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Cómo emanciparnos del capitalismo financiero
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Galo Mateos

Mensajes de Narnia

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Cómo emanciparnos del capitalismo financiero

No encontraremos muchos enemigos al afirmar que el capitalismo financiero se basa en el exhaustivo ordeño de cuantos elementos representan algún valor monetario. Un proceso que

No encontraremos muchos enemigos al afirmar que el capitalismo financiero se basa en el exhaustivo ordeño de cuantos elementos representan algún valor monetario. Un proceso que por diferencia respecto del capitalismo inicial convencional, lleva a una arriesgada maximización de beneficios en el menor plazo de tiempo, a la sustitución de la cultura industrial por la financiera y a la deslocalización fiscal de sus actores.

Sobre esta forma de capitalismo, escudada en la libertad y globalización de los mercados, hemos podido constatar que erosiona gravemente cuantos recursos utiliza, provocando una irreversible tendencia a la reducción salarial, el agotamiento irresponsable de recursos naturales no renovables y recortes en el empleo en las economías occidentales más débiles. Y, paradójicamente, se nutre del ahorro de esos mismos ciudadanos para el desarrollo de sus fondos de inversión, controlados por muy pocos, a los que retribuye con extravagantes sumas, muy por encima de su contribución fiscal global.

Los gobiernos hasta ahora no han encontrado un camino distinto que la sumisión a sus procedimientos y exigencias, en una falsa apariencia de soberanía.  Ambas élites, financiera y política, han desarrollado importantes sinergias en el ejercicio de su actividad y en realidad solo cuentan con un pequeño porcentaje del capital, unos; y de la voluntad popular, otros. A cambio de algunos logros políticos y sociales, hemos transferido la gestión de nuestros intereses y valores a un grupo de individuos que aparentan representarnos.

Tampoco encontraremos enemigos al afirmar que nuestra sociedad atraviesa un preocupante declinar en lo social y ecológico, fruto del productivismo mas descarnado y de las prisas por un rendimiento económico y político tan angustioso como indeseable. Deshacer ese idilio entre finanzas y poder político, y, sobre todo, quebrar el pernicioso timing que nos imponen, será una batalla que dure decenios, pero es que hablamos, nada mas y nada menos, que de la prevalencia del Hombre sobre el poder de un dinero fiduciario, inventado por nosotros mismos, y a cuya mecánica, hemos acabado sirviendo.

Resistir a la sobreexplotación

A lo largo de varios capítulos, Mensajes de Narnia, pretende promover un  movimiento social, vía nuestras opiniones, de  resistencia a la sobreexplotación de los recursos de los que dispone nuestro planeta (humanos y materiales), e indagar sobre las recetas idóneas para quienes quieran romper y abandonar  este barco emborrachado de falsedades y a merced de las olas, sin temor a la exclusión social. Y siendo compatible, claro, con seguir  participando laboral o empresarialmente en el proceso, siempre que seamos conscientes del papel que desempeñamos en el y de que vayamos dejando testimonio de nuestra Resistencia activa, para esta y futuras generaciones.

Y tampoco encontraremos muchos enemigos, afirmando que no hay por qué renunciar al capitalismo ni al papel de un Estado inteligente, vigilante y corrector de sus peores consecuencias. Perfeccionar el sistema, consiguiendo que el hombre sea el primer beneficiario de esa evolución, sin renunciar a ninguna de las conquistas políticas y sociales -que las ha habido y buenas-, sin inventos buenistas y sin confiar solo en la suerte.

A España le quedan cuatro mandatos políticos hasta 2030, en los que podría abordar su paulatina conversión en una democracia funcional ejemplar, la transformación de su población en el modelo demográfico ideal, el perfecto aprovechamiento de sus limitados recursos naturales e ir adecuando el comportamiento público y privado a la máxima eficiencia e independencia energética.

