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Pizarro vuelve a Roma con los idus de marzo
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Carlos Sánchez

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Pizarro vuelve a Roma con los idus de marzo

Cuando Cicerón regresó a Roma después del asesinato de César, él era único de los conjurados capaz de mostrar determinación; pero poco tiempo después tuvo que

Cuando Cicerón regresó a Roma después del asesinato de César, él era único de los conjurados capaz de mostrar determinación; pero poco tiempo después tuvo que volver a Tusculum, donde se había refugiado tiempo atrás tras proclamarse la República, alarmado porque Roma ya no era la misma que él había conocido en sus tiempos de senador. La historia de Manuel Pizarro tiene mucho que ver con la de Cicerón. Roma o mejor dicho el Partido Popular ha cambiado. Tanto que si a Mariano Rajoy no le sale bien la jugada –recuperar el palacio de la Moncloa- es muy probable que el turolense tenga que volver a sus cuarteles de invierno.

Porque Pizarro, y esto no hay que olvidarlo, se la juega a una carta. Si vence Rajoy, continuará en política; pero si esto no llega, su capacidad para tejer una oposición económica a Solbes es algo más que limitada. El diputado Pizarro tendrá que bregar en medio de un PP convulso que sólo podrá renacer de sus cenizas con nuevas caras, y desde luego nuevos protagonistas de la historia.

Es evidente que puede ocurrir lo contrario. Pizarro es, en estos momentos, un activo para el Partido Popular, que no solo cuenta ya con un personaje capaz de dar réplica a Solbes, sino que, además, convierte la campaña electoral en una cuestión definitivamente económica, algo que satisface a los estrategas de Génova. Pizarro es la estrella ascendente. La cara de la moneda, pero también la cruz, toda vez que su perfil –situado en la orilla más liberal del PP- puede estimular el voto de sectores a la izquierda del PSOE preocupados por un giro conservador a la política económica. Si el PSOE es capaz de demostrar y transmitir a sus potenciales electores que la llegada de Pizarro significa un recorte del incipiente Estado de bienestar que tiene este país, es muy probable que el tiro le haya salido por la culata a Rajoy. Pero si el PP es capaz de poner negro sobre blanco que el rigor en la economía es la mejor arma para crear empleo y elevar la prosperidad de los españoles, es muy probable que Zapatero tenga que coger las maletas.

Así las cosas, la irrupción de Pizarro significa, sobre todo, llevar la campaña electoral a un terreno estrictamente ideológico, un terreno siempre peliagudo en términos electorales y difícil de manejar por parte de los partidos políticos. Las encuestas del CIS vienen diciendo desde hace décadas que este país se sitúa en el centro izquierda, por lo que cualquier política debe ir destinada a encontrar votos en ese caladero. Así lo entendió Aznar en 1996 y eso le llevó a la Moncloa. Por eso, Pizarro debe cuidarse mucho de articular mensajes catastrofistas sobre el papel del Estado en la economía. Ahora que España está comenzando a disfrutar de un Estado de bienestar homologable al de la UE, lo único que no quieren los españoles son políticas destinadas a echar abajo un edificio que se ha levantado durante los últimos 30 años de democracia.

En definitiva, es la ideología, estúpido, y no la economía la que va a primar en esta campaña con la llegada a escena de Pizarro, a quien sus vínculos con la Bolsa y, en general, con el mundo del dinero le pueden pasar factura frente a un probo funcionario como es Solbes que aparece ante la opinión pública como un servidor del Estado. En Italia ya ocurrió algo parecido con un Prodi que daba la imagen de un profesor únicamente interesado por el bienestar de los ciudadanos y un todopoderoso Berlusconi convertido en la primera fortuna del país. Il profesore ganó, demostrando que la humildad en la política es un gran activo. Ser un triunfador es bueno para los negocios, pero no está claro que los ciudadanos -que en última instancia son los que votan- piensen lo mismo.

Cuando Cicerón regresó a Roma después del asesinato de César, él era único de los conjurados capaz de mostrar determinación; pero poco tiempo después tuvo que volver a Tusculum, donde se había refugiado tiempo atrás tras proclamarse la República, alarmado porque Roma ya no era la misma que él había conocido en sus tiempos de senador. La historia de Manuel Pizarro tiene mucho que ver con la de Cicerón. Roma o mejor dicho el Partido Popular ha cambiado. Tanto que si a Mariano Rajoy no le sale bien la jugada –recuperar el palacio de la Moncloa- es muy probable que el turolense tenga que volver a sus cuarteles de invierno.

Manuel Pizarro Endesa Mariano Rajoy