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La España traicionada de Solbes y Cuevas
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Carlos Sánchez

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La España traicionada de Solbes y Cuevas

Parece una contradicción, pero no lo es. España se ha modernizado económica y socialmente, pero ha dejado intacto el gobierno de muchas instituciones

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El destino ha querido que en los últimos días se hayan presentado varios libros* sobre lo ocurrido en este país en los últimos 35 años. Un pensamiento los atraviesa: España se ha modernizado, pero sigue sin resolver ciertos problemas esenciales desde aquel patético: "Desengáñese, Pemán, Europa está equivocada", que le espetó el dictador al escritor gaditano.

Parece una contradicción, pero no lo es. España se ha modernizado económica y socialmente (el PIB per cápita se ha duplicado desde 1975 en términos reales), pero, al mismo tiempo, ha dejado casi intactas las estructuras y la gobernanza de muchas instituciones, lo cual representa dejar vivo el virus capaz de inocular la próxima catástrofe económica. Eso es, exactamente, lo que ha sucedido al menos un par de veces en las últimas dos décadas.

Tanto la recesión de los primeros años 90 como la que se acaba de dejar atrás (nueve trimestres consecutivos con contracción del PIB) han sido especialmente intensas en España. No por carecer de un sistema productivo básicamente comparable al europeo (ahí están los datos sobre cuota de mercado de las exportaciones españolas a nivel mundial), sino porque la mala calidad de las instituciones ha amplificado la crisis.

Y el libro de Pedro Solbes es el mejor reflejo de cómo un grupo de intrigantes políticos aventureros (Zapatero y sus amigos: Blanco, Sebastián, Fernández de la Vega, Pajín o Caldera) se apoderaron del país -aunque sea por las urnas- para hacer una política oportunista y ajena a cualquier racionalidad económica. Sin duda, porque los órganos reguladores encargados de fiscalizar la cosa pública no funcionaron. Pero también por la inconsistencia política y el nulo arrojo intelectual de quien estando al frente del Ministerio de Economía debió poner pie en pared y no lo hizo.

El triunfo de la mediocridad

Solbes no es el culpable de tamaño desastre. Es la víctima de un sistema de partidos que engulle a funcionarios con buena cabeza, como la suya, hasta convertirlos en marionetas de jefes de gobiernos caprichosos y arbitrarios que no toman decisiones a partir del análisis profesional de la realidad. Es un juguete roto de Zapatero

Al contrario. Su titular cayó en el mismo error de su jefe político, y en lugar de buscar profesionalidad (no es fácil encontrar un nivel más pobre en algunos de sus colaboradores: Ocaña o Vergara) lo que hizo fue colocar al frente del Banco de España a Miguel Fernández Ordóñez, procedente de esas élites económicas que hibernan en el PSOE y que sólo despiertan cuando su partido gana las elecciones. Pero que cuando gobierna, sucumben al poder económico con una pasividad pasmosa.

Tanta mediocridad se revela en la página 347 del libro de Solbes, en el que desvela su rechazo a la paga de 2.500 euros por nacimiento aprobada personalmente por Zapatero: “El día de su anuncio en el Congreso ostensiblemente no aplaudí la intervención del presidente del Gobierno”, asegura. Como se ve, una durísima oposición a la peregrina idea del único leonés nacido en Valladolid. Tiembla el misterio, que diría el clásico.

Es el propio Solbes quien revela también la bajísima calidad institucional de un país cuando reconoce: “Acepté que mi jefa de gabinete, Soledad Abad, persona clave en el grupo, fuera nombrada vocal en la CNMV”. Parece obvio que el ‘entrismo’ en las instituciones (una vieja forma de actuar de los trotskistas) formaba parte -y todavía forma- de la estrategia de los partidos, como muy recientemente se ha puesto de manifiesto en la elección de los vocales del Poder Judicial. El PP, de hecho, ha obrado exactamente igual en instituciones claves como la CNMV o la CNMC, donde el fulanismo partidista se ha apoderado de los órganos de control. España debe de ser de los países en los que la ‘captura del regulador’, una vieja expresión de la teoría económica, no la hacen sólo las empresas, sino también los partidos.

Aunque lo más amargo es el reconocimiento expreso por parte de Solbes de que se ocultó la realidad económica de España ya en el otoño de 2007. “Del viaje [a la asamblea de otoño del FMI y el Banco Mundial] volví muy preocupado”, asegura. Pero meses después, en el célebre debate con Manuel Pizarro, no dijo ni pío de lo que se le venía encima a la economía. ¿A quién hay que creer? ¿Al Solbes que ocultaba la realidad por entonces o al que ahora reconoce su error? ¿Por qué confiar en su palabra ahora y no antes?

Solbes, en todo caso, no es el culpable de tamaño desastre. Es la víctima de un sistema de partidos que engulle a funcionarios con buena cabeza, como la suya, hasta convertirlos en marionetas de jefes de gobiernos caprichosos y arbitrarios que en lugar de tomar decisiones a partir del análisis profesional de la realidad; lo que hacen es instrumentalizarla para perpetuarse en el poder. En cualquier otro país, altos funcionarios con la experiencia y el sentido común de Solbes, serían un lujo. En España, son los juguetes rotos del poder.

