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La obsolescencia programada y la nueva crisis de Vox que se avecina
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Pilar Gómez

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La obsolescencia programada y la nueva crisis de Vox que se avecina

En la formación de Abascal se agudizan los mismos síntomas que acabaron con Ciudadanos y Podemos. La tensión en el equipo de Rocío Monasterio augura un nuevo capítulo

Foto: Abascal, Espinosa y Olona, en el Congreso en 2022. (EFE/Mariscal)
Abascal, Espinosa y Olona, en el Congreso en 2022. (EFE/Mariscal)
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Obsolescencia programada. Si hay algo que caracteriza a los nuevos partidos es el fin de su vida útil. Surgieron con ideologías antagónicas, líderes dispares y objetivos distintos, pero Ciudadanos, Podemos y Vox tienen en común su proceso de implosión. En los tres casos hay mucho de egos y poco de debate ideológico. El común denominador es la llegada al poder. La gestión les autodestruye. No estaban diseñados para tal fin. Con los naranjas en proceso de liquidación entre acusaciones de intentar repartirse la herencia del difunto y los morados dispuestos a morir matando a Yolanda Díaz, en las filas de la ultraderecha el virus letal se propaga.

Macarena Olona fue el principio y quizás en algunas de las acusaciones contra los líderes de Vox que expone en su libro esté el fin. La derrota moral en las elecciones andaluzas abrió el camino de no retorno. Comenzaron a ajustarse las cuentas en público. ¿Quién mató a Olona? En aquellos momentos se mancharon de sangre las manos de Iván Espinosa de los Monteros. Se habló de celos por el papel de estrella de la que fuese la parlamentaria más mediática. Con el tiempo y el testimonio de la afectada se descubrió una trama de mayor calado. En Vox se estaban imponiendo los "duros". El nombre del eurodiputado Jorge Buxadé emergió como el brazo ejecutor del cerebro del partido, del padre de la idea, Kiko Méndez Monasterio.

El "creador" empezó a perder su anonimato en los medios. Brillante estratega, hasta ahora siempre detrás de Santiago Abascal, estuvo en la negociación de todos los gobiernos autonómicos. Cerró el primero, el de Castilla y León, mientras celebraba los goles del Real Madrid. Comparte afición madridista con el presidente, Alfonso Fernández Mañueco. Dio alas a perfiles como el de Ignacio Hoces, diputado por Badajoz, que se hizo con el control de facto del grupo parlamentario hasta forzar la salida de Espinosa de los Monteros.

El que fuera fundador de Vox no reconocía su criatura. Se fue con discreción. Apostaba firmemente los acuerdos con el PP, pero desde la lealtad. Sin estridencias. Ahora se desenvuelve en el ámbito privado. Su salida puso el foco en el futuro de su pareja, Rocío Monasterio. Era otra de las grandes promesas de Vox que se quedó sin brillo. Ahora busca su hueco en la Asamblea de Madrid en una oposición a Ayuso en buena medida desmesurada. Hay muchos nervios. La irrelevancia a la que le condenó la mayoría absoluta de la baronesa popular solo ha servido para acelerar su declive. Se da por hecho en las filas del partido de ultraderecha, "lepenista" prefieren denominarle sus fundadores, que se marchará. Su persona de confianza es hoy el diputado José Luis Bartolomé, que ha sustituido en el rol de escudero a Ínigo Henríquez de Luna.

Foto: Núñez Feijóo, en el acto del PP en Málaga. (EFE/Jorge Zapata)
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La bancada de Vox en el Congreso es una buena metáfora de qué está pasando en el partido. Olona y Espinosa de los Monteros han sido sustituidos por sus "miniyos", como apodan entre parlamentarios de otros partidos a la nueva voz en la Cámara baja, Pepa Millán, y su compañero de asiento, José María Figaredo. Jóvenes manejables en manos de una cúpula de hierro. Las crisis en los territorios se sucederán, la sospecha sobre la financiación aleja a los votantes de derechas que sangran por la herida de los escándalos del PP, al que el núcleo de poder voxiano aspira a convertir en actor secundario. Ya lo intentó Albert Rivera.

El plan de los que mandan está inspirado en la Europa de la que reniegan. El análisis pasa porque España sufrirá en unos años la presión migratoria de vecinos como Italia o Francia y se desencadenará una crispación social sin precedentes. La llegada masiva de migrantes a Canarias da alas a su estrategia. La incapacidad del Gobierno para gestionar con un mínimo de dignidad las oleadas contribuye al discurso del odio. Centenares de almas en busca de un futuro mejor repartidos como ganado a expensas del gran trabajo de asociaciones humanitarias como Cruz Roja, mientras los dirigentes se embarran en la lucha política. El ministerio de José Luis Escrivá debe reunirse con los presidentes autonómicos y alcaldes para pactar una colaboración efectiva que favorezca la solidaridad ciudadana y la integración. En el rechazo a la acogida de quienes se juegan la vida para llegar a las costas europeas fían los de Abascal su éxito. No hay prisa porque consideran que como ocurrió con Giorgia Meloni llegará su hora. Quizás olvidan que están diseñados para la autoinmolación.

Obsolescencia programada. Si hay algo que caracteriza a los nuevos partidos es el fin de su vida útil. Surgieron con ideologías antagónicas, líderes dispares y objetivos distintos, pero Ciudadanos, Podemos y Vox tienen en común su proceso de implosión. En los tres casos hay mucho de egos y poco de debate ideológico. El común denominador es la llegada al poder. La gestión les autodestruye. No estaban diseñados para tal fin. Con los naranjas en proceso de liquidación entre acusaciones de intentar repartirse la herencia del difunto y los morados dispuestos a morir matando a Yolanda Díaz, en las filas de la ultraderecha el virus letal se propaga.

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