Ahora que, al fin, el presidente de Valencia ha dimitido, desaparece el 'tapón' que obstruía la búsqueda de otras respuestas sobre la enorme ausencia del Estado tras la mortífera catástrofe
Carlos Mazón, hoy en el Palau de la Generalitat. (Reuters/Eva Manez)
Un año después de que una de las peores catástrofes naturales de Europa, el tipo que estaba al frente del Gobierno valenciano ha presentado su dimisión. Al fin. Se ha ido Carlos Mazón y, por las razones que ha ofrecido para justificar su renuncia, no queda muy claro que este hombre se haya enterado del todo de su inviabilidad para seguir representando a los valencianos después de que en el peor momento de sus vecinos, él estaba en una placentera comida de cuatro o de cinco horas.
No parece darse cuenta este hombre de que, con independencia de todo lo demás, de si las agencias oficiales de meteorología le avisaron a tiempo, o no, o si de si los técnicos y profesionales de la Generalitat le transmitieron, o no, la gravedad de lo que estaba sucediendo; con independencia de todo lo que pueda argüir, nadie en política se sobrepone a una actuación como la suya, en la tarde en la que la dana, convertida en tsunami, arrasó l’Horta Sud valenciana. La dimisión era la única salida posible y lo único que podemos lamentar, ahora que ya se ha producido, es que Carlos Mazón no haya asumido con argumentos su plena responsabilidad. Al contrario, lo que ha dicho el ex president en su comparecencia es que su marcha se debe, fundamentalmente, al cansancio, al agotamiento y la tensión que está soportando tanto él como toda su familia.
"Ya no puedo más", dijo en su discurso, con marcado tono de abatimiento. Es evidente que es así, pero esa no puede ser la razón de su renuncia política, sino todo lo anterior. Carlos Mazón ya comenzó dando muestras de ligereza, o de frivolidad, cuando se apresuró a firmar un pacto de legislatura con Vox, el ‘pacto de la servilleta’, que es como comenzó a conocerse. Lo ocurrido durante la riada es, desde ese punto de vista, la certificación de un estilo de gestión política incompatible con el rigor y la seriedad. Esa dimisión por plazos es una muestra más de todo ello.
Sucede, además, que aunque el mero hecho de una comida de cuatro o cinco horas ya justifica una dimisión, la permanencia de Carlos Mazón durante todo este tiempo ha constituido un obstáculo para intentar reconstruir lo que, verdaderamente, ocurrió en la tarde aciaga de aquel 29 de octubre de 2024. Las constantes mentiras, las grotescas contradicciones, en las que ha incurrido Mazón, acaso consciente y avergonzado desde el primer instante de su propio comportamiento, son las que equivocadamente han acaparado el debate.
En vez de hablar de si es posible, o no, alertar a la población con suficiente antelación de la llegada de un fenómeno desconocido -¿cómo se puede anunciar lo que no se conoce?-, las investigaciones parlamentarias y periodísticas se han dedicado a frivolidades tales como el tique de la comida o los reservados que existen en el famoso restaurante de ‘El Ventorro’ en el que Carlos Mazón echó la tarde con una periodista a la que quería fichar para la tele valenciana. Ese morbo casposo, baboso, es de los aspectos más denigrantes que hemos vivido. Por eso hay que esperar, y desear, ahora que el presidente de la Comunidad de Valencia ha dimitido, que el debate político y periodístico se reconduzca a los aspectos más relevantes de la dana de Valencia. Quizá nos encontremos, en ese momento, con algo que ya se ha apuntado aquí en otras ocasiones, que estamos ante una catástrofe natural imprevisible, seguida de una gestión política desastrosa.
En su comparecencia de dimisionario, Carlos Mazón lanzó graves acusaciones contra el Gobierno de Pedro Sánchez, al que llamó sin citarlo "una mala persona". Lo que sostiene el 'expresident' es que el Gobierno de la nación, de forma consciente y planificada, retrasó varios días la llegada de ayuda a la zona damnificada para acelerar el desgaste y la indignación popular contra el Gobierno valenciano. Es decir, que, según Mazón, lo que hizo el presidente Sánchez fue anteponer el cálculo político, para beneficiar a su partido, el PSOE, y perjudicar al adversario, el PP. A partir de esa denuncia, que es de una gravedad extrema, lo que debemos exigirle a Mazón es que no se quede en la mera denuncia y que, con datos y pruebas, pueda ratificar la inacción del Gobierno. De hecho, aunque la polvareda de la confrontación acaba envolviéndolo todo, no podemos olvidar que la indignación de los vecinos de Valencia, en aquellos altercados de Paiporta en los que arrojaron bolas de fango contra las autoridades, tenía que ver sobre todo con el abandono.
"La gente no tiene agua. Ni agua, ni luz, ni gas, ni nada. Sois todos unos sinvergüenzas que os olvidáis del pueblo", que es lo que gritaban los ciudadanos de Paiporta al paso de la comitiva oficial, encabezada por los Reyes de España, que visitó la zona, casi una semana después del desastre. Era la ausencia del Estado lo que enervó y deprimió a millones de ciudadanos en toda España. Sólo Felipe VI supo entender aquella indignación y, junto con la reina Letizia, se mantuvo a la altura institucional que le corresponde como jefe del Estado. Nadie como el escritor Santiago Posteguillo, vecino de Paiporta, supo describir mejor, en una comparecencia en el Senado, la impotencia de aquellos días, el bochorno injustificable de que llegaran antes las ayudas de los voluntarios que las de un país desarrollado como es el nuestro. Esa fue la indignación y, tras la dimisión de Carlos Mazón, que se ha demorado durante un año, debe llegar el momento en el que sepamos, de verdad, quienes son los responsables de la nefasta gestión de esa catástrofe natural que nos ha dejado tanto dolor y tanta desesperación.
Los científicos han decidido que la dana de Valencia, al contrario de todas las demás, se quede sin nombre porque no tiene nada que ver con todas las demás que conocemos: iba a llamarse ‘Caetano’ y lo suprimieron porque no fue un fenómeno meteorológico equiparable a los anteriores. Pues bien, eso debe ser lo único que se quede sin nombre en la tragedia del otoño de 2025.
Un año después de que una de las peores catástrofes naturales de Europa, el tipo que estaba al frente del Gobierno valenciano ha presentado su dimisión. Al fin. Se ha ido Carlos Mazón y, por las razones que ha ofrecido para justificar su renuncia, no queda muy claro que este hombre se haya enterado del todo de su inviabilidad para seguir representando a los valencianos después de que en el peor momento de sus vecinos, él estaba en una placentera comida de cuatro o de cinco horas.