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CEOE tiene el enemigo en casa: se llama Gerardo Díaz Ferrán
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Carlos Sánchez

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CEOE tiene el enemigo en casa: se llama Gerardo Díaz Ferrán

Paradojas de la vida. El mismo día -y casi a la misma hora- en que el presidente del Círculo de Empresarios, Claudio Boada,  presentaba un documento

Paradojas de la vida. El mismo día -y casi a la misma hora- en que el presidente del Círculo de Empresarios, Claudio Boada,  presentaba un documento sobre la necesidad de crear medio millón de empresas para salir de la crisis, otro representante de la patronal, José De la Cavada, sugería -a menos de 500 metros de distancia- la creación de un contrato para jóvenes que va mucho más allá que lo que en el lenguaje coloquial se llama contrato ‘basura’. De hecho, hay ya quien lo llama contrato ‘excremento’, lo que refleja muy bien las características de la relación laboral que se propone.

El exabrupto de CEOE no tendría mayor importancia si no fuera porque lo dicho por De la Cavada va precisamente contra la línea de flotación de lo que reclamaba Boada en su alocución con buen criterio: la necesidad de poner en valor el papel de los emprendedores. Sobre todo en el contexto de una crisis económica como la actual, de la que sólo se saldrá, como sostiene el documento del Círculo de Empresarios, creando empleo y modernizando la estructura y el tejido productivo de este país. Y para ello, es obvio, se debe recuperar la cultura empresarial.

No parece, sin  embargo, que la propuesta de la CEOE vaya en esa dirección. Todo lo contrario. Difícilmente los empresarios ganarán legitimidad y credibilidad ante la opinión pública con contratos leoninos que sólo conducen a degradar un poco más el mercado de trabajo español, sin duda el más obsoleto y anticuado de la Unión Europea. Y por supuesto, el que más paro genera. Díaz Ferrán ha dicho que la propuesta era sólo un ejemplo, pero no parece muy creíble la rectificación cuando quien la hizo no es, precisamente, un recién llegado a la CEOE. Durante años, De la Cavada ha trabajado en el Consejo Económico y Social (CES) defendiendo los intereses de la patronal, y sabe muy bien lo que piensa en cada momento el aparatchik de Diego de León, por lo que difícilmente puede cometer un error de bulto.

Los empresarios no ganarán legitimidad ni credibilidad ante la opinión pública con contratos leoninos que degradan el mercado de trabajo español, sin duda el más obsoleto y anticuado de la Unión Europea

Un ejemplo cavernícola

Lo que realmente rezuma de tan cavernícola propuesta es la existencia de un pequeño grupo dirigente en CEOE -a la cabeza de ellos el propio presidente de los empresarios- incapaz de entender cómo se negocia un acuerdo con sindicatos y Gobierno, y que tiene entre sus más lúcidos miembros a un intelectual de la talla de Arturo Fernández, presidente de los empresarios de Madrid. Fernández fue quien hace ahora un año, en medio de la anterior negociación, se sacó de la manga un contrato de trabajo  anticrisis que sólo sirvió para dar argumentos a los sindicatos contra cualquier reforma laboral.

Lo que se propuso entonces era incluso bastante mejor de lo que se plantea ahora (20 días de indemnización por año trabajado y, por supuesto, con cobertura de desempleo), pero en lugar de plantearlo en el marco de unas negociaciones, se aprovechó una rueda de prensa para dar sensación de dureza ante el empresariado en unos momentos en los que el propio Díaz Ferrán era acusado de ejercer algún compadreo con el Gobierno.

La estrategia salió bien, y eso permitió que Díaz Ferrán fuera renovado sin oposición alguna (al menos públicamente). El problema fue que como consecuencia de esa estrategia cortoplacista y de pretendida irreductibilidad de la patronal, se arruinaron las posibilidades de un acuerdo social. Desde luego que los empresarios no tuvieron toda la culpa del desaguisado. Sindicatos y Gobierno nunca han calibrado bien la intensidad de la recesión y eso explica su apatía y hasta su insensatez a la hora de enfrentarse a una reforma laboral. Lo que deja entrever esa estrategia de la patronal es el desconocimiento más absoluto de una vieja regla que solía esgrimir José María Cuevas: cada negociación tiene su liturgia.

