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Impotencia y barbarie, el fracaso de Israel
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Javier Caraballo

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Impotencia y barbarie, el fracaso de Israel

La gravedad de la masacre, de los planes de exterminio de Gaza, no merecen discusión pese a que hace dos años ya sabíamos que el atentado de Hamás tenía ese objetivo brutal

Foto: Palestinos caminan por el barrio de Al Remal durante una operación militar israelí en la ciudad de Gaza. (EFE/Mohamed Saber)
Palestinos caminan por el barrio de Al Remal durante una operación militar israelí en la ciudad de Gaza. (EFE/Mohamed Saber)
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Balance de Israel, a los dos años justos del peor atentado de su historia cometido por terroristas palestinos. Ha fracasado en sus objetivos militares, porque Hamás sigue existiendo y los rehenes no han sido liberados, y ha fracasado en sus objetivos internacionales, porque nunca tantos países se habían colocado del lado de Palestina para denunciar la masacre cometida en la Franja de Gaza, con decenas de miles de muertos. El balance de Hamás, como Gobierno de Gaza, ha resultado de la misma forma un absoluto fracaso, pero como en otras ocasiones, conviene dejar claro que el Estado de Israel es el más cercano a nuestra cultura democrática y, por esa razón, es al que más debemos exigirle en el respeto de los derechos humanos. Los terroristas palestinos, como todos los terroristas del fundamentalismo islámico, son sólo eso, escoria asesina, y no cabe otro diálogo con ellos que la persecución y el encarcelamiento. También Hamás, obviamente, tenía unos objetivos concretos cuando cometió su salvaje atentado contra Israel.

Como ya hemos repetido en otras ocasiones, y conviene no olvidarlo nunca, la crueldad y la exhibición del atentado, a través de los vídeos que grabaron para que pudieran verlos todos los israelíes con violaciones, decapitaciones de niños y ejecuciones de familias enteras; esa barbarie retransmitida a toda la sociedad israelí lo único que buscaba es una reacción militar desproporcionada del Gobierno de Netanyahu. Lo que se conseguía con ello era zanjar, de forma inmediata, los acuerdos de amistad que estaban firmando varios países árabes con Israel (los ‘Acuerdos de Abraham’) y la implicación de todo el mundo musulmán en el conflicto bélico. Una guerra total contra Israel. Pero tampoco eso lo han conseguido, porque los demás países musulmanes han mirado para otro lado y ni siquiera Irán, el principal aliado de Hamás, ha querido sumarse a una guerra contra Israel, pese a los ataques de este pasado verano. En este momento, al igual que los terroristas palestinos, se han mostrado favorables al acuerdo de paz de Donald Trump, algo también inesperado que ratifica el fracaso paralelo de Hamás.

No se trata, por tanto, de obviar ni de olvidar cuál ha sido el origen del conflicto, pero las exigencias tienen que centrarse en Israel, que es el régimen y la sociedad que más puede parecerse a la nuestra y a la única que debemos exigir. Han pasado dos años y, ya en aquel momento, se dijo aquí que era del todo imposible que Israel pudiera salir bien parado de la ofensiva de Gaza porque ninguna democracia sabe cómo afrontar una situación así. Nadie va a exigirle a un grupo terrorista que respete los derechos humanos, porque sería una simple imbecilidad, pero un Gobierno democrático sí está obligado a cumplirlos escrupulosamente.

Nadie va a solicitar a la Corte Penal Internacional que juzgue como criminal de guerra a un terrorista de Hamás, pero sí al primer ministro israelí porque representa a un Estado que debe respetar la legalidad internacional. Por tanto, un conflicto abierto entre un país democrático como el nuestro y un grupo terrorista que gobierna en un país vecino siempre será, a esos efectos, una lucha desigual. En ocasiones, también nos hemos planteado un simple cálculo o ejercicio mental, imaginarnos cuál sería nuestra reacción si el atentado simultáneo de 1.200 personas hubiera ocurrido en suelo español, protagonizado por el grupo terrorista de un país vecino. ¿Qué pensaríamos si hubiera ocurrido en España y supiéramos dónde se esconden los asesinos?

