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¿Y si bajan los pisos un 40% para salir de la crisis?
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Carlos Sánchez

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¿Y si bajan los pisos un 40% para salir de la crisis?

No es ninguna idea original. Pero a medida que avanzan los trimestres cada vez está más claro que la economía española no tiene fuelle suficiente para

No es ninguna idea original. Pero a medida que avanzan los trimestres cada vez está más claro que la economía española no tiene fuelle suficiente para salir de la crisis sin el concurso del ‘ladrillo’. Ese denostado sector -desde luego con argumentos sólidos- que purga sus excesos, pero que hoy -tres años después de que se pinchara la burbuja inmobiliaria- no levanta cabeza. Y lo que es peor. Los datos publicados ayer por la contabilidad nacional muestran negro sobre blanco que el sector de la construcción continuará siendo un lastre durante muchos años. ¿Cuántos? Eso dependerá de la capacidad de los poderes públicos para incentivar vía precios (y con la fiscalidad en la mano) la venta de casas. Sin duda, el nudo gordiano del asunto.

Algunos datos reflejan la naturaleza del problema. La inversión en construcción cae todavía un 11,6% en términos anuales. Y ya son once trimestres consecutivos con tasas negativas. Pero es que en el caso de la construcción de viviendas el descenso es del 16,4%, lo que refleja con nitidez la crisis total en que se mueve el ladrillo. No es de extrañar, por lo tanto, que el sector haya perdido nada menos que un millón de empleos a tiempo completo en los últimos tres años en términos de contabilidad nacional. O lo que es lo mismo, ha desaparecido  casi el 40% de la fuerza laboral.

Pues bien, pese a este vendaval, nada indica que la construcción vaya a salir del pozo hasta dentro de muchos trimestres. Aunque es verdad que los ciclos en el mercado inmobiliario son más lentos que en la economía global, no deja de llamar la atención la desidia con que se trata en el mapa político la escasa caída de precios que se ha producido en los últimos años. Algo que explica, sin lugar a dudas, que la crisis del ladrillo vaya a durar mucho más de lo que sería razonable. Estos datos del Banco de España hablan por sí solos de la escasa elasticidad de los precios del inmobiliario a la situación económica.

Es curioso que en el parlamento no se haya planteado ninguna estrategia destinada a abaratar el precio de la vivienda. Probablemente porque detrás de este problema están las entidades financieras

Es curioso, sin embargo, que en el parlamento español no se haya planteado ninguna estrategia destinada a abaratar el precio de la vivienda. Probablemente porque detrás de este problema están las entidades financieras. Es cierto que bancos y cajas venden en muchos casos pisos más baratos que algunos promotores; pero al mismo tiempo impiden una limpia en el sector, lo que afectaría a su morosidad y, por ende, a su cuenta de resultados al aumentar las provisiones.

Una situación insólita

Como ha dejado por escrito en este post el arquitecto y economista Ricardo Vergés, uno de los pocos especialistas que anticiparon la dimensión de la crisis, estamos ante una situación insólita. O incluso escandalosa, habría que decir con mayor propiedad. La morosidad de los constructores crece, dice Vergés, pero sobre todo, su incapacidad de devolución de sus propios préstamos al no finalizar obras ni tampoco vender lo terminado por ausencia de un mínimo de liquidez. ¿Y qué pasa mientras tanto con las familias? Pues que devuelven religiosamente sus préstamos, lo que explica que no se haya disparado la morosidad. Sobre todo teniendo en cuenta que el negocio hipotecario aporta nada menos que el 55% de los beneficios del sistema financiero. Prácticamente el doble que en Inglaterra, Francia o Italia, según datos de Deloitte.

¿Cuás es la solución? Pues aunque parezca mentira con la que está cayendo, seguir los pasos de Irlanda, donde se constituyó un banco ‘malo’ en el que la banca deposita los restos del naufragio. La misión de la Nama, como ha recordado el profesor Luis Garicano, es dirigirse a los deudores (promotores inmobiliarios y constructoras) para que presenten un plan de viabilidad, explicando cómo van a pagar sus deudas. Si la Nama -o sea el Gobierno- no aprueba el plan, los deudores entran en quiebra y sus activos se subastan para pagar la deuda.

No es mala idea para un mercado inmobiliario como el español, que está literalmente colapsado. No porque haya un problema de demanda (que la hay), sino de oferta atractiva. Y por eso no estará de más recordar que la última EPA ha revelado que en los últimos doce meses tan sólo se crearon en España 84.000 hogares, apenas la quinta parte de los que se generaban en los años anteriores a la crisis. A este ritmo, eso significa que las cientos de miles de casas sin vender (entre 500.000 y 800.000) tardarán años en encontrarr comprador. La economía ha pinchado la burbuja del ladrillo, pero el globo de los precios sigue ahí retrasando la recuperación. ¿O no?

No es ninguna idea original. Pero a medida que avanzan los trimestres cada vez está más claro que la economía española no tiene fuelle suficiente para salir de la crisis sin el concurso del ‘ladrillo’. Ese denostado sector -desde luego con argumentos sólidos- que purga sus excesos, pero que hoy -tres años después de que se pinchara la burbuja inmobiliaria- no levanta cabeza. Y lo que es peor. Los datos publicados ayer por la contabilidad nacional muestran negro sobre blanco que el sector de la construcción continuará siendo un lastre durante muchos años. ¿Cuántos? Eso dependerá de la capacidad de los poderes públicos para incentivar vía precios (y con la fiscalidad en la mano) la venta de casas. Sin duda, el nudo gordiano del asunto.

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