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Por qué la nueva política derrota a los dinosaurios

La nueva realidad de España surgida tras la crisis provocará un vuelco político. Los viejos partidos se han alejado de los sectores más golpeados y han ninguneado la nueva estructura social

Foto: Albert Rivera y Pablo Iglesias. (EFE)
Albert Rivera y Pablo Iglesias. (EFE)

Estuvo perspicaz Rajoy cuando en una ocasión dijo: “La crisis es historia, pero sus consecuencias, no”. Nada que objetar. Dieciséis trimestres casi consecutivos en recesión (más otros ocho trimestres con tasas de crecimiento cercanas a cero) han acabado por dibujar una España muy diferente a la que en 2007 se presentaba al mundo como uno de los tigres de la economía mundial.

Hoy España es un país políticamente menos homogéneo, más rico en lo ideológico, que se ha llevado por delante en pocos años algunas de sus certezas. En particular, en todo lo relacionado con su sistema parlamentario. El bipartidismo obtendría hoy apenas la mitad del electorado, algo inédito en la democracia a la luz de la última encuesta del CIS.

La causa de esa mayor heterogeneidad tiene que ver con un hecho indiscutible: la forma en que cada familia, cada ciudadano, ha enfrentado la crisis económica, cuyas consecuencias han sido muy desiguales. Más intensa en los niveles medios y bajos de renta (por coherencia con el modelo productivo de escaso valor añadido) y menor entre los asalariados con empleo indefinido y de mayores ingresos.

La encuesta del CIS revela de forma nítida cómo los caladeros de voto de los partidos emergentes -Ciudadanos y Podemos- se encuentran, precisamente, en aquellos sectores más castigados por la crisis: los jóvenes menores de 30 años y el segmento de población con niveles de renta medio-medio o medio-alto que han sufrido en sus carnes de forma sensible el aumento de la presión fiscal. Sin olvidar la fracción de trabajadores con 55 o más años que han sido expulsados del mercado laboral de forma prematura, lo que explica en parte la radicalización de las clases medias, un fenómeno que ha sido particularmente significativo en los países periféricos del euro. Al fin y al cabo, el electorado tiende a proteger su patrimonio actual o futuro a la hora de votar. El voto estrictamente ideológico es menos relevante a medida que crece la renta de un país.

El drama socialista es su incapacidad para conectar con las nuevas generaciones, lo que convierte al PSOE en un partido histórica y sociológicamente viejo

El partido de Pablo Iglesias es, con diferencia, quien ha capitalizado mejor políticamente la frustración juvenilpor la existencia de inaceptables tasas de paro, y sus expectativas de voto son casi idénticas al desempleo de los jóvenes más un porcentaje relevante de quienes han sido expulsados de sus puestos de trabajo antes de cumplir la edad de jubilación. El resto lo ha hecho una juventud intelectual y económicamente frustrada, porque su nivel de formación es muy superior al empleo de bajos salarios que puede ofrecerles el sistema productivo.

Albert Rivera, por su parte, es quien ha conectado mejor con esas clases medias urbanas -C`s sigue teniendo escasa presencia en las ciudades con menos de 10.000 habitantes-que se han sentido abandonadas y hasta traicionadas por el PP y, en menor medida, por el PSOE. En esa cohorte de población con intereses más homogéneos, es donde encuentra su caladero de votos: trabajadores urbanos con edades comprendidas entre 35 y 45 años que, históricamente, han votado -con escasa lealtad y en función de las circunstancias de cada elección- a socialistas y conservadores que ya están insertados en el sistema productivo. Trabajadores de 'cuello blanco', utilizando la jerga tradicional.

La biología salva al PP

El Partido Popular, por el contrario, mantiene su fortaleza entre los votantes mayores, que son realmente quienes le salvan de la catástrofe electoral por razones biológicas, y algo parecido le sucede al PSOE. El partido de Sánchez continúa viviendo en términos electorales de la generación que en los años ochenta votaba de forma masiva a Felipe González y que durante prácticamente dos décadas ha construido el pensamiento dominante en torno a algunos medios de comunicación.

Este es el gran drama socialista: su incapacidad para conectar con las nuevas generaciones, lo que convierte al PSOE en un partido histórica y sociológicamente viejo -apenas cuatro millones de votos sobre un censo de 36,5 millones- pese a la juventud de la mayoría de sus dirigentes. Es decir, un líder nuevo con comportamientos caciquiles -Carmona, Lozano, Valenciano….- al frente de un partido que huele a dinosaurio.

