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Una segunda oportunidad para Feijóo
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Pilar Gómez

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Una segunda oportunidad para Feijóo

El líder del PP acertó ayer en su discurso contra el desguace del Estado de Sánchez. Volvió el tono presidencialista. Ahora hay que reforzar el equipo y el proyecto. Cataluña es un buen comienzo

Foto: Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón)
Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón)
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Feijóo hizo ayer uno de esos discursos que marcan a un político. Tuvo los reflejos necesarios como para valorar la dimensión del zarpazo a la separación de poderes que supone que Sánchez haga desaparecer el delito de sedición por el que fueron condenados los independentistas catalanes. No fueron disturbios. El presidente lo sabe. Él mismo lo ha reconocido. Quizás fue Pedro. Ahora manda el hemisferio izquierdo de su cerebro. No recuerda cuándo apoyó el 155, prometió ilegalizar los referéndums, traer a Puigdemont ante la Justicia. Pura amnesia, tan pura como la amnistía que supone el cambio del Código Penal para los que atentaron contra la Constitución.

Al gallego le pilló de vuelta de su viaje a América Latina el pacto entre Sánchez y Aragonés para cambiar "presos por Presupuestos", que diría Otegi, que al igual que al presidente catalán les gusta fanfarronear cuando tiran de la soga del presidente. Desde Génova envió un claro mensaje a los españoles: hay una alternativa fiable a los desmanes de Sánchez. Recobró su perfil presidencialista y el tono de alguien dispuesto para gobernar para todos aquellos que no comulgan con el desguace del Estado que practica el actual inquilino de La Moncloa.

Foto: El presidente del Partido Popular (PP), Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Javier Lizón)

Lo hizo desde lo que se espera que sea Feijóo un defensor de la unidad de España desde la pluralidad. Sin estridencias ni palabras gruesas. Rectificó el rumbo de los últimos días. El ruido del viraje en la negociación del CGPJ, que no se supo explicar. No fue insolvencia o mala fe, más bien inexperiencia. Sánchez no conoce límites, Feijóo sí, y tiene la obligación de marcarlos también a nivel interno en su partido. Él es el candidato a La Moncloa. Los españoles merecen honestidad más que nunca. Saber qué proyecto defiende el PP en lo económico, lo ideológico y lo social, más allá del todo rema para llegar.

Tiene una oportunidad única de liderar una derecha moderna. Ciudadanos se ha inmolado. Empezó su descomposición cuándo Inés Arrimadas abandonó Cataluña. La misma que reclama a Feijóo una moción de censura táctica cuándo ella se negó a ir a una investidura fallida tras una victoria histórica. Dejó huérfanos a los constitucionalistas que se atrevieron a dar un paso al frente en una sociedad que castiga al disidente. El movimiento civil se ha quedado sin banderas. Vox aprovechará para agitar la mano de hierro. Eso sí, Abascal no hablará hasta el lunes. Todo un ejemplo de conciliación.

Foto: El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo. (EFE/Emilio Naranjo)

Para la derecha en Cataluña está todo por hacer. El CIS de la Generalitat, póngalo en cuarentena por eso de ser de parte, apunta a que el PP pasaría de tres a dieciséis escaños si se celebrasen elecciones. Quizás se inflen los resultados por aquello de agitar que vienen los fascistas, pero hay una realidad sociológica innegable. Urge que Feijóo diseñe un equipo en Cataluña que trabaje desde ya. Que escuche a los empresarios, los trabajadores, los profesores, médicos, jueces que se sienten españoles y catalanes. Hay que clarificar las personas y las posiciones. Sí, se apuesta por la continuidad con Alejandro Fernández o por la eurodiputada, Dolors Monserrat. Esta última se resiste, pero su conocimiento y su experiencia en Europa serían un buen cartel.

No se va a gobernar en Cataluña, pero hay que estar en el partido con un "gobierno en la sombra". Volver a tener voz en el Parlamento para poner en el brete a los socialistas. Qué elijan con quién pactar si con el soberanismo o el constitucionalismo. Sánchez no tiene dudas, pero hay otro PSOE al que Feijóo apela. El bipartidismo está en horas bajas, no ha muerto. Con su último movimiento, el presidente se ha atado, y nos ha atado, al Frankenstein. No habrá revolución en el socialismo sin debacle electoral. Y aquí estriba la responsabilidad de Feijóo. Hay que romper la España de bloques. Cataluña es un buen sitio para empezar.

Feijóo hizo ayer uno de esos discursos que marcan a un político. Tuvo los reflejos necesarios como para valorar la dimensión del zarpazo a la separación de poderes que supone que Sánchez haga desaparecer el delito de sedición por el que fueron condenados los independentistas catalanes. No fueron disturbios. El presidente lo sabe. Él mismo lo ha reconocido. Quizás fue Pedro. Ahora manda el hemisferio izquierdo de su cerebro. No recuerda cuándo apoyó el 155, prometió ilegalizar los referéndums, traer a Puigdemont ante la Justicia. Pura amnesia, tan pura como la amnistía que supone el cambio del Código Penal para los que atentaron contra la Constitución.

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