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La España plural ya está aquí: cada gobierno regional hace de su capa un sayo en política económica
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Carlos Sánchez

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La España plural ya está aquí: cada gobierno regional hace de su capa un sayo en política económica

La superficialidad que nos invade oculta, a veces, cifras y datos sorprendentes. Media España conmocionada porque el Estatut ensancha las diferencias entre comunidades autónomas -entre regiones

La superficialidad que nos invade oculta, a veces, cifras y datos sorprendentes. Media España conmocionada porque el Estatut ensancha las diferencias entre comunidades autónomas -entre regiones ricas y pobres- y resulta que, a la chita callando, cada parlamento regional está haciendo de su capa un sayo.

El Instituto de Estudios Fiscales -dependiente de Economía- acaba de publicar un sabroso informe en el que se pone de relieve cómo determinadas decisiones de política económica están tejiendo un nuevo mapa territorial de España mucho más complejo y rico de lo que habitualmente se cree. Varios ejemplos.

Si usted ha nacido en Navarra ha tenido suerte. El gobierno foral se gastó en 2005 en cada uno de sus ciudadanos 5.372 euros. Puede parecer poco o mucho, pero lo cierto que representa algo más del doble de lo que se gastó el gobierno valenciano en los suyos: 2.453 euros por cabeza. Tras Navarra se encuentran Extremadura (4.106 euros) y Aragón (3.682). Por el contrario, en el pelotón de cola, están Baleares y Madrid, con niveles próximos a los 2.700 euros, la mitad que en la comunidad foral.

Si el análisis del gasto público se hace en relación con el PIB, lo que puede ser más representativo, los resultados son todavía más paradójicos. Extremadura es, con diferencia, la comunidad autónoma en la que el gasto público es mayor: un 26,4%. Dicho en otros términos, la cuarta parte del PIB es sector público, lo que significa que si se añaden las inversiones que realiza la Administración central el resultado muestra que más de la mitad del Producto Interior Bruto de la región depende de la actividad inversora de las distintas administraciones (frente al 38% del conjunto del Estado). Tras Extremadura se encuentran Castilla-La Mancha y Navarra, en el entorno del 20%.

En el lado contrario, frente a lo que puede parecer por las obras, se encuentra la Comunidad de Madrid, donde apenas el 9,6% de su PIB está relacionado con el gasto público autonómico. Cataluña y Baleares, con algo más del 11%, se encuentran a continuación.

Lógicamente, buena parte del gasto público se financia acudiendo a los mercados de capitales, y en este caso también se produce distancias abismales entre unas regiones y otras. Mientras que en la Comunidad Valenciana el nivel de endeudamiento público representa el 11,5% del PIB regional (cuatro puntos más que en Cataluña, la segunda clasificada); el País Vasco es, con diferencia, la comunidad más saneada. La deuda apenas representa el 2,1% del PIB, ocho décimas menos que en La Rioja.

Pero es que mientras que el presupuesto regional creció un 14,8% en Aragón y La Rioja; en Baleares, Castilla y León y Navarra apenas se llega al 6%, es decir muy por debajo de la mitad.

Un último dato. Si en Madrid el 89% de sus ingresos procede de recaudación impositiva, en Extremadura únicamente se alcanza el 25%, lo que da una idea de la capacidad redistribuidora del Estado para equilibrar la situación. En la comunidad de Juan Carlos Rodríguez Ibarra nada menos que el 48% de los ingresos procede de transferencias públicas.

¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que las diferencias interregionales, lejos de ser un asunto a resolver a medio plazo, ya están aquí. Habrá quien piense que esta nueva realidad es el principio y final de un problema llamado España -la Castilla de Unamuno-, pero no es más que la conclusión lógica de un proceso descentralizador iniciado en 1978. Y que, en contra de lo que muchos piensan, ha hecho posible el periodo más fértil de los últimos 300 años.

Por eso, resultan verdaderamente sorprendentes los enconados debates que a menudo se producen sobre las disparidades regionales en España. Teniendo en cuenta, además, que las distancias no tienen nada que ver con posiciones ideológicas.

Dando por buenos los esquemas convencionales entre derecha e izquierda, lo cierto es que el PP gasta más en algunas comunidades autónomas que el PSOE, mientras que el partido en el Gobierno aparece como profundamente estatalista en algunas regiones. Esta es la realidad, y no otra. Seguir hablando -como Zapatero- de que gracias a su gestión ha nacido la España plural es una solemne estulticia. Como cuando dice Rajoy que España debe seguir siendo una realidad homogénea. Ni lo uno ni lo otro. Así es España.

La superficialidad que nos invade oculta, a veces, cifras y datos sorprendentes. Media España conmocionada porque el Estatut ensancha las diferencias entre comunidades autónomas -entre regiones ricas y pobres- y resulta que, a la chita callando, cada parlamento regional está haciendo de su capa un sayo.