Maten al mensajero
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Felipe González reniega (otra vez) de Sánchez
El reencuentro con el presidente en Valencia lo propiciaron Borja Cabezón y Rocío Martínez-Sampere. Hoy no lo volverían a hacer. "Sanchismo" y "felipismo" deben ser anatgónicos
Seguro que Felipe González lleva días sin dormir tranquilo. A mí me pasa un poco lo mismo, pero por causas diferentes o no. Si damos por bueno a estas alturas aquello que dijo Pedro Sánchez de qué dependiendo, no del colchón sino de los socios de gobierno, se cae mejor o peor en los brazos de Morfeo son malos tiempos para los socialdemócratas. Esta semana el presidente lo ha vuelto a hacer. Ha aprobado los Presupuestos con once partidos (PSOE, Podemos, ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Más País, Compromís, Nueva Canarias, PRC y Teruel Existe). Para unos es pericia política para otros es supervivencia caníbal. Sánchez es de esos que se podría comer carne humana si está rodeado de cadáveres tras un accidente de avión y es el único que sigue vive. No se interprete esta última frase como un símil de lo que ha pasado con Pablo Iglesias o sus anteriores ministros, e incluso asesores.
Sánchez ha deglutido el socialismo y no tiene pinta de haberle sentado mal. Él si duerme. Felipe, no. Ya no queda nada de aquella fotografía en la convención del PSOE en Valencia donde el “sanchismo” abrazó al “felipismo”. Quizás se lo comió. Los que le tratan lamentan que el presidente ya no se prestaría a aquel “aquelarre” que diría Pablo Casado. ¿Pero quién le llevó hasta allí? Muchos se atribuyen el mérito, pero solo hay dos que lo tienen: Borja Cabezón y Rocío Martínez-Sampere.
Era el momento de tejer grandes acuerdos entre grandes partidos, de acercarse al PP y sacar adelante una Ley de Pandemias
El secretario general del PSOE en Majadahonda y la directora de la “Fundación Felipe González” convencieron al ex presidente de que olvidase que Adriana Lastra había insinuado que era un “viejo chocho”. Se sometió a un proceso de desmemoria inducida que le permitió aplaudir, pero poco, junto a Zapatero el de las “elecciones libres” de Venezuela que es otro por el que entre otras cosas Felipe no logra pegar ojo.
Hoy la relación entre Felipe y Sánchez no existe como nunca existió y como nunca debió existir. El último envite ha venido por el revisionismo miope del Gobierno con la Ley de Amnistía. Una enmienda a la totalidad al socialismo en blanco y negro. Aquel capaz de llegar a pactos, no de once sino de Estado, que no garantizan la supervivencia del que los firma, pero si del país que gobierna o aspira a gobernar. Lo más parecido a la guerra que hemos vivido en los últimos tiempos ha sido la pandemia. Hemos visto morir a padres, hermanos, amigos… Era el momento de tejer grandes acuerdos entre grandes partidos, de acercarse al PP y sacar adelante una Ley de Pandemias. La nueva cepa surafricana no entiende de cálculo electoral.
El “sanchismo” es la antítesis del “felipismo” y así debe quedar en la historia. Es necesario que haya constancia de que otro PSOE es posible. España lo necesita y el partido o lo que quede también. Ahora nada se va a mover. Los socialistas puros están en las trincheras y no saldrán hasta que sean las urnas las que devoren a Sánchez si no es ya demasiado tarde. Por eso Felipe no duerme y yo tampoco.
Seguro que Felipe González lleva días sin dormir tranquilo. A mí me pasa un poco lo mismo, pero por causas diferentes o no. Si damos por bueno a estas alturas aquello que dijo Pedro Sánchez de qué dependiendo, no del colchón sino de los socios de gobierno, se cae mejor o peor en los brazos de Morfeo son malos tiempos para los socialdemócratas. Esta semana el presidente lo ha vuelto a hacer. Ha aprobado los Presupuestos con once partidos (PSOE, Podemos, ERC, PNV, Bildu, PDeCAT, Más País, Compromís, Nueva Canarias, PRC y Teruel Existe). Para unos es pericia política para otros es supervivencia caníbal. Sánchez es de esos que se podría comer carne humana si está rodeado de cadáveres tras un accidente de avión y es el único que sigue vive. No se interprete esta última frase como un símil de lo que ha pasado con Pablo Iglesias o sus anteriores ministros, e incluso asesores.
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