¿Lobby o patronal?

¿Qué significa esto? Pues ni más ni menos que cuando hay una negociación en marcha hay que hacer mucho trabajo sucio ‘por lo bajinis’, y da la sensación de que en este caso -la reforma laboral- hay mucha política de trazo gordo, lo que sólo puede explicarse por la impericia de los actuales dirigentes de CEOE, más acostumbrados a hacer lobby que a plantear propuestas con algún viso de salir adelante. Tanto Díaz Ferrán como Fernández son empresarios de éxito (aunque el primero esté en horas bajas), pero su desconocimiento sobre el sistema de relaciones laborales (y políticas)  es evidente. Sin entrar en otras consideraciones al margen de la propia CEOE.

Lo que ha conseguido CEOE con las palabras de De la Cavada es, de nuevo, hacer creer a la opinión pública que una reforma laboral es lo mismo que abaratar el despido, cuando el objetivo debe ser un cambio global del mercado de trabajo, como ha reclamado Funcas. Su director de coyuntura, Ángel Laborda, dio  ayer en el clavo pidiendo que se ponga ‘patas arribas’ un Estatuto de los Trabajadores que se elaboró  hace 30 años, cuando la realidad social y económica de este país era diametralmente distinta. España debe ser el único país desarrollado en el que se asume con naturalidad que después de cada recesión la tasa de desempleo alcance el 20% de la población activa, lo cual es un asunto que tiene ya más que ver con el diván de psicoanalista que con un problema de análisis económico.

Díaz Ferrán, sin embargo, insiste en llamar la atención sobre el coste del despido, cuando la clave de bóveda es acabar con la célebre dualidad del mercado de trabajo entre temporales y fijos. El contrato ‘excremento’, por ello, ni siquiera debe ser planteado como hipótesis de trabajo, simplemente porque lo único que haría es segmentar todavía más el mercado laboral. Si es prácticamente gratis contratar a un joven de menos de 30 años, parece lógico pensar que no habría ningún estímulo a la contratación de mayores de esa edad, por lo que esa fórmula sólo generaría una nueva disfuncionalidad.

Lo curioso es que se esgrime el caso francés para justificar un nuevo contrato para los jóvenes de carácter temporal, cuando las relaciones laborales entre España y Francia se parecen como un huevo a una castaña, que diría el castizo. Mientras que en el país de Sarkozy la temporalidad se sitúa en el 14,3%, en España ronda el 30%, lo cual es de aurora boreal teniendo en cuenta que el ajuste se ha hecho fundamentalmente sobre el empleo eventual.  Sólo esta diferencia puede explicar un hecho preocupante.

Antes de la crisis, España tenía incluso menos desempleo que Francia, pero ahora tiene el doble. No estaría de más, por ello, que alguien le hiciera llegar a Díaz Ferrán un reciente estudio realizado por cuatro profesores universitarios sobre las diferencias entre ambos mercados laborales. Y seguro que llega a la conclusión de que hay que avanzar hacia un único contrato de trabajo indefinido con indemnización creciente, manteniendo los derechos de los actuales indefinidos. Las empresas se lo agradecerían.

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Paradojas de la vida. El mismo día -y casi a la misma hora- en que el presidente del Círculo de Empresarios, Claudio Boada,  presentaba un documento sobre la necesidad de crear medio millón de empresas para salir de la crisis, otro representante de la patronal, José De la Cavada, sugería -a menos de 500 metros de distancia- la creación de un contrato para jóvenes que va mucho más allá que lo que en el lenguaje coloquial se llama contrato ‘basura’. De hecho, hay ya quien lo llama contrato ‘excremento’, lo que refleja muy bien las características de la relación laboral que se propone.

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