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¿Y si España no existe y Don Pelayo no fue más que un grosero impostor?
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Carlos Sánchez

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¿Y si España no existe y Don Pelayo no fue más que un grosero impostor?

El presidente del Gobierno ha confesado a sus allegados que Anselmo Carretero y Jiménez, un viejo nacionalista leonés, es uno de los intelectuales que han inspirado

El presidente del Gobierno ha confesado a sus allegados que Anselmo Carretero y Jiménez, un viejo nacionalista leonés, es uno de los intelectuales que han inspirado su visión de España. Carretero, como se sabe, defendía la idea de España como nación de naciones. Para él, la piel de toro nunca ha sido una nación, sino que es el resultado de la convivencia de distintos pueblos con identidad propia que nunca han perdido su personalidad. Pocos lo han leído, pero las opiniones sobre su pensamiento no permiten las medias tintas. Para unos, Carretero era un auténtico erudito con saberes enciclopédicos, y para llegar a esta conclusión sólo hay que echar un vistazo a su obra, plagadas de volúmenes de casi mil páginas en los que hace un repaso pormenorizado de todos y cada uno de los reyes de Castilla y de León. Para otros, los críticos, estamos ante un auténtico cantamañanas –dicho en términos coloquiales-. Nos encontraríamos ante un ingeniero industrial metido a historiador que no hizo otra cosa que ficción política, sin ningún rigor intelectual. El insigne medievalista Claudio Sánchez Albornoz y estudiosos como Enrique Orduña –autor de El regionalismo en Castilla y León- serían de la segunda opinión.

Unos y otros estarán en una cosa de acuerdo. Carretero forma parte de la memoria española en el exilio. Murió en 2002, a los 94 años, y vivió en México las dos terceras partes de su vida. Fue uno de los creadores de la revista Las Españas, cuya cabecera es toda una declaración de principios.

Su última obra –Castilla, Orígenes, Auge y Ocaso de una Nacionalidad- fue escrita con casi 90 años, y es casi un compendio de su pensamiento. No se trata de un mero libro de historia sino que sus reflexiones abarcan hasta el periodo constituyente de 1978. Para comprender la escasa difusión que ha tenido el pensamiento de Carretero –ahora rescatada por el presidente Zapatero- sólo hay que acudir a la tirada de su última obra, editada en México por la mítica editorial Porrúa (auténtico escaparate del exilio español): 1.000 ejemplares. Mil ejemplares que por lo visto –y escrito- han dado mucho juego.

Carretero parte para su análisis de una idea. Hasta el siglo XVIII España era sinónimo de Hispania o Iberia, ya que esa expresión se refería al conjunto de habitantes o de pueblos que vivían en la península ibérica. Por ello, sostiene Carretero, un portugués es tan español como un murciano o un extremeño. “Hoy -dice el referente ideológico de Zapatero- el vocablo España aplicado al Estado español no responde cabalmente a su significado tradicional”.

En su opinión, los términos nación y estado son cosas diferentes. Según ese esquema existen naciones sin estado –como las que aglutinan a los kurdos o los palestinos- pero hay también estados sin una nación homogénea, ya que tienen un carácter plurinacional, como sucedía en la antigua Unión Soviética. Hasta la caída del muro nadie dudaba de la existencia de la nación alemana, aunque estuviera dividida en dos estados. “Donde existe una comunidad humana cuyos individuos tienen conciencia clara de formar una nacionalidad y la firme voluntad de seguir perteneciendo a ella, ahí existe una nación”, aseguraba.

¿Y por qué España es un conjunto de naciones y no una unidad, como sucede en Francia? Carretero asegura que en España –en contra del discurso oficial- nunca hubo una sola reconquista, sino que convivieron varias sin ninguna conexión entre ellas, destrozando así el mito de un Don Pelayo victorioso alzándose en armas contra los invasores. Sostiene Carretero que en paralelo con la batalla de Covadonga se inició otra revuelta en los Pirineos Orientales, dando origen a la actual Cataluña –la Marca Hispánica del imperio carolingio-. Al mismo tiempo, se habrían producido otras tres reconquistas: la vasco-castellana, la navarra y la aragonesa, en zonas escasamente romanizadas y no conquistadas por los musulmanes. Este sería el origen de esas nacionalidades. Es decir, todo lo contrario a una España uniforme y cristianizada como ha pretendido la Historia oficial, fundamentalmente en tiempos del franquismo. Carretero echa mano de una frase de Ortega, que ya advertía que “el secreto de los grandes problemas españoles está en la Edad Media”.

La historia más reciente no escapó de su análisis. Carretero recuerda que ya en 1962 los socialistas españoles exiliados en México –él era miembro de la dirección en el exilio- utilizaban con asiduidad la locución nación de naciones. La expresión no cayó en saco roto, y el propio Carretero acredita que en 1976 –muerto ya el dictador- el XXVII Congreso del PSOE discutió una propuesta de la Agrupación socialista de México en la que entre otras cosas, y habida cuenta de que España no era más que “una comunidad de pueblos o nación de naciones”, la Federación (española) debería estar formada por quince regiones históricas: Galicia, Asturias, León, Castilla, País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, Extremadura, Toledo y La Mancha, Murcia, Valencia, Baleares, Andalucía y Canarias.

Es decir, se hubieran caído del esquema constitucional y autonómico Cantabria, La Rioja y Madrid. La nación leonesa –Carretero había nacido en Segovia, pero vivió algún tiempo en la cuna de Zapatero- estaría compuesta por tres provincias: León, Zamora y Salamanca. En su propuesta de 1976, que fue descartada por la dirección socialista, se proponía, ni más ni menos, que si alguna de esas regiones quisieran fusionarse con otra vecina, “a ellas mismas correspondería decidir”.

A lo mejor va a tener razón el mentor de Zapatero y España no existe. Haberlo dicho antes y hubiéramos evitado muchas discusiones estériles. Y es que el papel lo aguanta todo.

El presidente del Gobierno ha confesado a sus allegados que Anselmo Carretero y Jiménez, un viejo nacionalista leonés, es uno de los intelectuales que han inspirado su visión de España. Carretero, como se sabe, defendía la idea de España como nación de naciones. Para él, la piel de toro nunca ha sido una nación, sino que es el resultado de la convivencia de distintos pueblos con identidad propia que nunca han perdido su personalidad. Pocos lo han leído, pero las opiniones sobre su pensamiento no permiten las medias tintas. Para unos, Carretero era un auténtico erudito con saberes enciclopédicos, y para llegar a esta conclusión sólo hay que echar un vistazo a su obra, plagadas de volúmenes de casi mil páginas en los que hace un repaso pormenorizado de todos y cada uno de los reyes de Castilla y de León. Para otros, los críticos, estamos ante un auténtico cantamañanas –dicho en términos coloquiales-. Nos encontraríamos ante un ingeniero industrial metido a historiador que no hizo otra cosa que ficción política, sin ningún rigor intelectual. El insigne medievalista Claudio Sánchez Albornoz y estudiosos como Enrique Orduña –autor de El regionalismo en Castilla y León- serían de la segunda opinión.