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El poder mental de Putin que arrolla a Trump
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Javier Caraballo

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El poder mental de Putin que arrolla a Trump

El presidente ruso estará utilizando las técnicas que aprendió en el KGB y tiene al presidente de Estados Unidos de portavoz de sus sueños imperialistas, como cuando la Guerra Fría

Foto: Putin junto a Trump tras su encuentro en Alaska. (Kremlin)
Putin junto a Trump tras su encuentro en Alaska. (Kremlin)
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Donald Trump parece hipnotizado por Vladimir Putin. Existen demasiados detalles reveladores en el encuentro de ambos en Alaska como para no pensar que algo sobrenatural está sucediendo, más allá de lo que se nos permite ver y escuchar. Sólo apreciamos que es Vladimir Putin quien domina la escena y que Donald Trump aparece a su lado sumiso y complaciente. Es decir, lo contrario de lo que se puede esperar del extravagante presidente norteamericano y de su forma de ser y de actuar.

Trump no es Trump cuando está frente a Putin. Entre ellos hay una batalla de poder mental que recuerda a aquellas partidas de ajedrez de la Guerra Fría, en la que algunos ajedrecistas llegaron a aparecer con unas gafas de sol de espejos para repeler la mirada penetrante de su rival. Para que nadie se sienta ofendido, aclaremos que no se trata de frivolizar la historia de aquellas míticas partidas de ajedrez, sobre las que se han publicado ensayos y novelas, documentales y películas.

Las partidas de Bobby Fisher contra Boris Spasky o las de Anatoly Karpov contra Viktor Korchnói formaban parte de la tensión entre el imperio americano y el ruso, un pulso de las dos potencias con la misma intensidad que la carrera del espacio y con la intriga de todas las historias de espionaje y contra espionaje de aquellos años del siglo pasado, antes de que se desmoronase el bloque soviético.

En aquel contexto -y seguro que habrá quien lo recuerde aún- una partida de ajedrez entre el campeón de Estados Unidos y el de la Unión Soviética (Fisher-Spasky) o la de estrella soviética contra un desertor (Karpov- Korchnói), alcanzaban la notoriedad de noticia mundial. Si el presidente ruso ingresó en la temible KGB en aquella época, en la mitad de los años 70, está permitido que pensemos que fue entonces cuando se instruyó en las técnicas de control mental que ahora utiliza para dominar a Donald Trump y que sea el protagonismo soviético de aquellos años el que quiere resucitar Vladimir Putin con la ayuda de Estados Unidos. Quién lo iba a decir…

Putin voló hacia EEUU por el mero placer de ser recibido allí por su presidente, pero sin intención de concederle nada

Sucede, además, que las biografías de ambos comienzan a entrelazarse hace nueve años, en las elecciones estadounidenses en las que Donald Trump venció a Hilary Clinton con la ‘inestimable’ ayuda del presidente ruso para ensuciar, intoxicar y polarizar la campaña estadounidense. El periódico The Guardian publicó hace unos años una serie de documentos internos del Kremlin en los que se desvelaba que fue el propio Putin el que dio órdenes a sus servicios secretos para poner en marcha esa campaña de agitación social en Estados Unidos y de ciberataques contra el Partido Demócrata para debilitar la candidatura de Clinton y reforzar las opciones de triunfo de Trump.

En esos documentos, según The Guardian, se recogía que la predilección de Putin hacia Donald Trump se debía a que lo consideraba un futuro presidente más manejable que otros al ser "mentalmente inestable". Es decir, exactamente lo que puede observar cuando se reúnen los dos, como el otro día en Alaska, y vemos cómo Vladimir Putin es el que maneja la escena, los tiempos.

Foto: Putin y Trump durante una breve rueda de prensa tras su reunión. (EFE)

Tan pronto rompe el protocolo y se sienta en ‘la bestia’, que es como llaman al coche oficial del presidente de los Estados Unidos, como pasa revista a las tropas paseando por la alfombra roja con aire displicente o reduce a la nada todas las expectativas de su visita. Ningún acuerdo, ningún compromiso, ninguna promesa. Putin voló hacia Estados Unidos por el mero placer de ser recibido allí por su presidente, pero sin intención de concederle absolutamente nada. Lo esencial era la burla retransmitida por las televisiones de todo el mundo: un tipo sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra, repanchingado en el asiento de atrás de la limusina más famosa de los Estados Unidos.

Ahora, comparemos todo lo anterior con la visita de ayer del presidente de Ucrania a la Casa Blanca acompañado de una potente delegación de la Unión Europea, hasta ocho presidentes y altos representantes entre los que, obviamente, no se encontraba el presidente español, Pedro Sánchez, carente ya de todo protagonismo internacional. Nada más bajarse del avión en Washington, lo primero de lo que informaron a Zelenski fue de un nuevo ataque de los tanques rusos a ciudades ucranianas, con catorce muertos y decenas de heridos. Luego se reunió con Trump, solícito portavoz de las exigencias del líder ruso para dejar de agredir a sus vecinos, como viene haciendo desde hace tres años.

De la misma forma que, en 2014, se anexionó la península de Crimea y se comprometió a no volver a atacar a Ucrania, ahora exige la entrega de la región del Donbás con la misma promesa, palabra de sátrapa. Con lo cual, lo que podemos tener muy claro es que la aceptación de las exigencias de Putin lo único que pueden garantizarnos son problemas más graves para el futuro. No sólo en Rusia, sino para otros muchos países vecinos, en todos los continentes, en los que, en la actualidad, existan tensiones territoriales. Hasta ahora, desde la Segunda Guerra Mundial, que comenzó de la misma forma, todos esos conflictos se resolvían con el castigo del agresor y la devolución de los territorios conquistados.

Foto: Zelenski, con el enviado especial de la Casa Blanca, Keith Kellogg. (EFE)

A partir de ahora, si Vladimir Putin consigue sentar el precedente de su victoria en Ucrania, ya no habrá posibilidad de detenerlo, ni a él ni a quienes se le parecen en todo el mundo. De hecho, como se destaca siempre en la prensa neoyorquina, el conflicto ucraniano ya es una cuestión superada para el presidente ruso y, por esa razón, en cuanto se zanje, empezará con nuevas exigencias de "las causas profundas" por las que Rusia se decidió a invadir Ucrania. Una vez más, se quiere culpar a occidente del fracaso de otros, como el hundimiento del comunismo soviético y la crítica situación económica del país, al borde del colapso. En esas está Putin, con sueños imperiales de Guerra Fría y renacimiento de la URSS. En fin.

Si la Unión Europea acepta el final de este conflicto sin que se cumplan ninguna de sus exigencias (alto el fuego antes de cualquier negociación, desalojo de los territorios ocupados y restablecimiento de las fronteras de hace tres años, apoyo a Ucrania para ingresar en la OTAN y garantías de seguridad de que Rusia no volverá a agredir a sus vecinos), la derrota puede suponer el principio del fin de esta organización. El sueño europeo convertido en pesadilla.

Donald Trump parece hipnotizado por Vladimir Putin. Existen demasiados detalles reveladores en el encuentro de ambos en Alaska como para no pensar que algo sobrenatural está sucediendo, más allá de lo que se nos permite ver y escuchar. Sólo apreciamos que es Vladimir Putin quien domina la escena y que Donald Trump aparece a su lado sumiso y complaciente. Es decir, lo contrario de lo que se puede esperar del extravagante presidente norteamericano y de su forma de ser y de actuar.

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