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Zapatero o el arte de hacer tortillas sin romper ningún huevo
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Carlos Sánchez

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Zapatero o el arte de hacer tortillas sin romper ningún huevo

El 24 de septiembre pasado, hace poco más de cuatro meses, el presidente del Gobierno pronunció en Nueva York  unas palabras irrepetibles. “España”, dijo a un selecto

El 24 de septiembre pasado, hace poco más de cuatro meses, el presidente del Gobierno pronunció en Nueva York  unas palabras irrepetibles. “España”, dijo a un selecto grupo de banqueros y hombres de negocios de EEUU, “recuperará pronto la senda de su crecimiento potencial”. Zapatero, animado por la valentía de su análisis -en ese momento todos los servicios de estudios auguraban un largo  periodo recesivo-, ofreció a sus invitados dos argumentos. En primer lugar, “las cuentas públicas están saneadas”. Y en segundo lugar, España “quizá cuenta con el sistema financiero más sólido de la comunidad internacional".

Como se sabe, el déficit público cerrará este año -en el mejor de los casos- por encima del 6% del Producto Interior Bruto. Y ni que decir tiene que la banca ha vivido tiempos mejores. Paradojas de la vida, ahora es el propio Zapatero quien acusa al solvente sistema financiero español de estrangular el crecimiento por no prestar dinero. Principalmente a las familias y las empresas, ya que las Administraciones Públicas están bien servidas. Hay escasa liquidez en el mercado, pero el poco dinero puesto a disposición de los agentes económicos se lo llevan los poderes públicos para cubrir el creciente déficit, lo cual no deja de ser llamativo en un contexto recesivo y de ridícula liquidez.

Atacar a la banca es un viejo recurso de la clase política. Los banqueros, como todo el mundo sabe, tienen mala prensa. Probablemente ganada a pulso. Son sujetos casi siempre sospechosos que juegan con el dinero de los ciudadanos, y que de vez en cuando nos meten en un lío por su codicia. Adolfo Suárez, un auténtico animal político, aprovechó este axioma en 1986.

El ex presidente del Gobierno acababa de fundar el CDS (Centro Democrático y Social), y un día aprovechó una comparecencia televisiva prevista para la hora de máxima audiencia para cargar contra la banca con un argumento contundente: los banqueros, se quejaba, no le daban créditos, lo que iba en detrimento del sistema democrático por ausencia de igualdad de oportunidades. Como no podía ser de otra manera, Suárez cautivó a la audiencia con su mirada incisiva y conquistó el voto de millones de españoles (por entonces sólo había una televisión). A partir de aquel día, Suárez se recuperó en las encuestas. Hasta el punto de que el CDS logró 19 diputados, lo que le convirtió en la tercera fuerza parlamentaria.

Meterse con la banca, por lo tanto, es rentable en términos electorales. Y eso puede explicar mejor que ninguna otra cosa la escalada verbal del Gobierno, rematada por un Miguel Sebastián falto de cariño que no sabe qué hacer para salir en la foto. Sin embargo, nadie bien informado da un euro porque se rompan las hostilidades. Fundamentalmente debido a que los banqueros no ven todavía una alternativa clara en el PP, lo que les obliga a convivir con el PSOE de Zapatero de la mejor manera posible. Aunque en privado cuestionen su incapacidad para hacer frente a la crisis mediante reformas económicas de calado. No quiere decir esto que vayan a estar callados. Miguel Martín, el presidente de la AEB, calentó el ambiente horas antes de que el presidente recibiera a los banqueros con una soflama inhabitual, lo que significa que algún vidrio comienza a romperse. Pero no la vajilla completa.

El círculo vicioso de la banca

La pregunta que ayer se hacían muchos analistas bien informados es cuánto tiempo puede durar esta situación. O dicho de otra manera: cuánto tiempo pueden aguantar los banqueros viendo cómo se deteriora de forma galopante la coyuntura económica sin que el Gobierno haga algo más que tapar los agujeros por la vía del gasto público.

Ese es el mensaje que quería hacer llegar Miguel Martín a Moncloa: hay que tomar medidas. De lo contrario, esto se cae. No solamente la economía sino también la solvencia de los bancos, atrapados en un círculo vicioso. Si prestan dinero, se deteriora su solvencia, ya que está cantado que la morosidad seguirá subiendo por la caída de la actividad. Y si no lo hacen, su cuenta de resultados se jibarizará por falta de clientes, lo que impepinablemente les llevará a ser menos solventes.

Es decir, que lo que quieren los banqueros es que el Gobierno actúe para frenar la sangría económica, aunque esto le lleve a enfrentarse a sus aliados naturales: los sindicatos y sus bases sociales más a la izquierda. En esta clave podría interpretarse la estrategia de CEOE de no firmar el Acuerdo de Negociación Colectivo que desde hace años suscribe con CCOO y UGT.

Los banqueros presionan para que haya reformas en profundidad, pero por el momento han pinchado en hueso. Zapatero parece convencido de que es posible atisbar la recuperación sin necesidad de tomar medidas impopulares que le enfrenten con los sindicatos. Es decir, quiere hacer una tortilla sin romper los huevos, y por eso está ganando todo el tiempo que puede. A la espera de que el sol salga por el oeste en forma de recuperación norteamericana, lo que le convertiría en el primer presidente de la democracia que se enfrenta a una recesión sin aprobar el correspondiente ‘decretazo’.

Eso es, exactamente, lo que quieren UGT y CCOO, obsesionados porque de la Moncloa no salga ninguna norma de ajuste que imponga sacrificios a los trabajadores. Comportándose, de esta manera, más como un ‘lobby’ que como organizaciones sindicales que representan al conjunto de la nación.

Sólo el pueblo elegido pudo atravesar el Mar Rojo sin mojarse. ¿Lo conseguirá la España de Zapatero?

El 24 de septiembre pasado, hace poco más de cuatro meses, el presidente del Gobierno pronunció en Nueva York  unas palabras irrepetibles. “España”, dijo a un selecto grupo de banqueros y hombres de negocios de EEUU, “recuperará pronto la senda de su crecimiento potencial”. Zapatero, animado por la valentía de su análisis -en ese momento todos los servicios de estudios auguraban un largo  periodo recesivo-, ofreció a sus invitados dos argumentos. En primer lugar, “las cuentas públicas están saneadas”. Y en segundo lugar, España “quizá cuenta con el sistema financiero más sólido de la comunidad internacional".

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