Es noticia
Lecciones del referéndum francés: la ideología gana al pragmatismo de una clase política acabada
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

Lecciones del referéndum francés: la ideología gana al pragmatismo de una clase política acabada

Jacques Chirac agitó la conciencia de los franceses durante la campaña del referéndum con un gancho dirigido directamente a la mandíbula de la izquierda: “La Constitución

Jacques Chirac agitó la conciencia de los franceses durante la campaña del referéndum con un gancho dirigido directamente a la mandíbula de la izquierda: “La Constitución europea es hija de 1789”, dijo con ese tono solemne que sólo él es capaz de articular. Sus compatriotas no le han hecho caso.

Tampoco a Jospin, Martíne Aubry, Hollande o Delors, las vacas sagradas del socialismo francés, quienes no se han cansado de repetir desde hace meses que el Tratado constitucional respeta el modelo social europeo. Un modelo que, dicho sea de paso, ha permitido, por ejemplo, que recientemente se hayan legalizado en Francia los pisos con menos de nueve metros cuadrados destinados a pobres y estudiantes. La ministra Trujillo debe estar contenta. Pero no los ocupantes de esas infraviviendas. Si Europa sólo puede ofrecer salidas de nueve o treinta metros cuadrados a jóvenes y menesterosos, es que algo falla en el sistema económico y de valores.

Pero lo curioso es que lo más selecto de la aristocracia política francesa –casi todos discípulos de la exclusiva Escuela Nacional de Administración (ENA)-, ha tenido enfrente a tipos de escaso bagaje. Un sujeto de ultratumba: Jean-Marie Le Pen; un curtido agricultor heredero de la guerra de las galias: José Bové, y una inexperta dirigente del Partido Comunista, Marie-George Buffet, desconocida fuera de Francia pero que creció políticamente, paradojas de la historia, bajo las ubres del gobierno plural de Jospin.

El sí también tuvo enfrente a buena parte del Partido Socialista francés, espoleado por el traidor Fabius, que ha sacado a muchos militantes socialistas del marasmo político. Estos extraños compañeros de viaje son formalmente los ganadores del referéndum; pero, en realidad, quien ha ganado es una opinión pública capaz de expresarse libremente al margen de las élites políticas. Algo verdaderamente envidiable si se analiza desde estos pagos. El actual presidente del Gobierno español llegó a decir en un mitin en Barcelona que la Constitución europea no era de derechas ni de izquierdas. Toma ideología. ¿Cómo es posible que en el seno del PSOE no hubiera ni un solo dirigente crítico con el Tratado europeo? Al PP le pasó lo mismo con la guerra de Iraq y al final perdió las elecciones.

Es evidente que las mejores constituciones son fruto del consenso, pero una cosa es lanzarlas a la cabeza del adversario y otra muy distinta es convertirlas en apátridas. ¿O es que Zapatero y Chirac piensan lo mismo sobre el modelo social europeo? ¿O es que los recortes sociales no obedecen a planteamientos ideológicos?

¿Y por qué se ha revelado la opinión pública francesa contra los gendarmes de la ortodoxia? Se puede echar la culpa al empedrado sosteniendo, como hacen muchos observadores, que este tipo de asuntos no se deben ventilar en un referéndum, ya que al final priman las cuestiones nacionales. Pero si el proceso de integración política en la UE está haciendo aguas es, precisamente, por falta de democracia.

El estado-nación ha traicionado el sueño de Monnet y Schumann. En los últimos años, en vez de haberse consolidado en Bruselas un verdadero poder político democrático, se ha optado por lo más cómodo: elegir a un funcionario de tercera fila al que los jefes de Estado o de Gobierno manejan fácilmente. Es curioso que el Parlamento Europeo controle a los burócratas, pero no a quienes realmente mandan, los miembros del Consejo Europeo.

¿Qué méritos tiene Duráo Barroso para ser presidente de la Comisión Europea? Posiblemente su conocimiento de idiomas, porque desde luego ha dejado la economía portuguesa como un erial: con un déficit del 6,83% del Producto Interior Bruto para este año y en medio de una profunda recesión. ¿Es creíble un presidente que ofició de anfitrión en la cumbre de las Azores cuando la opinión pública europea, de forma aplastante, estaba contra la intervención en Iraq?

También se puede culpar en exclusiva a Jacques Chirac de lo sucedido, como quiere hacer determinada prensa española. Pero estaríamos ante una verdad a medias. Es evidente que el principal responsable del fiasco es el presidente de la República, que ha querido jugar a ganar y ha perdido. Pero en su descargo hay que recordar que las dos terceras partes del electorado del Partido Socialista francés se decantó finalmente por el voto negativo. No hay duda de que Raffarin es ya chatarra, y que Chirac le puede acompañar al desguace tras las presidenciales del 2007.

Un análisis más sosegado de las causas del no apunta a que el electorado de izquierdas ha querido distanciarse del que vota a la derecha. Lo mismo ocurrió en España con ocasión del referéndum de la Constitución europea, pero al revés. Muchos simpatizantes del PP votaron no. Fue insuficiente porque en España la conciencia crítica está por descubrir. Se vota al partido.

En Francia, la diferencia ha estribado en que los representantes del no han sabido convencer a los votantes de que todavía es posible mejorar el Tratado, sobre todo en su contenido social. Este argumento ha sido imbatible. Por mucho que se hayan empeñado los partidarios del sí de presentar a sus adversarios como enemigos de Europa, lo cierto es que de las urnas ha nacido un mensaje: Otra Europa es posible. En palabras de José Bové, se ha producido una “insurrección democrática”.

Como dice Pierre Giacometti, director general de la consultora Ipsos, destaca la pérdida de credibilidad de la clase política francesa, lo que explica que desde hace veinte años se produzcan terremotos políticos después de cada convocatoria electoral (en Francia rige un sistema mayoritario).

Y es que, al final, lo que ha sucedido en Francia tiene mucho que ver con lo ocurrido en Alemania, donde los electores de izquierda le van a dar la patada a Schröder por sus políticas de recortes sociales. Lo paradójico es que el principal beneficiario será la alianza CDU-CSU, que acusa a los socialdemócratas de tibieza en las reformas sociales.

El pensamiento débil tiene estas cosas. Se echa al que manda, pero construir una alternativa es bastante más difícil.

Jacques Chirac agitó la conciencia de los franceses durante la campaña del referéndum con un gancho dirigido directamente a la mandíbula de la izquierda: “La Constitución europea es hija de 1789”, dijo con ese tono solemne que sólo él es capaz de articular. Sus compatriotas no le han hecho caso.

Social Jacques Chirac Irak Socialdemocracia PIB Consejo Europeo Parlamento Europeo