Maten al mensajero
Por
La bronca en la Moncloa que truncó el discurso y la mano de Zapatero
No basta con repetir machaconamente que la coalición está para ayudar a las clases medias. La inflación no se combate con trenes gratis. Si esta era la medida estrella, solo podemos ir a peor
Horas antes del debate en la Moncloa, el ambiente era de tensión. Al presidente no le complacían los borradores de discurso que le pasaba su jefe de Gabinete, Óscar López. El equipo se afanaba, pero no encontraba lo que Sánchez quería. Ya se sabe que al emperador no le gusta descubrir que pasea desnudo entre los españoles. La mediación de Antonio Hernando, cuentan en las cañerías de Palacio, que tampoco rebajó la cólera. Los síntomas del síndrome empiezan a hacer mella.
Estas desavenencias pueden justificar que la intervención del presidente haya acabado siendo retazos de bloques sin un hilo conductor. No estaba bien articulado ni el mensaje ni el escaso contenido. Anunció que hablaría “claro a la gente”, pero saltaba de las vacunas a las becas, de las becas a los incendios y de los incendios a la Operación Campamento…
Arrancó con fuerza, aunque solo fuera para llamar a Feijóo, allí de cuerpo presente, “curandero”. Por un momento, pareció que sería capaz de captar la atención, pero a los pocos minutos todo se desvaneció. Él mismo contribuyó a rebajar al máximo las expectativas con ese “ya lo dije en esta tribuna…”. Desconexión total. ¿Por qué volver a escuchar lo escuchado? ¿Por qué prometer lo ya prometido? Porque no había más. Prueba de que los anuncios con los que se ha amagado estos días para crear expectación eran otra bomba de humo fue la recurrencia a los gráficos. Es de principiantes, o de Rivera, el sacar desde el atril unos carteles de papel pluma con unas barras minúsculas que no se ven ni en el hemiciclo ni en la televisión. La imagen que se trasmite, además, es de estar a la defensiva.
Que se lo digan a Putin. La primera media hora, el presidente ha estado echando la culpa de todos sus males a los rusos. No le falta parte de razón, pero, como bien dice, “somos europeos para lo bueno y para lo malo” y nuestros vecinos se están manejando algo mejor que nosotros con esto de la inflación. Alemania, Francia e Italia no han llegado al 10,2 que los españoles padecemos cada día al ir a la compra o llenar el depósito. Somos solidarios con los ucranianos y lo hemos demostrado con el ejemplo de acogida. Ahora los ciudadanos necesitan que su Gobierno también sea solidario con sus dificultades.
No basta con repetir machaconamente que la coalición está para ayudar a las clases medias y estar junto a los desfavorecidos. La inflación no se combate con trenes gratis. Si esta era la medida estrella, solo podemos ir a peor. Los hechos lo demuestran, aunque el presidente aquí prefiera no tirar de gráficas. Ni el tope del precio del gas, ni la rebaja de los carburantes, ni el control del precio del alquiler, ni la bajada del IVA a la luz han frenado la tendencia al alza de los precios. Se necesitan reformas de calado que Sánchez no hará porque la única curva que busca revertir es la del PSOE en las encuestas.
El mensaje no era para la nación, era para sus socios. El presidente se ha entregado a Podemos. Si no fuera porque me consta que la relación con Iglesias es pésima, diría que, ante la incapacidad de sus asesores, ayer Sánchez le pidió consejo. Seguro que sí lo hizo con Rodríguez Zapatero, que no es un gurú económico, pero que de giro a la izquierda tiene un máster. Había que confrontar con los "poderes ocultos". El impuesto a las eléctricas y a los bancos siempre agita a las masas ávidas de revancha social. Luego, cuando hay que ir a solicitar un crédito o una hipoteca, es usted el que se sienta con el “señor del puro” y descubre que es su oficinista de siempre, que le explica que le van a tener que cobrar más por mantener su cuenta o la tarjeta.
El guion de aquí a final de legislatura está escrito. Tras el fracaso de agitar el miedo a Vox, al que el presidente no ha mencionado ni una sola vez, la estrategia pasa por erigirse como el Gobierno que "incomoda a los poderosos" en contraposición al PP, que participa en cenáculos de alta conspiración. Una carta de reconciliación a Yolanda Díaz con guiños a Irene Montero y Ione Belarra que aplaudían agitadas al presidente del partido de la “guerra” que hoy se ponía al frente de la ley trans, la del aborto, la del 'sí solo es sí' o la de memoria democrática. Sería bueno recordar que buena parte de estas iniciativas moradas se han boicoteado desde el ala caoba de la Moncloa porque chocan con los principios socialistas.
El PSOE ha vuelto a morir un poco más. Sánchez ha marcado el camino. Nada de alejarse de Podemos, de girar al centro, de romper con Bildu o ERC. Un histórico socialista definía al presidente como "fanático de izquierda". Nunca le reconoció como uno de los suyos. Si le hubiera escuchado hoy, se reafirmaría en su idea. Sánchez es Sánchez y ahora más que nunca le susurra Zapatero. Para usted todo sigue igual que antes de que hablase. No diré que peor para no formar parte de ese grupo de despiadados pesimistas.
Horas antes del debate en la Moncloa, el ambiente era de tensión. Al presidente no le complacían los borradores de discurso que le pasaba su jefe de Gabinete, Óscar López. El equipo se afanaba, pero no encontraba lo que Sánchez quería. Ya se sabe que al emperador no le gusta descubrir que pasea desnudo entre los españoles. La mediación de Antonio Hernando, cuentan en las cañerías de Palacio, que tampoco rebajó la cólera. Los síntomas del síndrome empiezan a hacer mella.