Es noticia
Una duda: ¿En qué se parecen Miguel Sebastián y el profesor Franz de Copenhague?
  1. España
  2. Mientras Tanto
Carlos Sánchez

Mientras Tanto

Por

Una duda: ¿En qué se parecen Miguel Sebastián y el profesor Franz de Copenhague?

El profesor Franz de Copenhague era aquel loco genial capaz de inventar los ingenios mecánicos más disparatados. Hubo uno muy celebrado que se denominaba “bicicleta refrigerada

El profesor Franz de Copenhague era aquel loco genial capaz de inventar los ingenios mecánicos más disparatados. Hubo uno muy celebrado que se denominaba “bicicleta refrigerada para días calurosos”, y que consistía en adherir al chasis del velocípedo una pequeña cisterna de agua de la que sobresalía una pequeña ducha. Ésta caía sobre la cabeza del ciclista, quien mediante pedaleo accionaba el invento para su propio deleite.

Desconozco si el invento del profesor Franz de Copenhague -un personaje ficticio que hizo las delicias de los lectores del TBO durante décadas- está incluido en el plan de ahorro energético anunciado por el ministro de Industria, Miguel Sebastián, pero a la espera de la presentación en sociedad de tan valioso documento vale la pena reflexionar sobre las ideas del renombrado economista, quien hace sólo unos meses (noviembre de 2007) afirmaba lo que sigue en las páginas de El Mundo: “Pese a los agoreros, hoy es menos probable el escenario de la ‘gran crisis mundial’ que el escenario de que todo se quede en el bluff de 2007”.

Resulta que el bluff de 2007 se ha convertido, casi de la noche a la mañana, en la “crisis más compleja” de la reciente historia económica, como ha definido Pedro Solbes a lo que está pasando. Así son las cosas, y por eso cabe recordar algunas soluciones ‘imaginativas’ (como a él mismo gusta decir) planteadas por el ministro Sebastián durante los últimos años. El economista por Minnesota deslumbró a los españoles hace años con la idea del tipo único en el IRPF, una medida progresista donde las haya. Afortunadamente, su partido no le hizo mucho caso, por lo que ahora el secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, puede sacar pecho y decir en público que gracias a que nuestro sistema impositivo es de carácter progresivo (paga más quien más tiene, al menos en el IRPF) existe solidaridad interregional, como han puesto de manifiesto negro sobre blanco las balanzas fiscales.

Ya en el Gobierno -y al frente de la Oficina Económica-, Sebastián se puso manos a la obra, nunca mejor dicho, para diseñar otra ‘solución imaginativa’. Dar un golpe palaciego en el BBVA y facilitar el asalto al poder de sus amigos ladrilleros. Como se sabe, y gracias a la sensatez del Banco de España, la operación fracasó; pero no estaría de más reflexionar sobre lo que hubiera sido del sistema financiero español (una de las joyas a proteger) si los Del Rivero y sus aliados hubieran logrado sus objetivos con el patrocinio del inquilino de la Moncloa. El segundo banco español estaría hoy en manos de empresas que se desploman en Bolsa, y cuya capacidad de generar recursos es algo más que limitada por el hundimiento del sector de la construcción. Todo un aviso para futuros navegantes.

Desbordante creatividad

La desbordante creatividad de Miguel Sebastián le llevó posteriormente a impulsar una operación sobre Endesa, sin lugar a dudas una empresa manifiestamente mejorable en los tiempos de Manuel Pizarro. Primero, respaldo la oferta de Gas Natural, y cuando la gasista catalana fracasó en su intento inspiró la entrada de los italianos de Enel en su capital, en compañía de Acciona. Como se sabe, la nueva Endesa es hoy una balsa de aceite, un remanso de paz entre sus principales accionistas. Los Entrecanales y los discípulos de Fulvio Conti se llevan la mar de bien, lo que sin duda facilita la gestión de la segunda compañía energética de este país, al menos hasta ahora. La estrategia de Sebastián ha sido tan brillante que si finalmente la operación EdF-Unión Fenosa sale adelante (y ACS se queda con los activos de Iberdrola), el antiguo portaviones energético del Estado español se convertirá simplemente en la tercera pata del sector eléctrico. Sus empleados deben estar contentos.

Entre las soluciones ‘imaginativas’ que propuso el ministro de Industria se encuentran también los célebres 400 euros, como todo el mundo sabe una medida de izquierdas donde las haya. Es de sobra conocido que tras la aplicación de la medida, Hacienda cuenta con 6.000 millones de euros menos en su hucha. Sin duda mucho dinero que si lo tuviera ahora podría destinar a fines más productivos (y más sociales). Lo peor, con todo, no es eso. Lo peor es que los 400 euros no tienen fecha de caducidad, por lo que el año que viene Pedro Solbes -que ahora está elaborando los Presupuestos Generales del Estado- tendrá que reservar otros 6.000 millones para cumplir el compromiso electoral de Zapatero. Como se ve, una bomba de relojería diseñada por el vicepresidente Sebastián (perdón por el ministro Sebastián) que le estallará a Pedro Solbes en sus propias narices.

Sostiene Sebastián ahora que la solución a los problemas inmobiliarios de este país es que los poderes públicos compren suelo y se dediquen a construir viviendas. Sin duda que estamos ante la formulación más brillante de su larga y fructífera carrera como economista profesional. Resulta que en un país en el que el 16,2% del parque de viviendas está desocupado (datos del Censo de 2001), en el que el número de viviendas por hogar es de 1,55 (datos del Banco de España) y en el que hay entre 800.000 y un millón de pisos sin vender, la solución es seguir construyendo más y más. Y lo dice quien se quita la corbata y viaja en metro para ahorrar energía. Ni al mismísimo profesor Franz de Copenhague se le hubiera ocurrido una solución tan ‘imaginativa’.

El profesor Franz de Copenhague era aquel loco genial capaz de inventar los ingenios mecánicos más disparatados. Hubo uno muy celebrado que se denominaba “bicicleta refrigerada para días calurosos”, y que consistía en adherir al chasis del velocípedo una pequeña cisterna de agua de la que sobresalía una pequeña ducha. Ésta caía sobre la cabeza del ciclista, quien mediante pedaleo accionaba el invento para su propio deleite.

Miguel Sebastián