Es noticia
No se engañen, Vox no quiere al PP: el demiurgo tiene una misión superior
  1. España
  2. Maten al mensajero
Pilar Gómez

Maten al mensajero

Por

No se engañen, Vox no quiere al PP: el demiurgo tiene una misión superior

Abascal no manda y el que ha diseñado el proyecto ideológico tiene su propia agenda. No es ocupar un sillón lo que busca, es imponer un modelo de sociedad donde no cabe el infiel

Foto: Santiago Abascal. (Reuters/Susana Vera)
Santiago Abascal. (Reuters/Susana Vera)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

La Francia subyugada por el islamismo que dibuja Houllebecq en ' Sumisión' no se parece a nuestra España. Nosotros somos un país de acogida, pero no tenemos un problema de inmigración. Somos una frontera de paso y así lo demuestran los datos. La mayoría de los que se juegan la vida en el Mediterráneo para buscar una vida mejor no se quedan aquí. Están de paso porque sus raíces, familias y cultura las tienen en países vecinos. Francia, Reino Unido, Alemania o los Países Bajos reciben hoy a los hijos de aquellos que colonizaron África. Por eso la España que imagina Vox es una ficción. Hay un fuerte problema de desempleo y los servicios sociales no llegan a todos los que deberían, pero las recetas para combatirlos están en la propia Europa y no fuera de ella, como predica el partido de Santiago Abascal.

El líder de Vox lo sabe porque él vio cómo nuestra imperfecta democracia doblegó a la banda terrorista ETA, que coartó su libertad y la de su familia durante años. Él luchó como muchos otros desde las filas del PP. No hicieron falta discursos populistas, solo la voluntad de unos políticos y una sociedad valientes. El PP y el PSOE han hecho grandes cosas cuando han trabajado juntos más allá de la ideología. Ahora toca que lo hagan para que la ultraderecha no entre en los gobiernos. En el socialismo, aún quedan algunos hombres y mujeres buenos capaces de anteponer España a su sillón. No es el caso de Sánchez, cuya política, como se ha demostrado en las elecciones del domingo, está fragmentando y fracturando no solo el mapa político sino el territorial.

Foto: Un grupo de inmigrantes en el exterior del albergue que la Cruz Roja gestiona en la Casa del Marino de Las Palmas de Gran Canaria. (EFE) Opinión

Pero Abascal no es el que manda en Vox. Abascal es el que llena los actos, enciende al público y dice lo que quieren escuchar, aunque no sea verdad. Un buen resumen es la paradoja de que quieran la vicepresidenta de la Junta de Castilla y León cuando en la campaña han prometido dinamitar el Estado de las autonomías. Lo que no es no se puede explicar, y esto es solo una muestra de la épica de lo intangible que es ser 'voxista'. Cuando escribo sobre esto, siempre recibo comentarios de que luchar por una España fuerte y unida es plausible. Estoy totalmente de acuerdo, pero eso no es el programa de Vox. Vuelvo a la idea de quién es la cabeza pensante de Vox. El demiurgo de este partido es leído, inteligente y sagaz. Tiene un proyecto que va mucho más allá de entrar en un Gobierno local, regional o incluso nacional. Como buen pensador, es mucho más ambicioso. Su objetivo no es el poder por el poder. Es la revolución cultural. La esencia de la lucha por la supervivencia de los valores cristianos. Es una especie de segunda cruzada ante una sociedad a la que los vicios de la socialdemocracia (para él el PP es también socialdemócrata) han corrompido. No hay valores ni principios puros y el mestizaje pone en peligro nuestra civilización.

Foto: García-Gallardo, durante la pegada de carteles en Castilla y León. (EFE/R. GARCÍA)

En lo puramente terrenal, buscan ensanchar su espacio político muy a la derecha del PP y por eso no pueden pactar ahora con los de Casado. En su plan está desde el origen que los populares ensanchen el partido por el centro. Bendicen la destrucción de Ciudadanos y ellos han buscado a los “desencantados del PP”. Aquellos que se sintieron expulsados por el 'centrista' Rajoy. El cálculo en el inicio era expulsar a Sánchez. Lograr junto con el PP los 176 escaños de oro. Ahora están henchidos de expectativas y no las truncarán por sentarse en una consejería que desenmascare su discurso. Hay que crecer y crecer para llegar a la tierra prometida, que no es otra que entrar con fuerza en la Moncloa. Doblegar al PP, no depender de él. Tocar poder de verdad. Ya en privado, reconocen que irán rebajando las exigencias de pacto en Castilla y León, aunque ahora tocarán días de choques con el hermano díscolo. El ojo que todo lo ve de Vox quiere más. Quiere que yo y usted vivamos en una sociedad diferente en la que imperen sus principios y sus valores. El resto somos unos infieles.

La Francia subyugada por el islamismo que dibuja Houllebecq en ' Sumisión' no se parece a nuestra España. Nosotros somos un país de acogida, pero no tenemos un problema de inmigración. Somos una frontera de paso y así lo demuestran los datos. La mayoría de los que se juegan la vida en el Mediterráneo para buscar una vida mejor no se quedan aquí. Están de paso porque sus raíces, familias y cultura las tienen en países vecinos. Francia, Reino Unido, Alemania o los Países Bajos reciben hoy a los hijos de aquellos que colonizaron África. Por eso la España que imagina Vox es una ficción. Hay un fuerte problema de desempleo y los servicios sociales no llegan a todos los que deberían, pero las recetas para combatirlos están en la propia Europa y no fuera de ella, como predica el partido de Santiago Abascal.

El redactor recomienda