Por un país mejor

Por nuestros antecedentes, condicionantes geopolíticos y tipología de recursos humanos y naturales, nunca seremos nada distinto de los países de nuestro entorno. Pero lo que si podemos ser, si nos lo proponemos, es un país mejor de aquí al 2030, con unas elevadas tasas de felicidad objetiva y de desarrollo humano. Con los mismos recursos, pero aplicados en otras prioridades a través de hitos electorales y programas de gobierno para las dos próximas décadas.

Olvidemos ya esa cantinela de ser más ricos y poderosos, y abracemos una idea más simple, de ser los más conscientes a largo plazo de nuestros condicionantes y oportunidades, los mejor formados, los mas altruistas y los más inteligentes socialmente a la hora de afrontar los mismos problemas de escasez y urgencia que otros países. Sea lo que sea el sobrante de pagar nuestras deudas, si no lo usamos con inteligencia y perspectiva, seguiremos endeudándonos a cambio de ceder aún mas soberanía ante la tiranía de un capital, cuya única obligación es hacerse más grande y sobrealimentar a las castas que lo gestionan, en evitación de luchas y disensiones internas.

A quienes quieran luchar por su emancipación del capitalismo financiero y por la prevalencia de nuestros valores humanos y de respeto a la naturaleza que maltratamos, se les ofrece una vida mejor en el ámbito del combate que en la servidumbre. Su éxito constituiría los fundamentos de un posible gobierno mundial durante este siglo, como sugiere Jacques Attali, en su reciente 'Demain, qui gouvernera le monde?' , al tiempo que hayamos podido disfrutar de una mayor esperanza de mejora.

Si no oponemos resistencia, viviremos bajo un indeseable y mecánico yugo financiero, y cuando los negociadores no sean los respetuosos economistas de hoy, sino financieros asiáticos, tenedores finales de nuestra Deuda, habremos de ser conscientes de que estos nuevos poseedores del papel que derrochamos, no disponen para sus conciudadanos de ninguna de las ventajas sociales, ni del respeto a los valores que pretendemos financiar con nuestros permanentes aplazamientos. Seamos bien conscientes de lo que esto puede significar.

Nuevo modelo de convivencia

En España ningún partido político recoge este espíritu, que en Europa es defendido en primicia por los Verdes, liderados por un veterano del 68, Daniel Cohn-Bendit, y desconectado ya del eco-radicalismo primitivo. En la reciente convención de Lyon, el pasado noviembre, no hubo la menor mención a Greenpeace ni organizaciones análogas. Sin duda, surgirán mas partidos a considerar en estos próximos 20 años, como posible pensamiento ganador tras la última crisis, no quiero venderles las bondades de este primer movimiento, no me malinterpreten. Pero las simpatías hacia unos u otros, no han de distraernos de nuestra tarea fundamental: dotarnos de un nuevo modelo de convivencia justa y sostenible, en el que el capital financiero sea meramente un elemento al servicio de la humanidad y no quien la gobierne.

Trataremos de proyectar en las próximas entregas de este blog, el camino idóneo para esa emancipación, a través de los cuatro mandatos políticos que nos restan hasta ese hito final que nos marcamos, atendiendo a los epígrafes económicos, fiscales y monetarios, sociales, educativos, de desarrollo personal y nuevos estilos de vida.

El 2030, pues, empieza a contar desde hoy y disponemos de 20 años por delante para participar en una profunda transformación social, de la que por el momento solo somos un primer embrión. Pero la causa seguida, de combatir los efectos perniciosos del capitalismo financiero, generando un nuevo modelo de comportamiento económico, social y medio ambiental, merece nuestro esfuerzo creativo. Bienvenidas sean sus aportaciones.

No encontraremos muchos enemigos al afirmar que el capitalismo financiero se basa en el exhaustivo ordeño de cuantos elementos representan algún valor monetario. Un proceso que por diferencia respecto del capitalismo inicial convencional, lleva a una arriesgada maximización de beneficios en el menor plazo de tiempo, a la sustitución de la cultura industrial por la financiera y a la deslocalización fiscal de sus actores.