Foto: masacre-gaza-derechos-humanos-polarizacion-1hms Opinión
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Con seguridad, nos habría ocurrido algo muy parecido a lo que sucede ahora en Israel, que los propios ciudadanos se están dando cuenta de que el atentado del 7 de octubre ha provocado una enorme división en la sociedad israelí. Israel también está en guerra contra Israel, que es otra de las vertientes de este conflicto. Han pasado dos años del octubre sangriento y, como suelen repetir en muchos de los reportajes que se han publicado, no ha habido en todo este tiempo ni una sola conversación de vecinos, de amigos, de familiares, que no acabe hablando del atentado, de la masacre de Gaza, de la solidaridad internacional a favor de Palestina.

En ocasiones, por culpa de la asfixiante endogamia política de un país como España, pensamos que ha sido aquí donde se pronunciaron los primeros discursos contra los crímenes de guerra del Gobierno israelí. Pero no es así. Hace más de un año, un exjefe del Estado Mayor de Israel, y también ministro de Defensa, Moshe Yaalon, acusó a Netanyahu de estar arrastrando al país "a un camino de ocupación, de anexión y de limpieza étnica". Hace unos días, en un reportaje de The New York Times, el hombre, entre lágrimas, se acordaba de las imágenes del genocidio judío en la Alemania nazi y las comparaba con las imágenes de niños palestinos, cadavéricos, en brazos de sus madres. Y decía Moshe Yaalon: "Ochenta años después del Holocausto, estamos hablando de limpieza étnica, supremacía judía, despejando la ciudad de Gaza de sus habitantes. ¿Son estos los valores del Estado de Israel? Luché para defender el Estado liberal judío y democrático; lo que tenemos ahora es un liderazgo tiránico, racista, odioso, corrupto y boicoteado".

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La previsible entrega de rehenes capturados por los terroristas y el fin de los bombardeos por parte del Ejército israelí pondrán fin al conflicto actual, el más largo de todos los que se han sucedido en el último siglo, pero, obviamente, no resuelve el enfrentamiento entre palestinos y judíos. Está por ver, incluso, que Hamás se disuelva, como se exige en el ‘plan de paz’ del presidente de los Estados Unidos. Ni siquiera el bombardeo de aquel territorio con 65.000 toneladas de explosivos, equivalente a la potencia de tres bombas de Hiroshima, ha logrado dar caza a los terroristas. Y pensemos que la extensión de la Franja de Gaza es similar, por ejemplo, a la de la ciudad de Málaga, pero con el cuádruple de habitantes.

Sostiene un informe de Naciones Unidas que todo aquello ha quedado reducido ahora a 23 millones de toneladas de escombros, con lo que la reconstrucción puede durar muchos más años de los que cualquiera de los actuales protagonistas pueda mantenerse en el cargo. En el segundo aniversario del octubre sangriento, la amargura y el dolor de entonces se mezclan con la desolación, la indignación y la impotencia de 50.000 muertos más, una masacre que nadie en este mundo desarrollado ha sabido evitar.

Balance de Israel, a los dos años justos del peor atentado de su historia cometido por terroristas palestinos. Ha fracasado en sus objetivos militares, porque Hamás sigue existiendo y los rehenes no han sido liberados, y ha fracasado en sus objetivos internacionales, porque nunca tantos países se habían colocado del lado de Palestina para denunciar la masacre cometida en la Franja de Gaza, con decenas de miles de muertos. El balance de Hamás, como Gobierno de Gaza, ha resultado de la misma forma un absoluto fracaso, pero como en otras ocasiones, conviene dejar claro que el Estado de Israel es el más cercano a nuestra cultura democrática y, por esa razón, es al que más debemos exigirle en el respeto de los derechos humanos. Los terroristas palestinos, como todos los terroristas del fundamentalismo islámico, son sólo eso, escoria asesina, y no cabe otro diálogo con ellos que la persecución y el encarcelamiento. También Hamás, obviamente, tenía unos objetivos concretos cuando cometió su salvaje atentado contra Israel.

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