Maten al mensajero
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Feijóo, el poder gallego y el ostracismo de los traidores
Ha colocado a más personas en el comité de dirección para que haya menos que manden. Los ajustes en el equipo confirman que solo confía en su núcleo duro
Feijóo ha avanzado que hará una "oposición proporcional" a la radicalidad de Sánchez. El mensaje es válido para todos los públicos porque el baremo del extremismo de uno u otro es subjetivo. Como también lo son las cábalas que hacen los barones para medir el estado de su cuota de poder tras los cambios en Génova. En función de cuántos afines han ascendido, se siente el presidente de turno más o menos cercano al líder. Se les escapa que la remodelación de Feijóo ha sido muy gallega. No porque Miguel Tellado haya sido nombrado portavoz en el Congreso, sino porque ha reafirmado que en el PP solo manda él. O al menos lo va a intentar.
La jugada de dar cabida a más nombres en el comité de dirección pasa por dejar el poder en menos manos. A priori resulta una contradicción, pero como lo de la radicalidad, también tiene su lectura. La operación para acabar con la tricefalia que suponía tener una secretaria general, un coordinador general y un vicesecretario de Organización, se ha resuelto volviendo a repartir el control interno del partido. Ahora hay una secretaria general, una vicesecretaria de Organización y un vicesecretario de Política Autonómica y Estrategia Electoral. Todas estas funciones podrían haber recaído en un o una número dos de mucho peso político si lo que se busca es simplificar la estructura. Secretarios generales como Álvarez Cascos, Javier Arenas o Teodoro García Egea. Es decir, generales secretarios.
Cuca Gamarra y Carmen Fúnez lo harán bien porque son trabajadoras, pero su perfil es otro. Elías Bendodo, el de carácter más parecido a los citados, ha sido despojado de galones. Los recibió en el Congreso de Sevilla por su labor en la primera línea del frente que acabó con la vida política de Pablo Casado. La reconquista de los veteranos se cerró en el sur. En las capitulaciones, los gallegos accedieron a compartir el poder hasta desembarcar en la Moncloa. El destino se ha torcido y ahora toca atrincherarse y expulsar a todos aquellos que profesaron otra religión.
Se acabaron los ensayos de convivencia. También para todos aquellos que vieron impasibles derramar lágrimas a Casado antes de entregar la llave de Génova. Los que se mimetizaron con Feijóo y hoy tienen un escaño en el mejor de los casos. Porque el gallego quiere cerca a los suyos. Valora la lealtad. ¿Quién le asegura que los que un día dejaron a Casado no le dejarán a él? Nadie. Por eso ha entregado el grupo parlamentario a su killer, por eso mantiene el escaño de sus incondicionales, Mar Sánchez y Marta Varela. Un equipo sin fisuras. Casado se rindió cuándo sus diputados dieron un paso atrás. Su forma de entender la política no le permitía aferrarse a un cargo sin sus representantes en el Congreso de su lado.
Salvo Cuca Gamarra, ninguno de aquellos que estaban en el comité de dirección y en la dirección parlamentaria han medrado. Están defenestrados u orillados. Andrea Levy, Javier Maroto, Pablo Hispán, Adolfo Suárez, Sandra Moneo, Guillermo Mariscal… Por el contrario, han ascendido Cayetana Álvarez de Toledo y Rafael Hernando. Ambos siempre han sido coherentes en sus aciertos y errores. Se les ve venir, son previsibles. A Feijóo no le gustan las sorpresas. Trabaja para evitarlas.
Estos "ajustes" no van de colocar a los "duros" al frente sino a su núcleo duro. El líder del PP ha dividido el poder en Génova para realmente ostentarlo él, ha repartido presunta influencia entre los barones para neutralizar a los posibles delfines. Ni Juanma Moreno ni Ayuso bendicen los cambios, pero callan. Es tiempo de silencios. El ruido futuro será proporcional al éxito de la oposición de Feijóo. También subjetivo.
Feijóo ha avanzado que hará una "oposición proporcional" a la radicalidad de Sánchez. El mensaje es válido para todos los públicos porque el baremo del extremismo de uno u otro es subjetivo. Como también lo son las cábalas que hacen los barones para medir el estado de su cuota de poder tras los cambios en Génova. En función de cuántos afines han ascendido, se siente el presidente de turno más o menos cercano al líder. Se les escapa que la remodelación de Feijóo ha sido muy gallega. No porque Miguel Tellado haya sido nombrado portavoz en el Congreso, sino porque ha reafirmado que en el PP solo manda él. O al menos lo va a intentar.