Maten al mensajero
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Conjura fascista contra 'Lola' y 'Balta'
Si el PP gana el 23-J, Dolores Delgado acabará de fiscal adjunta en la Sala Tercera y Baltasar Garzón no podrá reingresar en la carrera judicial sin volver a opositar
Lola y Balta. Así se refería el excomisario Villarejo a la recién elegida fiscal para la Memoria Democrática, Dolores Delgado, y a su pareja, el exjuez Baltasar Garzón. Fueron grabados, como tantos, por el que consideraban "un mal necesario" en una reunión con policías. Lola era entonces fiscal general. Antes había sido ministra de Justicia con Pedro Sánchez. Ya se sabe que el presidente es quien manda, él mismo lo afirmó, en la Fiscalía General del Estado. No se hable más. A Sánchez cuando pregunta al chat GPT por Montesquieu, le sale que es una brasserie.
La carrera de Lola ha sido meteórica con el sanchismo. Lejos queda aquella fiscal de la Audiencia Nacional con un expediente brillante de lucha contra el yihadismo. Esa era Dolores. Lola es activista política. Una pieza clave para la forma de entender la política del actual presidente en la que el Estado es él. Pese a lo grosero de aquella comida con Villarejo, no solo por llamar "maricón" a su compañero Marlaska o hablar de "información vaginal", sino por el manoseo a lo institucional, no dimitió. Se aferró al cargo y aguantó. No era el momento. Tenía otros planes para ella y Balta.
Una vez aprobada la polémica ley de Memoria Democrática por el Consejo de Ministros, se abrió una ventana de oportunidad para la pareja. Lola iba a ser nombrada fiscal de la nueva área, que, curiosamente, es en la que el despacho de Balta está especializado. El ahora abogado ha facturado millones en la defensa de estas causas. Una incompatibilidad manifiesta que el Consejo Fiscal ha denunciado hasta enmudecer. No ha servido de nada que se le declarase "inidónea" para el cargo por sus compañeros de carrera. Su sucesor en la Fiscalía General, Álvaro García Ortiz, no iba a fallar. Sobre él y sus intereses también alertaron desde el CGPJ cuando se le nombró.
"El candidato propuesto no cumple a nuestro juicio con el requisito de imparcialidad que la asunción de tan alta responsabilidad implica. (…) La trayectoria de Álvaro García Ortiz se liga de manera intensa (…) a la de la fiscal general recién dimitida, cuya idoneidad ya resultó controvertida", advertían siete vocales del CGPJ en un voto particular. Cosas de "fachas", que diría la repudiada Irene Montero.
La judicatura está llena de fascistas que dan al traste con los planes de gente como Lola y Balta. El pobre Garzón pretendía ver resarcido su honor, más bien su desmesurado ego, al reingresar en la carrera judicial tras cumplir su inhabilitación. Una opción es volver a estudiar la oposición. La otra, la que más encajaba a Lola y Balta, era que el CGPJ lo aprobase. Todo estaba medido porque Sánchez apretaba para renovar a los vocales. Con una mayoría progresista, Garzón daba por hecho que volvería a ser juez. Aquellos años de estrellato que la ambición empañó. La no renovación del CGPJ ha dado al traste con su plan. Otra vez los facinerosos.
Balta no quería volver a ejercer, pero sí "dar una lección" a sus odiadores. Seguramente, renunciaría o pediría la excedencia como juez nada más reingresar. Es más rentable la abogacía, más si tu pareja te acompaña desde la Fiscalía de Memoria Democrática. Ahora el futuro de Lola y Balta está, una vez más, en manos de Sánchez. Necesitan que gane las elecciones y gobierne. Feijóo ya ha anunciado que derogará la Ley de Memoria Democrática si llega a la Moncloa. Otro ultra.
Si el PP se impone el 23-J, ha prometido que reformará la ley para que los políticos no acaben como fiscales generales del Estado o que los jueces sean los que elijan a los jueces, como exige la Unión Europea. ¿Qué pasará con Lola? Si desaparece su cargo, tendrá que pasar a ser fiscal adjunta de la Sala Tercera, si Sánchez no lo remedia en las urnas.
Lola y Balta. Así se refería el excomisario Villarejo a la recién elegida fiscal para la Memoria Democrática, Dolores Delgado, y a su pareja, el exjuez Baltasar Garzón. Fueron grabados, como tantos, por el que consideraban "un mal necesario" en una reunión con policías. Lola era entonces fiscal general. Antes había sido ministra de Justicia con Pedro Sánchez. Ya se sabe que el presidente es quien manda, él mismo lo afirmó, en la Fiscalía General del Estado. No se hable más. A Sánchez cuando pregunta al chat GPT por Montesquieu, le sale que es una brasserie.