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'Torquemada' Sánchez juega con fuego: por qué cayó Carmona
La caída de Carmona esconde algo más. No sólo es un ajuste de cuentas sino que, en el horizonte, también se encuentra un cambio en la política de alianzas para preparar las elecciones generales
Sostenía Andreotti que el arte de gobernar no es resolver los problemas, sino silenciar a quienes los sacan a la luz. Pedro Sánchez es un buen discípulo.
Ya lo hizo con Elena Valenciano: destituida como portavoz del Grupo socialista en la Eurocámara; con Tomás Gómez, a quien descabalgó como candidato del PSM a la Comunidad de Madrid (ha cambiado hasta el nombre del partido sin que lo haya decidido un Congreso), y, finalmente, ha rematado la faena con la retirada de su apoyo a Antonio Miguel Carmona. Con Susana Díaz no ha podido hacerlo por razones obvias, pero su instinto asesino en lo político volverá a salir si antes la dirigente andaluza no liquida al secretario general del PSOE (dependerá del resultado de las generales).
Maquiavelo decía que cuando el príncipe está al frente de sus ejércitos y tiene que gobernar a miles de soldados era necesario que no se preocupara sobre su fama de cruel entre sus huestes. Sin esa fama, aseguraba, nunca podría disponer de un ejército unido y dispuesto a la lucha. El problema es que Sánchez todavía no es el príncipe, y es probable que nunca lo sea gobernando con golpes de presunta autoridad. Al fin y al cabo, gobernar a la manera de la Inquisición (al margen de lo que digan los ciudadanos y los propios militantes que eligieron a Carmona) es un juego demasiado peligroso que suele generar odios africanos que tarde o temprano emergen. Y el turbulento pasado de la histórica Federación Socialista Madrileña (FSM) es el mejor ejemplo de que los odios políticos -el que a hierro mata a hierro muere, dice el refrán- son tan rocosos como el suelo de la luna.
La pregunta que ayer se hacían muchos socialistas madrileños era saber por qué Sánchez ha echado a Carmona (en esto la nueva secretaria general del PSOE-M es una convidada de piedra). Hay una primera interpretación obvia: porque el portavoz socialista sigue siendo aliado de Tomás Gómez, quien el pasado domingo escribió un incendiario artículo en La Razón en el que no sólo atacaba a a la dirección entrante (algo que puede ser razonable), sino que incluso planteaba abiertamente la existencia de pucherazo en el cónclave regional.
Su amigo Carmona, ya se sabe, en vez de apoyar a Sara Hernández como nueva responsable del PSOE-M lo que hizo fue respaldar a su contrincante, Juan Segovia, aupado por la vieja dirección, que aun así logró el 44% de los votos. Como dice una dirigente del PSOE, de ser cierta esta interpretación, se estaría simplemente ante una especie de 'ajuste de cuentas' o de vendetta con el pasado. Por otra parte, algo habitual en el socialismo madrileño.
Juego de alianzas
Hay una segunda interpretación de mucho mayor calado político. Pedro Sánchez estaría intentando alejarse, aunque sea de forma simbólica, del mundo que representa Podemos. Entre otras cosas porque su cercanía con el enjambre de la izquierda es el principal argumento con que cuenta el PP para decir a los electores que el Partido Socialista es una formación ultramontana y radical.
Lo cierto, sin embargo, es que el PSOE -si no quiere perder buena parte del poder territorial que ha recuperado- no está en condiciones de romper con Pablo Iglesias y sus sosias, al menos hasta las elecciones generales. Luego, dios dirá.
El relevo de Carmona supondría un cierto alejamiento de Ahora Madrid y Podemos, pero sin dejar de dar su apoyo a la alcaldesa Manuela Carmena
Sin embargo, no es descabellada esta idea. Si hay un lugar en el que se ha visualizado con mayor fuerza el pacto PSOE-Podemos es el ayuntamiento de Madrid por razones evidentes. Y en este sentido, el relevo de Carmona supondría un cierto alejamiento de Ahora Madrid y Podemos, pero sin dejar de dar su apoyo a la alcaldesa Manuela Carmena. Es decir, una especie de funambulismo político hasta las elecciones generales. Algo a lo que ayuda el hecho de que quien aparece como la sucesora de Carmona en la portavocía, Purificación Causapié (bien vista en la anterior dirección del PSOE) tiene un perfil político muy bajo. Justo lo contrario que el defenestrado concejal, quien tras las elecciones llegó a plantear su incorporación al equipo de Gobierno de la alcaldesa.
La dirección federal, por lo tanto, sigue jugando al 'sí, pero...', lo que explica que llegara a vetar la posibilidad de entrar en el equipo de Carmena. Entre otras cosas porque lo que más seduce a Ferraz de cara a las generales en un Gobierno (se verá si es de coalición) respaldado por el PNV (cinco diputados en la presente legislatura aunque con expectativa al alza), Coalición Canaria (con quien gobierna ya en las islas) y Ciudadanos. Una especie de cuatripartito (al que se pudiera unir algún grupo pequeño) capaz de centrar al PSOE, lo cual haría arrinconaría al PP en posiciones más de derechas. Como ha contado Gonzalo López Alba en este periódico, lo que preocupa verdaderamente en Ferraz es que el PSOE sólo pueda gobernar con Podemos.
En todo caso, el Partido Socialista seguirá con su actual política de alianzas hasta las generales, pero con correcciones allí donde sea necesario. Y el primer paso se ha dado en Madrid. Ahora bien, evitando en todo caso una ruptura de los actuales gobiernos municipales y autonómicos, que son los que le garantizan poder territorial. Como dijo Carmona, el resultante de las elecciones ha sido mejor que el resultado.
Las dos interpretaciones no son, desde luego, antitéticas. Es muy probable que la defenestración de Carmona tenga mucho de un simple ajuste de cuentas aliñado con unas gotas de tacticismo político para preparar un Gobierno más centrado y olvidar a los últimos compañeros de viaje. La mochila de Podemos comienza a perder peso.
Sostenía Andreotti que el arte de gobernar no es resolver los problemas, sino silenciar a quienes los sacan a la luz. Pedro Sánchez es un buen discípulo.