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Señores, se acabó el pasado
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Galo Mateos

Mensajes de Narnia

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Señores, se acabó el pasado

 “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”. (J. Ingenieros)

 “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”. (J. Ingenieros)

Sí señores, se acabó el pasado, se acabó Rajoy, se acabaron Zapatero, Rubalcaba, el PSOE, el PC, el PP, sus abusos y monsergas. Se acabaron los pijos y los progres. Se acabó el franquismo y la República. Se acabó todo. Caspa dialéctica que el viento debe llevarse cuanto antes. Ahora solo somos personas con algunos principios, un pasado equivocado, cargadas de deudas y escasamente esperanzadas.

La Transición convirtió aquella inocente Águila de San Juan en un insaciable buitre de 17 cabezas, y no en el fruto ordenado y esperable de aquella enorme conciencia de cambio. Con toda justicia, nos podemos considerar estafados por la gestión promovida por los partidos políticos dominantes ante el pésimo resultado final en términos de la democracia y el bienestar al que aspirábamos. Tenemos uno de los peores registros en términos de calidad democrática comparativa en Europa y las peores perspectivas económicas del grupo.

La fracturada sociedad española, en su hemisferio consciente -el otro todavía vive un sueño de caudillos redentores-, ha cambiado su forma de pensar, según las encuestas. Desde la bronceada generación del “llámame y comemos” a los más jóvenes, algo se barrunta en el espeso silencio de los antaño corderos. La casta política ha demostrado ser mucho más competente para llevarnos al hoyo que para sacarnos de él, y la mayor parte de la población recela de todo lo público y ya solo persigue soluciones individuales.

¿Es beneficiosa la soberanía política?

Tras la pérdida de soberanía financiera, tan advertida desde este diario y tan contestada por los del ‘Nunca pasará, España es demasiado grande’, la gente empieza a preguntarse cuál es el beneficio de mantener la soberanía política. Sobre todo, gestionada por una gente que cada vez que ve un problema, nos hurga el bolso. Mucha prisa para colocar a los consortes en los mejores sitios y poca para acabar con el costosísimo sistema de propaganda montado.

La crisis que ahora quiere evitar el Gobierno es la de perder la confianza de la población, y que haya que convocar elecciones, o de que al final nos sugieran un sustituto para La Moncloa. Ni Irlanda, ni Portugal, ni Italia, ni Grecia han perdido nada mandando al tinte a los anteriores. Puede ser la única manera de que entiendan la responsabilidad política de lo que hacen. Desmontada la amenaza golpista, alejando militares de su cabecera, haciendo partidistas las instituciones que debían controlarla, la casta política se ha extendido como una plaga sin depredador conocido.

El cáncer, de verdad, son los partidos políticos. Ni era tan mala la Constitución ni había por qué maltratarla con continuas componendas. Los ayuntamientos y las autonomías no nacieron para esto que ha sucedido. Han sido sus ocupantes quienes tomaron la decisión de asaltarlas en beneficio de los suyos

Más allá de las pomposas y arrogantes explicaciones ofrecidas, nos hemos enterado de  lo que de verdad importa a nuestros políticos, lo que más han protegido: el sistema financiero,  el sistema autonómico y la estructura de poder partidista que los sostiene; propaganda y clientelismo. Los demás a pagar.

El cáncer, de verdad, son los partidos políticos. Ni era tan mala la Constitución ni había por qué maltratarla con continuas componendas. Los ayuntamientos y las autonomías no nacieron para esto que ha sucedido. Han sido sus ocupantes quienes tomaron las decisiones de asaltarlas en beneficio de los suyos. Y, en efecto, los dos partidos principalmente culpables, allá el grado de cada uno,  pueden pasar al olvido a poco que la población se haga la sorda o persista en esta depresión inducida por el aumento de impuestos y la falta de oportunidades. Dejarles caer por un déficit incumplido sería un modo indoloro de quitárnoslos de encima, sin himno, sin bandera, sin traductores y sin la medalla del Congreso.

Han estirado una cuerda que se ha roto, de momento, por la parte económica… y está a punto de romperse por la parte política. A unos por causarlo mucho y a otros por impedirlo poco. Pero se tienen que marchar. Según las encuestas, ya no colman nuestras aspiraciones y la devoción a sus líderes ha caído por los suelos. Y no por tomar medidas difíciles, sino por no tomar las que la población reclamaba como más urgentes y justas.

Retirar dinero de la calle en plena recesión no va a aumentar la recaudación de impuestos. Buena prueba es que la subida del IRPF no fue suficiente y ha habido que complementarla ahora. La viabilidad de los recortes en las administraciones delegadas se sujetan más en mayores recaudaciones que en los recortes, por lo que el resultado va a ser inverso al esperado. Sobre todo, cuando la crisis aquí se manifestó más estructural que en ninguna parte y el tsunami producido aún no alcanzó de lleno nuestras playas.  

España necesita un aliado en Europa

Confirmado que España no era tan grande para ser intervenida, nada impide a la población manifestar su descontento y buscar un aliado en esta nerviosa Europa para provocar unas elecciones anticipadas. Elecciones, que como en Grecia ya no serían bipartidistas. Si UPyD,  con el único mérito especial de no haber participado en anteriores gobiernos, no acaba ganando, pocas alianzas le faltarán. Le bastaría con escenificar el camino omitido por el PP.

Primero se suicidó el PSOE y ahora el PP lleva camino de ahorcarse por el mismo vicio de restar importancia a los problemas y no actuar con firmeza sobre ellos. Comprar tiempo no es resolverlos.

Solo nos queda esperar que el tiempo aleje esta  dramática experiencia para la mayoría y que, fieles a nuestros mayores principios liberales, sepamos interpretar que el progreso es fruto de la suma de todo el esfuerzo y talento individual que pongamos en juego. Un estado empresario, partidista, corrupto y paternalista, es una calamidad en la que no volveremos a incurrir. La oportunidad de cambiar está cerca.

Confiemos en que esa posible liberación, nos despeje la mente para abordar los complicados retos a los que nos vamos a enfrentar. De poco servirán las recetas colectivas, no nos van a escuchar. Pero aquí, en Narnia, en esa orilla soleada donde las cosas son siempre posibles, seguiremos buscando las recetas individuales que nos permitan avanzar. 

 “Los hombres y pueblos en decadencia viven acordándose de dónde vienen; los hombres geniales y pueblos fuertes sólo necesitan saber a dónde van”. (J. Ingenieros)