Podría haber conectado con las clases urbanas disgustadas con el PP construyendo un discurso más afinado dirigido a los sectores más dinámicos de la sociedad, pero optó por escorarse tácticamente a la izquierda (dejando crecer a C’s por su derecha) con un discurso ciertamente trasnochado para intentar competir con Podemos. Al final, ha perdido votos a diestro y siniestro por esa aproximación grosera hacia su electorado potencial, que en contra de lo que presume Ferraz es mucho más innovador y no se deja arrastrar por mensajes rancios.

Podría haberlo hecho solo con preocuparse por los cambios en la estructura social que se han producido en España desde 1977. Un muy interesante trabajo de la Fundación Alternativas los identifica con precisión de cirujano. Si al comienzo de la democracia, apenas el 5,6% de los trabajadores podríaencuadrarse dentro del epígrafe ‘profesionales por cuenta ajena’, hoy ese porcentaje ha subido hasta el 20,4%. Y lo mismo sucede en el caso de los directivos y empresarios (del 6,6% al 10,7%). Pero es que en el caso de los trabajadores no cualificados empleados en el sector servicios, el porcentaje sobre la población ocupada ha pasado del 9,7% al 20,6%, lo que refleja que el ecosistema del obrero industrial fuertemente ideologizado al que se dirige buena parte del mensaje socialista simplemente está en vías de extinción.

El tiempo dirá si C's y Podemos responden a eso que hoy se llama ‘nueva política’ o, por el contrario, cometen los mismos errores que sus mayores

Un par de datos lo ponen negro sobre blanco. El número de obreros cualificados ha pasado de representar el 31% de la poblaciónocupada a apenas el 15%, mientras que los no cualificados ya solo representan el 2,8%, la mitad que al comienzo de la democracia. La agricultura, igualmente, apenas representa hoy el 4% de la fuerza laboral, la cuarta parte que en 1977.

El mito de Cánovas

La integración de las nuevas realidades sociales en el sistema político fue uno de los grandes éxitos de la Transición, pero al final el bipartidismo acabó por diseñar una estrategia pensada para repartirse arteramente el poder, cercenando la aparición de nuevas formaciones que han ninguneado a las nuevas clases emergentes. Sin duda, un viejo comportamiento político heredado de la Restauración y de su célebre alternancia.

El exdiputado Óscar Alzaga-personaje singular durante la Transición- recordaba recientemente que Cánovas el día en que se aprobó la Ley del Sufragio Universal, en junio de 1890, decía en los pasillos del Congreso: "Yo no temo el sufragio universal, porque estoy convencido de que los gobiernos harán lo que quieran mientras no se transformen nuestras costumbres públicas. Yo he sido diputado nueve veces, y la experiencia me ha enseñado a conocer que en España, mientras haya gobernadores y alcaldes a disposición de los gobiernos, la moralidad en las elecciones será siempre un mito. Hasta que esto se corrija, los caciques serán los dueños del país. Uno de esos caciques me decía una vez: 'Desengáñese usted, don Antonio. Aquí, si yo soy el alcalde, riego, y si no soy el alcalde, no riego'. Y era verdad; los que vivimos en la oposición somos alcaldes de secano, porque el único que riegasiempre es el Gobierno".

La reflexión es extraordinaria, y refleja las miserias de la vieja política, arrastrada no solo por la dureza de la crisis económicasino, sobre todo, por una forma de hacer las cosas que ha acabado por convertir a los partidos en meras oligarquías que han secuestrado la voluntad de los afiliados. Tanto el PSOE como el PP son hoy partidos viejos que se han ido alejando de los cambios sociales. El tiempo dirá -habrá que darles el beneficio de la duda- siCiudadanos y Podemos responden a eso que hoy se llama ‘nueva política’ o, por el contrario, cometen los mismos errores que sus mayores.

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Estuvo perspicaz Rajoy cuando en una ocasión dijo: “La crisis es historia, pero sus consecuencias, no”. Nada que objetar. Dieciséis trimestres casi consecutivos en recesión (más otros ocho trimestres con tasas de crecimiento cercanas a cero) han acabado por dibujar una España muy diferente a la que en 2007 se presentaba al mundo como uno de los tigres de la economía mundial.

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