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Caza de brujas contra Podemos

Podemos ha caído en su trampa. Ha convertido las redes sociales en una jungla política y ahora recibe su medicina. Los poderes fácticos se mueven contra el partido morado

Foto: El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la segunda jornada de la asamblea ciudadana estatal de Vistalegre II. (EFE)
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la segunda jornada de la asamblea ciudadana estatal de Vistalegre II. (EFE)

Es evidente que el pedigrí democrático de muchos de los dirigentes de Podemos es manifiestamente mejorable. Su obsesión por controlar los medios de comunicación; su mínima capacidad de autocrítica por los errores cometidos; su oscuro pasado antes de nacer como fuerza parlamentaria plenamente instalada en el sistema institucional, o el uso abusivo de las redes sociales para atacar al adversario político reflejan las insuficiencias democráticas de una camarilla de dirigentes que de forma sistemática confunde el poder con la política.

Pero no es menos cierto que el vendaval desatado contra Podemos, desde que a primeras horas de la mañana de este lunes la Asociación de la Prensa anunció que daba amparo a una serie de periodistas, levanta todo tipo de sospechas. En primer lugar, por lo singular que resulta que esos profesionales que se sienten amenazados no se presenten en público con la misma luz y taquígrafos que se exige cuando un político o un banquero dan la callada por respuesta. Menos mal que los periodistas que cubrían el terror etarra, informaban sobre los deplorables excesos del GAL o daban cuenta de los desmanes del nacionalismo no lo hicieron. Porque de otra manera, la opinión pública se hubiera enterado de muy pocas cosas.

Foto: El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias. (EFE) Opinión
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Como resulta llamativo que la Asociación de la Prensa de Madrid, que negó en su día el amparo a un periodista de este periódico, Iván Gil, por hechos más graves, no haya contrastado la información con quienes son objeto de la crítica, lo cual es una mala praxis profesional. No es la primera vez que eso ocurre. La Federación de Asociaciones de la Prensa afeó hace algún tiempo a este periódico, sin que El Confidencial hubiera podido, al menos, ser escuchado, lo que da idea de la parcialidad de sus dictámenes.

Las supuestas amenazas a periodistas por parte de Podemos, en boca de todos

El mundo que rodea a Podemos, es obvio, se ha convertido en algo sucio en las redes. Con la impunidad que ofrece estar escondido tras un teléfono o una pantalla de ordenador, muchos simpatizantes o afiliados (en muchos casos organizados por la propia formación) amedrentan a quienes legítimamente dan su opinión. Pero es ridículo pensar que Podemos tiene el monopolio. Desgraciadamente, las redes sociales son hoy una enorme consulta psiquiátrica que revela las miserias intelectuales de muchos usuarios. Otros muchos, por el contrario, las utilizan de forma racional como un extraordinario sistema de comunicación que permite interactuar. El sueño de McLuhan.

Algunos lo han llamado ciberdemocracia. Otros, tecnopolítica. Y los más osados, 'hacktivistas' o proselitismo 2.0. Pero en realidad todo es lo mismo. Ha nacido una nueva forma de opinión pública basada no en el conocimiento y la razón —que son la base de una sociedad informada—, sino en la vana palabrería —los célebres 140 caracteres—, destinada simplemente a influir en la toma de decisiones políticas dando apariencia de veracidad, y todo ello con un fuerte componente narcisista. En palabras de Habermas, se configura la conciencia individual de acuerdo con una determinada cultura de consumo”. Cuantos más tuits, mejor.

Foto: Pablo Iglesias interviene ante los medios de comunicación el pasado jueves en la Facultad de Filosofía de la UCM. (EFE)

Con razón un diario noruego ha creado una herramienta para que los lectores de un artículo que opinan sobre su contenido estén obligados a leerlo previamente (algo que no siempre se hace). Para ello, se exigen respuestas concretas a algunas breves preguntas antes de escribir un comentario, lo cual enriquece la calidad del diario y se elimina el intrusismo.

El PSOE, 'El País' y Podemos

En el caso de Podemos, sin embargo, no parece casual que la polémica se haya producido en unos momentos especialmente delicados para el Partido Socialista, a las puertas de un congreso crucial.

Como tampoco lo es el hecho de que el periódico que da voz a Susana Díaz, y en que trabaja a tiempo parcial Pérez Rubalcaba, se haya puesto al frente de la manifestación. Sin duda, porque es la forma más directa de neutralizar a Pedro Sánchez, principal valedor de una alternativa PSOE-Podemos. Ni que decir tiene que hay razones para pensar que hay una relación causa-efecto. El Partido Socialista nunca debería gobernar con una formación como Podemos, que practica el acoso en las redes sociales. O, incluso, lo ejecuta en el vis a vis entre periodistas y la dirección de Podemos.

Foto: Patxi López y la líder del PSE, Idoia Mendia, el pasado 5 de marzo en el hotel Costa Vasca de San Sebastián. (EFE)

No es la primera vez que eso ocurre. En los ochenta y noventa, 'El País' era el brazo ideológico para acabar con el PCE e IU, sobre todo en tiempos en que Anguita pactaba con Aznar, y, efectivamente, el objetivo se cumplió. El PSOE creció sobre las cenizas de los antiguos comunistas, hoy renacidos a través de Podemos.

El partido del pequeño Robespierre, en todo caso, debería hacérselo mirar y entender que esa supremacía moral que parece esgrimir cuando el adversario político hace una crítica es, simplemente, un neototalitarismo. La democracia sin respeto no es nada. Es la jungla. Y por eso, más vale que sus dirigentes se metan en sus despachos a estudiar la realidad social o salgan a la calle sin cámaras ni micrófonos para palpar lo que ocurre en las casas, antes que continuar por el camino de la mediocridad política. El castellano tiene una expresión para definir lo que está pasando. Quien a hierro mata, a hierro muere.

Es evidente que el pedigrí democrático de muchos de los dirigentes de Podemos es manifiestamente mejorable. Su obsesión por controlar los medios de comunicación; su mínima capacidad de autocrítica por los errores cometidos; su oscuro pasado antes de nacer como fuerza parlamentaria plenamente instalada en el sistema institucional, o el uso abusivo de las redes sociales para atacar al adversario político reflejan las insuficiencias democráticas de una camarilla de dirigentes que de forma sistemática confunde el poder con la política.

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