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Los mensajes en el móvil de Casado: el espejo del alma de los traidores
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Pilar Gómez

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Los mensajes en el móvil de Casado: el espejo del alma de los traidores

Pese al varapalo sufrido, lo suyo seguirá siendo la política. Lo que peor lleva son las decepciones personales. Algunos quisieran dar al botón de "eliminar para todos"

Foto: Pablo Casado. (EP/Pool/Getty Images/E. Parra)
Pablo Casado. (EP/Pool/Getty Images/E. Parra)
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Pablo Casado está aún digiriendo la caída. Pasa los días en familia y con los amigos de verdad. Esos a prueba de lealtad. Sobre su futuro, hay varias opciones. En la empresa privada, encajaría. Ya tuvo una superoferta antes de dar el salto para presidir el PP. ¿Volvería hoy a tomar la misma decisión? Seguramente sí. Casado es político de vocación. En estos momentos en que lo fácil sería dar un giro en lo profesional, él no quiere desengancharse y no lo hará. El PP es parte de su vida. Está en apoyar y no en conspirar, como se difundió por su discurso ante el PP europeo. Ve con tristeza que quien en otros tiempos fue su mano derecha le traicione. "Cosas del amor", dicen los que comparten bancada con los tortolitos. Feijóo ha resultado ser más leal con su antecesor que algunos de sus más estrechos colaboradores. Hay formas de que Casado siga vinculado y se pactarán. Se han acordado nombres que la nueva dirección respetará. Hay puentes incluso con la bestia negra, Teodoro García Egea. El ex secretario general seguirá en su escaño y se pone a disposición del partido. Siempre habrá una comisión donde pueda encajar.

Con la perspectiva que da el tiempo, Casado se ha dado cuenta de que su principal error no ha sido el cómo sino el cuándo. Llegó demasiado pronto al cargo soñado. La moción de censura a Rajoy afloró lo peor de la guerra que vivía el partido entre los defensores de Soraya y los de Cospedal. En medio de esa lucha fratricida, emergió "Pablo". Para muchos en aquel momento era el sucesor natural de Aznar. “El PP ha vuelto”, fue su lema. Poco duraron los aplausos. Ahora reconoce que hay cosas que haría de otra forma y que quizá dejó demasiado margen a su amigo Teo. Aterrizaron en un momento convulso y no estaban preparados para llevar el PP a la Moncloa. El reproche de que laminó al 'marianismo' por soberbia esconde una deriva difícil de reconocer en público. Muchos de los pesos pesados rechazaron la oferta.

Foto: Pablo Casado. (EC Diseño)

La parte más dura han sido las decepciones personales. “Presidente, qué bien has estado”. Este es solo un ejemplo de los mensajes que Casado recibió tras su entrevista con Carlos Herrera. Esa mañana hubo decenas. Los chats del partido y del grupo popular se llenaban de felicitaciones. Se aplaudía la estrategia de contestar a Ayuso. Los que horas después le traicionaban tienen en su bandeja de enviados esos mensajes. Les gustaría dar a “eliminar para todos”, pero ya no es posible. Están retratados. Días después, en declaraciones a los medios, han expresado que Casado nunca debió hacer esas declaraciones en COPE. Es lícito buscar una coartada.

En estos tiempos, los móviles son el espejo del alma. Si Ayuso tuviera acceso a las conversaciones por WhatsApp de los que hoy la defienden como un activo, no daría crédito. Jaleaban a la dirección nacional para apartarla. Hoy proclaman que era un error dudar de su honradez. En política vale todo. Incluso estar pactando tu futuro junto a Feijóo con Casado de cuerpo presente. El escarnio con el que se gestionó el relevo ha hecho que tenga cada vez más fuerza la teoría del 'golpe de Estado' que defiende desde el primer momento el reducido círculo que sigue con Casado. Entre los analistas, ya hay quienes dan veracidad a que el todavía líder del PP resultaba “incómodo” por la barrera que había levantado con Santiago Abascal, que dificultaba la gobernabilidad, y por sus exigencias de ejemplaridad, que se evidenciaron en el caso de la baronesa. Cada lado tiene su versión, pero hay un punto de conexión: la última bala era 2023, pero la pistola se disparó antes.

Foto: El presidente del Partido Popular, Pablo Casado (d), y el presidente del PPdeG, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Salvador Sas)

El gallego tenía la decisión “meditada” y ahora está tomando notas. Es de equipos sólidos y lleva con los mismos escuderos años. Para su salto a la política nacional, al primero que llamó fue a Esteban González Pons. Quiere amigos cerca. Sabe que el eurodiputado es de los que no fallan. Ambos son sólidos y no se dejarán llevar por los palmeros. Muchos de los presidentes autonómicos que querían salir de Génova con la cabeza de Casado la noche de autos verán rodar la suya. Feijóo quiere un partido que gane elecciones. No 'cotillas'. Sabe que en pocos días pasará de barón a presidente. Compren palomitas.

Pablo Casado está aún digiriendo la caída. Pasa los días en familia y con los amigos de verdad. Esos a prueba de lealtad. Sobre su futuro, hay varias opciones. En la empresa privada, encajaría. Ya tuvo una superoferta antes de dar el salto para presidir el PP. ¿Volvería hoy a tomar la misma decisión? Seguramente sí. Casado es político de vocación. En estos momentos en que lo fácil sería dar un giro en lo profesional, él no quiere desengancharse y no lo hará. El PP es parte de su vida. Está en apoyar y no en conspirar, como se difundió por su discurso ante el PP europeo. Ve con tristeza que quien en otros tiempos fue su mano derecha le traicione. "Cosas del amor", dicen los que comparten bancada con los tortolitos. Feijóo ha resultado ser más leal con su antecesor que algunos de sus más estrechos colaboradores. Hay formas de que Casado siga vinculado y se pactarán. Se han acordado nombres que la nueva dirección respetará. Hay puentes incluso con la bestia negra, Teodoro García Egea. El ex secretario general seguirá en su escaño y se pone a disposición del partido. Siempre habrá una comisión donde pueda encajar.

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