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El miedo al poder o la irresponsabilidad de los empresarios ante la crisis
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Carlos Sánchez

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El miedo al poder o la irresponsabilidad de los empresarios ante la crisis

Atizar al poder es uno de los deportes preferidos de la democracia. Hay que decir que afortunadamente, porque de ser cierto el supuesto contrario, significaría que

Atizar al poder es uno de los deportes preferidos de la democracia. Hay que decir que afortunadamente, porque de ser cierto el supuesto contrario, significaría que vivimos en dictadura. Y eso, desde luego, es bastante peor que excederse criticando, aunque sea de manera injusta. No sorprende, por lo tanto, que a menudo se arree contra el inquilino de la Moncloa por ser el único culpable de todos los males que acechan a la nación. Hasta hacer bueno el célebre dicho: "¿Piove? Porco Governo”. Se trata, como se sabe, de un viejo recurso del debate político que afecta a todos los gobernantes independientemente de su ideología, lo cual indica que estamos ante un asunto de naturaleza estructural. O, incluso, genético. Va en nuestras forma de ser.

Parece evidente, sin embargo, que el Gobierno, y en particular el vicepresidente Solbes, tienen una gran responsabilidad en el hecho de llevar meses mareando la perdiz sobre la intensidad de la crisis, hasta el punto de que han perdido un tiempo precioso para adoptar medidas eficaces para conjurar el declive de la actividad económica. Por decirlo de una manera suave, si el equipo económico de Moncloa hubiera intervenido antes, es posible que la velocidad del deterioro hubiera sido menor. Hasta el punto de que se hubiera podido evitar la ridícula decisión de devolver 400 euros a quince millones de asalariados y pensionistas. Una medida carente de cualquier racionalidad económica que salió de la calenturienta mente de Miguel Sebastián, como todo el mundo sabe, un lince en economía. Sebastián sostenía en sus columnas en El Mundo, sin cortarse un pelo, que toda iba a pedir de boca y que todo era un simple resfriado que desaparecería a medida que se evaporara la crisis financiera. Como se ve, un lumbreras en esto de la previsión económica.

Al Gobierno, con todo, se le podría exculpar (sólo en parte) porque es juez y parte, y no hay Ejecutivo que tire piedras contra su propio tejado -ni éste ni aquél- antes de unas elecciones generales. Pero lo que resulta verdaderamente sorprendente es el papel de la cúpula patronal en este desaguisado. Cuando hablo de la cúpula patronal no me refiero sólo a la junta directiva de CEOE, sino a la flor y nata del empresariado español, que salvo excepciones ha permanecido sorda, ciega y muda ante un vendaval que se veía venir. Desde luego no ha sido por falta de información. Los institutos de coyuntura (incluidos los de la gran patronal) vienen avisando desde hace meses que lo peor estaba por llegar, pero, en lugar de asimilar este planteamiento, buena parte de la aristocracia económica patria se ha dedicado en los últimos tiempos a dar coba al Gobierno asumiendo sin más la absurda teoría de la desaceleración económica, una especie de catarro de primavera. A la cabeza de ellos, Emilio Botín empeñado en ocultar la realidad económica, lo cual dice muy poco a su favor.

El mejor servicio que pueden hacer al país los banqueros, los grandes empresarios y, desde luego, el propio Gobierno, es decir la verdad, que como decía Gramsci es siempre revolucionaria. La Biblia utiliza la expresión "la verdad os hará libres", lo cual indica que se trata de un valor indiscutible para tirios y troyanos.

Lo peor, con todo, no es que se oculta la realidad de las cosas. Lo peor es por qué se hace. Cuando los empresarios deberían ser los primeros en estar interesados en hacer un diagnóstico preciso para poder obrar en consecuencia. Se puede argumentar que hacer pronósticos negativos puede acelerar el ajuste económico, pero esta es una verdad a medias. Los intereses cruzados entre el poder político y el económico explican, sin lugar a dudas, esta suicida estrategia que ha impedido conocer la realidad de las cosas a muchos ciudadanos, que creían que publicar malos datos de coyuntura formaba parte del acoso y derribo al Gobierno. Algo falla en un país cuando los empresarios y los gestores de empresas -que se deben a sus accionistas- ocultan lo que está pasando sólo para hacerle el juego al Gobierno. El BOE, como se ve, sigue marcando nuestros destinos.

Atizar al poder es uno de los deportes preferidos de la democracia. Hay que decir que afortunadamente, porque de ser cierto el supuesto contrario, significaría que vivimos en dictadura. Y eso, desde luego, es bastante peor que excederse criticando, aunque sea de manera injusta. No sorprende, por lo tanto, que a menudo se arree contra el inquilino de la Moncloa por ser el único culpable de todos los males que acechan a la nación. Hasta hacer bueno el célebre dicho: "¿Piove? Porco Governo”. Se trata, como se sabe, de un viejo recurso del debate político que afecta a todos los gobernantes independientemente de su ideología, lo cual indica que estamos ante un asunto de naturaleza estructural. O, incluso, genético. Va en nuestras forma de ser.

Pedro Solbes Miguel Sebastián