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Salgado y el sexo (de los ángeles)
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Carlos Sánchez

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Salgado y el sexo (de los ángeles)

Sostenía Ferdinand Lassalle -aquel viejo socialdemócrata adversario de Marx- que toda acción política comienza por decir la verdad. Y a punto de cumplirse los primeros cien

Sostenía Ferdinand Lassalle -aquel viejo socialdemócrata adversario de Marx- que toda acción política comienza por decir la verdad. Y a punto de cumplirse los primeros cien días de Elena Salgado al frente del Ministerio de Economía hay que admitir que algo ha cambiando en el viejo caserón de la calle Alcalá. Salgado ha liquidado la economía-ficción en la que vivía Pedro Solbes, incapaz de decir la verdad sobre la realidad económica por razones que todavía se desconocen.  La vicepresidenta ha reconocido que la economía estará en recesión hasta 2011 y, al menos, ha admitido la vulnerabilidad del sistema financiero español, un tema tabú para Solbes.

Pero Salgado no es Lassalle, que como se sabe murió en un duelo a manos del conde von Racowitz por el amor de una mujer. La ministra de Economía, al contrario que Miguel Boyer en 1985, no parece estar dispuesta a morir en el intento. Nada indica que se vaya a dejar los espolones por recuperar una cierta capacidad de liderazgo en la política económica, sin duda alguna el gran error estratégico de su antecesor.

Salgado tiene el rango de vicepresidenta segunda, pero importantes áreas de la política económica escapan de su control directo. Ni la política energética, ni el comercio exterior, ni la política territorial -más allá de cuadrar los números-, ni el diálogo social son de su incumbencia directa. Ni siquiera la política de vivienda, lo cual impide entender la economía como un todo. Por sus manos no pasa, si quiera, el grupo parlamentario socialista, lo que explica los errores de coordinación que se han producido en las últimas semanas en materia fiscal.

Y la consecuencia no puede ser otra: el Gobierno se ha perdido en un mar de medidas económicas inconexas, incoherentes, sin orientación alguna. Ha gastado mucho, pero con escasa eficacia. Se dan 400 euros para estimular el gasto, pero, al mismo tiempo, se suben los impuestos que gravan el consumo de las familias (carburantes). Se propone un nuevo modelo de crecimiento basado en la sostenibilidad medioambiental, pero al mismo tiempo el Gobierno subvenciona la compra de una moto de gran cilindrada o la adquisición de coches que expulsan C02 a la atmósfera. Se ha confundido hacer política económica con tomar medidas de carácter económico, lo cual no es exactamente lo mismo.

Un consejo de ministros a la medida de Zapatero

Es cierto que Salgado no tiene toda la culpa de tal desaguisado. Zapatero diseñó un consejo de ministros a su medida, lo que ha diluido el poder del inquilino de la calle Alcalá, que tradicionalmente -salvo en la segunda legislatura de Solbes- ha dirigido la política económica a través de la Comisión Delegada para Asuntos Económicos. Ahí estaba el verdadero centro de toma de decisiones.

Ese poder se ha diluido, y como consecuencia de ello resulta que la política audiovisual  -clave para ensanchar la sociedad de la información- es competencia de la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega (ni siquiera Sebastián se atreve a meterse en ese terreno).  Como si la estrategia a seguir en un sector que emplea a miles de trabajadores y factura miles de millones de euros fuera subalterno de un pacto con los editores de televisión. La política de infraestructuras es, como se sabe, materia exclusiva del ministro de Fomento, José Blanco, nada menos que el número dos del PSOE. Pero es que, además,se da la circunstancia que la vicepresidenta económica no toca bola en una cuestión fundamental desde el punto de vista de la política económica; el diálogo social, donde se discuten asuntos como la legislación laboral o las cuotas a la Seguridad Social.

La situación ha llegado a ser tan surrealista que ningún alto cargo del Ministerio de Economía con verdadero peso político asiste a las reuniones con sindicatos y empresarios.

Quien ejerce de maestro de ceremonias es, ni más ni menos, que Javier Vallés, responsable de la Oficina Económica de Moncloa. La presencia de Vallés en esas reuniones pone de manifiesto hasta qué punto el presidente ha convertido los ministerios en oficinas administrativas que despachan  los asuntos que marca Zapatero de acuerdo a un calendario prefijado por el presidente.

Coste de la energía e influencia política

Economía, ni siquiera, ha tenido voz propia en un asunto central desde el punto de vista de la política económica: el cierre de la central de Garoña. Aunque el peso que tiene la central burgalesa en el mix energético nacional es escaso (el 1,4%), lo relevante es la señal que se da a los agentes económicos sobre la verdadera capacidad de influencia de la titular de la vieja casa de Aduanas sobre el futuro de la energía nuclear. Parece evidente que el coste de la energía es un factor clave de la competitividad de un país, y difícilmente se puede lograr ese objetivo si la energía no se integra en un contexto general de política económica. 

Así es como el Ministerio de Economía se ha convertido en una especie de subsecretaría con rango de vicepresidencia, lo cual no parace muy razonable. Una de las lecciones que aprendió el ex presidente Felipe González de la crisis desatada tras la salida de Boyer por su enfrentamiento con Alfonso Guerra a cuenta de la creación de una vicepresidencia económica fue, precisamente, que el responsable de la política económica debe tener mando en plaza, y que, por lo tanto, el resto de ministros debe estar a sus órdenes por una cuestión elemental de coherencia económica. Y por eso, precisamente, Carlos Solchaga, tuvo manos libres para hacer y deshacer en el resto de departamentos, hasta el punto de que sus enfrentamientos con Guerra fueron épicos. Rodrigo Rato, igualmente, controlaba manu militari la Comisión Delegada, y hasta el propio Solbes de la primera época centralizaba la política económica del Gobierno.

Ahora, por el contrario, se ha llegado al extremo de que la vicepresidente económica ha renunciado a dejar bien claro que la reestructuración del sistema financiero es un asunto exclusivo del Gobierno central y no de las comunidades autónomas. Aunque Chaves se siente en el consejo de ministros o Montilla sea el representante del caladero de votos del PSOE. ¿Se imaginan que Tim Geithner y Obama hubieran tenido que negociar con cada uno de los estados federados el paquete de salvamento de la banca?

Desde luego que Salgado no tiene la culpa de ello. Su trabajo se ha ajustado al guión escrito por Moncloa y lo ha hecho de manera eficaz y con pulcritud. Sin perderse en discusiones absurdas sobre el sexo de los ángeles, Pero sin alma. Sin una orientación clara de política económica. Pero ya se sabe que cien días no son nada...

Sostenía Ferdinand Lassalle -aquel viejo socialdemócrata adversario de Marx- que toda acción política comienza por decir la verdad. Y a punto de cumplirse los primeros cien días de Elena Salgado al frente del Ministerio de Economía hay que admitir que algo ha cambiando en el viejo caserón de la calle Alcalá. Salgado ha liquidado la economía-ficción en la que vivía Pedro Solbes, incapaz de decir la verdad sobre la realidad económica por razones que todavía se desconocen.  La vicepresidenta ha reconocido que la economía estará en recesión hasta 2011 y, al menos, ha admitido la vulnerabilidad del sistema financiero español, un tema tabú para Solbes.

Elena Salgado Energía eólica Pedro Solbes