una forma asombrosa, hasta un 30% menos en los últimos quince años. En ese abandono progresivo, hay comunidades autónomas, como Castilla y León, en la que la inversión en los servicios de prevención y extinción de incendios se sitúa cuatro veces por debajo de lo que se invierte en otras, como Andalucía.

Cada incendio, cada catástrofe ambiental tiene muchos más componentes de responsabilidad que los que, por desgracia, se utilizan a diario en la trifulca política. Banal, elemental y hasta insultante. Pero volvamos al principio. Una de las primeras banalidades de la polarización, que todavía se arrastra, tiene que ver con la misma existencia del calentamiento de la Tierra y de las consecuencias que tiene, como la magnitud de los incendios forestales. Es cierto, pero no es la única causa de una oleada de fuego como la que está asolando España.

Sólo hay algo más absurdo, por ignorante, que la negación del cambio climático y es la atribución de todo lo que ocurre en la naturaleza a las consecuencias del cambio climático. Pues claro que existe el cambio climático, y hasta quienes lo niegan con la evidencia histórica de que el clima en la tierra siempre ha sido cambiante, con lo cual no hay novedad alguna en estos tiempos; hasta quienes defienden esta tesis no se dan cuenta de que, en realidad, están afirmando que el cambio climático existe. Otra cosa es que, además, pongan en duda que los cambios del clima o de la composición de la atmósfera se han acelerado por la acción del hombre, pero eso ya forma parte de la negación de la ciencia, de la evidencia científica que demuestra, por ejemplo, que el calentamiento actual de la Tierra está ocurriendo a un ritmo no visto en los últimos 10.000 años (fuente, la NASA).

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