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¡Que viene el ‘lobby’ feroz! El todo o nada de CEOE hace un flaco favor a los empresarios
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Carlos Sánchez

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¡Que viene el ‘lobby’ feroz! El todo o nada de CEOE hace un flaco favor a los empresarios

Está escrito que toda negociación tiene su liturgia. Hace muchos años, en los primeros tiempos de la Transición, el histórico Marcelino Camacho decía que la mejor

Está escrito que toda negociación tiene su liturgia. Hace muchos años, en los primeros tiempos de la Transición, el histórico Marcelino Camacho decía que la mejor manera de comenzar a negociar un convenio colectivo era atizando una patada a la puerta del jefe de personal para dejar claro quién mandaba en la empresa.

Afortunadamente, eso sucedió en el paleolítico superior. Hoy las cosas son distintas. Trabajadores y empresarios pactan cada año casi 6.000 convenios colectivos que afectan a más de 13 millones de trabajadores y no se tienen noticias de que el gremio de carpinteros tenga que hacer horas extras para restaurar tanto estropicio en el inmovilizado de las empresas.

Liturgia, sin embargo, sigue habiendo. Y mucha. Hasta el punto de que en ocasiones unos y otros se pierden con tanto ritual y ceremonia de aproximación antes de atacar el bocado. Hace unas semanas, sin ir más lejos, sindicatos, empresarios y Gobierno se atrincheraron durante más de tres horas en la sede del Ministerio de Trabajo para dar un impulso al diálogo social. Como no había nada de qué hablar, ya que las posturas estaban enfrentadas y no había posibilidad de entendimiento, se tiraron media tarde para pactar el desacuerdo. Al final, las tres partes contaron a los periodistas lo primero que se les ocurrió, pero dando a entender que ellos seguirían negociando hasta la extenuación. No hay peor cosa que aparecer ante la opinión pública como el que rompe la baraja, y de ahí que casi siempre se imponga a política de ‘culos de acero’. Nadie se levanta de la negociación por miedo a ser estigmatizado.

La patronal CEOE ha seguido esta táctica. Pero sólo en parte. Porque rompiendo lo que ha sido la tradición en CEOE desde que José María Cuevas era secretario general hace 30 años, optó hace unas semanas por ejercer de francotirador y plantear una reforma laboral maximalista condenada de antemano al fracaso. El presidente de CEIM, Arturo Fernández, propuso la creación de un ‘contrato de crisis’ con una indemnización de  20 días por año trabajado y con bonificaciones sociales.

Fernández sabía que su oferta era inaceptable para el resto de negociadores. Pero lo hizo. Sabía que ni el Gobierno ni los sindicatos aceptarían una reforma laboral en ese sentido, pero sin embargo la puso sobre la mesa. Rompió, por lo tanto, esa liturgia de cualquier negociación, que consiste en no poner sobre el tapate cuestiones inabordables. Claro está, a no ser que se pretenda liquidar la negociación. Como recordaba hace unos días el profesor Laporta citando a Sófocles, “no des órdenes que no puedas hacer cumplir”. O dicho en otros términos, no te pongas objetivos que no puedas lograr, porque eso lleva necesariamente a la frustración.

Condescendiente con el Gobierno

¿Por qué hizo eso Arturo Fernández con el beneplácito de su cuñado, el presidente de CEOE? Hay quien lo ve en clave interna. Gerardo Díaz-Ferrán tiene elecciones a la vuelta de la esquina, y aunque tiene la reelección asegurada quiere cubrirse el flanco de quienes lo acusan de ser demasiado condescendiente con el Gobierno (sobre todo al comienzo de la crisis) y de no defender los intereses de los empresarios. Con esa estrategia de pretendida dureza, aseguran, Díaz-Ferrán habría intentado socavar la fallida operación de algunos empresarios que movieron los hilos para impulsar una candidatura de Carlos Espinosa de los Monteros, a quien se le puede acusar de participar en el asesinato de Kennedy, pero no de morderse la lengua.

Otros lo ven en clave más estratégica. La nueva dirección de CEOE quiere transformar a la patronal en un lobby (el ‘lobby’ feroz del que habla con sorna Cándido Méndez), lo que supone abandonar su tradicional papel de confederación empresarial volcada en la firma de grandes acuerdos sociales que afecten al conjunto del tejido productivo y no únicamente a determinados sectores. La renuencia de CEOE a suscribir el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva o las reticencias a la firma de cualquier pacto con sindicatos y Gobierno, explicaría esa estrategia.

Las dos interpretaciones no son incompatibles entre sí, por lo que puede haber un poco de ambas. Pero lo cierto es que aquella estrategia maximalista de plantear una reducción general del despido ha acabado por liquidar cualquier posibilidad de que los agentes sociales negocien una reforma laboral rica en contenido y que no necesariamente debe agotarse en cuánto bajan las indemnizaciones por despido.

Aquí está el error de CEOE. El haber arruinado unas negociaciones precisamente por falta de liturgia. Es evidente que los sindicatos -ellos mismos lo han dicho- no quieren ni oír hablar de una reforma laboral, pero no es menos cierto que esta declaración de principios se irá suavizando a medida que aumente la tasa de desempleo. Y no podrán evitarla cuando a finales de 2010 haya en España casi 5 millones de parados, como ayer estimó el BBVA. Es por lo tanto un error estratégico jugar al todo o nada, como la CEOE lo ha planteado. Y eso lo van a pagar los empresarios españoles, y por supuesto los trabajadores, que acuden como invitados de piedra a un ritual en el que la única variable de ajuste es el empleo. Y en particular el más precario, el temporal, que es, precisamente, el que más protección debía tener. ¿Hasta cuándo?

Está escrito que toda negociación tiene su liturgia. Hace muchos años, en los primeros tiempos de la Transición, el histórico Marcelino Camacho decía que la mejor manera de comenzar a negociar un convenio colectivo era atizando una patada a la puerta del jefe de personal para dejar claro quién mandaba en la empresa.

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