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Homenajes a Marcelino Camacho y Cuevas: la nueva era del diálogo social en un país de cainitas
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Carlos Sánchez

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Homenajes a Marcelino Camacho y Cuevas: la nueva era del diálogo social en un país de cainitas

La casualidad ha querido que en pocos días vayan a coincidir sendos homenajes a dos personalidades absolutamente distintas y distantes, que diría el tópico. Uno

La casualidad ha querido que en pocos días vayan a coincidir sendos homenajes a dos personalidades absolutamente distintas y distantes, que diría el tópico. Uno de los agasajos se celebró el pasado 14 de noviembre (Hotel Palace) en la persona de José María Cuevas, presidente durante muchos años de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). El otro homenaje lo recibirá hoy mismo (Palacio de Exposiciones y Congresos) Marcelino Camacho, el histórico dirigente de Comisiones Obreras, símbolo durante muchos años de las luchas sindicales contra el franquismo.

Camacho fue diputado a Cortes en los primeros años de la Transición por el PCE y pasó muchos años en la cárcel, lo que le convirtió en una especie de héroe para los jóvenes de su generación, Y, desde luego, un sujeto a perseguir por el Régimen, que veía horrorizado ante sus ojos (primera mitad de los años 70) como se desmoronaba el tinglado montado manu militari por el general Franco a partir de 1939, cuando en lugar de la paz lo que llegó fue la victoria, como decía el malogrado Fernán-Gómez. Sus legendarios jerséis de lana de cuello vuelto que le tejía su compañera Josefina para que se protegiera de los rigores del invierno carcelario, dieron la vuelta al mundo. Hasta el punto de que en un cierto momento de la reciente historia económica de este país -por increíble que parezca hoy- la oposición al franquismo hundía sus raíces en los tajos, en las fábricas, y no en esos ‘señoritingos’ de la platajunta que se reunían en París para hacer revoluciones de salón. En aquellas revueltas obreras, emergía la pequeña figura del soriano Camacho, imputado en el célebre Proceso 1.001, que a la postre demostró al mundo que lo que había en España era una Dictadura y no un simple régimen autoritario, como determinada derecha se empeñaba en sostener.

Un país cainita

El hecho de que se celebren homenajes a Cuevas y Camacho -todavía falta un gran reconocimiento a la figura de Nicolás Redondo- no debería ser noticia, pero teniendo en cuenta que vivimos en un país bastante cainita, donde disparar contra el contrario (a veces contra el pianista) es el deporte nacional, no está de más destacarlo. Sobre todo teniendo en cuenta que se trata de dos personalidades completamente alejadas en lo personal y lo profesional. Uno procede del sindicalismo vertical y el otro de los sindicatos de clase. Uno representa a las viejas centrales obreras del periodo de entreguerras y el otro al posibilismo de los tecnócratas que vivían en las entrañas del Régimen, y que entendieron que sólo buscando espacios comunes con la izquierda y, en general, con los demócratas este país podía salir adelante.

Más allá del análisis que se haga sobre el comportamiento de Camacho en cada momento histórico, lo verdaderamente relevante fue su decisiva influencia en la creación de un sindicato “de nuevo tipo” (al menos eso es lo que se pretendía en sus orígenes) que a la larga, junto a UGT y CEOE, ha acabado por ser un pilar fundamental de los consensos sociales básicos del país, lo que desde luego no es moco de pavo. No hay más que recordar el pornográfico espectáculo de las más altas instancias judiciales o el bochornoso festín arrabalero con el que sus señorías nos obsequian semana tras semana.

El éxito de una nación llamada España

A estas alturas de la historia no hay ninguna duda de que una de las razones que explican el éxito de España como nación en los últimos 30 años -no hay más que echar un vistazo a las estadísticas de la OCDE o del FMI- tiene mucho que ver con la paz social, lo que sin duda no ha sido incompatible con la existencia de determinados momentos de enorme conflictividad laboral. El célebre ‘mientes, Marcelino, y tu lo sabes’, pronunciado por Nicolás Redondo durante un debate en televisión o las cuatro huelgas generales convocadas por los sindicatos contra la política social de Felipe González ponen de manifiesto hasta que punto el camino no ha sido fácil. Las guerras entre UGT y CCOO fueron en algún momento fraticidas, y las de la clase obrera (que se decía por entonces) con el gobierno socialista no le fueron a la zaga. Ahí está, por ejemplo, la huelga general del 14-D.

Sindicatos y empresarios, sin embargo, supieron aprender de aquel viejo concepto acuñado por el vienés Schumpeter cuando hablaba de la ‘destrucción creadora”, que no es otra cosa que el paso inevitable por el que debía transitar el capitalismo para emerger de sus propias cenizas como un moderno ave fénix. A partir de la recesión de los años 1992 y 1993, empresarios y sindicatos entendieron que la única solución era comportarse de una forma civilizada, y eso explica que España dejara de ser una de las naciones con mayor conflictividad social del mundo desarrollado. Y desde entonces las cosas no han ido nada mal (lo que no significa que no tenga problemas).

Este clima -desde luego mucho más respirable que el político y, por supuesto, bastante más fructífero- hará posible que José María Cuevas pueda acudir hoy, sin que tiemble el mundo, al homenaje de un viejo adversario suyo, con quien tuvo sonoros enfrentamientos. O que el propio José María Fidalgo, asistiera el pasado 14 de noviembre al homenaje a Cuevas, donde tuvo, por cierto, palabras tan cariñosas hacia el ex presidente de CEOE que algún gran empresario se quedó boquiabierto. A ese acto acudieron Arias Cañete o Ana Pastor, en representación del PP, pero ningún dirigente del PSOE, lo que no dice mucho en su favor. Los únicos ‘socialistas’ que asistieron lo hicieron por razones institucionales: Javier Gómez Navarro (Cámaras de Comercio) y Luis Atienza (Red Eléctrica).

El presidente Zapatero ha anunciado que acudirá hoy al homenaje a Camacho, lo que pone de relieve la normalidad con que vive hoy este país el diálogo social. Lejos de aquellos tiempos en que los propios socialistas boicoteaban la celebración del Primero de Mayo para dar una bofetada a los sindicatos. Eran otros tiempos.

La casualidad ha querido que en pocos días vayan a coincidir sendos homenajes a dos personalidades absolutamente distintas y distantes, que diría el tópico. Uno de los agasajos se celebró el pasado 14 de noviembre (Hotel Palace) en la persona de José María Cuevas, presidente durante muchos años de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). El otro homenaje lo recibirá hoy mismo (Palacio de Exposiciones y Congresos) Marcelino Camacho, el histórico dirigente de Comisiones Obreras, símbolo durante muchos años de las luchas sindicales contra el franquismo.