Incienso y autopropaganda

En palabras de Cuevas, “la independencia y la coherencia son la columna vertebral” de la patronal, pero la realidad es que la CEOE corre el peligro de convertirse en un ‘lobby feroz’, en feliz frase de Cándido Méndez por el ‘entrismo’ de los políticos y de muchas de las empresas del Ibex

Esta ausencia de reglas objetivas de análisis es lo que denunciaba José María Cuevas ya en 1985, cuando en unas cuartillas manuscritas hablaba de que el timón de un país no se puede manejar “rodeándose de una nube permanente de incienso y de autopropaganda”. Cuevas se refería al primer Gobierno de Felipe González, pero casi tres décadas después la autocomplacencia y la ausencia de autocrítica que denunciaba el patrón de la CEOE continúan reinando en la vida política. ¿O es que el PSOE ha pedido perdón a los españoles de tanto mal causado durante la época Zapatero? No. Probablemente, porque se ha instaurado una suerte de presidencialismo en las instituciones que ha acabado por convertirlas en cascarones vacíos de ideas y de pensamiento propio. No hay un debate real más allá de reuniones propagandistas en lugar de programáticas.

El prologuista del libro de Cuevas, el empresario Lorenzo Marco Sarrió, lo reconoce cuando dice. ”El presidencialismo [en la CEOE] ya fue desarrollado en la época de Carlos Ferrer Salat, pero en la larga era Cuevas, sin duda se agudizó, lo que sembraba hacia el futuro la semilla de la crisis que luego ha padecido la CEOE, al no tener en la presidencia a una persona de la categoría moral e intelectual de José María Cuevas”. Y la presidencia de la patronal de un sujeto llamado Díaz Ferrán -respaldado políticamente por esa liberal irredenta que es Esperanza Aguirre desde sus tiempos de CEIM y por el ‘narizotas’, como le llamaba Cuevas- pone de relieve hasta qué punto las instituciones se degradan por la acción de caudillos en lugar de presidentes reflexivos. Ir a cazar con el monarca no parece suficiente bagaje para presidir la CEOE, aunque se hubiera construido un imperio empresarial al calor de las Administraciones Públicas.

El libro con los escritos de Cuevas -un documento imprescindible para comprender tres décadas de la vida de España- pone de relieve, en todo caso, la importancia de los sindicatos y las organizaciones empresariales en la consolidación de la democracia mediante políticas de consenso. Algo que a menudo se olvida.

Esa canalización del conflicto social es la que se rompió cuando tanto unos como otros jugaron a hacer política. Unos invadiendo el palacio de la Moncloa para gobernar tirando con pólvora del rey a través de suicidas políticas de gasto público, y otros -tras la muerte de Cuevas- convirtiendo a la CEOE en un simple lobby que defiende intereses particulares de las empresas, pero no el interés general. En palabras de Cuevas, “la independencia y la coherencia son la columna vertebral” de la patronal, pero la realidad es que la CEOE corre el peligro de convertirse en un ‘lobby feroz’, en feliz frase de Cándido Méndez  por el ‘entrismo’ de los políticos y de muchas de las empresas del Ibex. Cuevas tenía sentido de Estado. Hoy es más difícil encontrarlo.

Se ha olvidado, de esta manera, aquello que dijo Rafael Termes en un célebre discurso pronunciado ya en 1968, y que se recuerda en Radiografía del empresariado español, notable esfuerzo por reconstruir una época de la historia de España. “Ha llegado el tiempo en que todos proclamemos sin remilgos que ganar dinero en un mercado libre no sólo no es delito, sino que, quien sepa hacerlo, merece la gratitud de un país”.

El problema es que los mercados raramente son libres -por la acción de los grupos de presión frente al poder político- y por la existencia de una deficiente arquitectura institucional que impide que funcionen los contrapoderes. Tanto en la Moncloa como en la CEOE. Probablemente, como recuerda el libro de Noceda, porque la propia patronal no se creó por la sociedad civil -inexistente en el tardofranquismo-, sino mediante suscripción entre seis de los siete grandes bancos (el Popular, que tenía su propia política de financiación a las élites políticas, quedó al margen).  De aquellos polvos, vienen estos lodos.

*José María Cuevas. Ediciones MJ Ocón. Madrid 2013

Pedro Solbes, Recuerdos. Editorial Deusto 2013

Radiografía del empresariado español. Miguel Ángel Noceda. Catarata

El destino ha querido que en los últimos días se hayan presentado varios libros* sobre lo ocurrido en este país en los últimos 35 años. Un pensamiento los atraviesa: España se ha modernizado, pero sigue sin resolver ciertos problemas esenciales desde aquel patético: "Desengáñese, Pemán, Europa está equivocada", que le espetó el dictador al escritor gaditano.

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