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Calviño, contra el mundo: la soledad de la ministra de Economía

La influencia de Calviño sobre al área económica del Gobierno es muy limitada. Este martes participó en su primer desayuno político rodeada de viejos socialistas y casi nadie del Ibex

Foto: La ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE)
La ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE)

Era Eugenio d'Ors quien decía que en Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan. La ministra de Economía, que viene de Bruselas, es más madrugadora y, por lo tanto, menos vespertina. Tal vez por eso, con rapidez inusitada (lleva apenas 100 días en el cargo), se ha sumado a la moda de los desayunos políticos, que son la contribución española al parlamentarismo moderno. O das un desayuno o te la dan. La clase política, de hecho, dice con el cruasán en una mano y el café en la otra lo que no se escucha en la carrera de San Jerónimo.

No es el caso de Nadia Calviño, que ni en uno ni en otro foro saca los pies del tiesto. Probablemente porque el presidente Sánchez, cuando pensó en ella, lo único que pretendía era convertirla en el símbolo del rigor presupuestario mientras al mismo tiempo anunciaba, paradójicamente, que no se cumpliría el objetivo de déficit pactado por el anterior Gobierno con Bruselas. Como se ve, un ejercicio de coherencia fiscal digno de elogio.

Foto: La ministra de Hacienda, María Jesús Montero (i), y la ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE)

Calviño, que tiene todavía un pie en Bruselas y otro en Madrid, ha aceptado el órdago, y, desde entonces, ha construido en torno suyo un perfil político algo más que plano, pese a presidir la comisión delegada para Asuntos Económicos, lo que la convierte, al menos en teoría, en la 'vice' de la cosa económica. Hasta el punto de que ya ni siquiera los barandas del Ibex acuden a su presentación en sociedad.

Los 'florentinos' estuvieron ayer ausentes del Hotel Palace y no hubo besamanos ni reverencias fingidas en señal de acatamiento al poder de la norma, lo que es toda una novedad en este tipo de eventos. La ministra, al menos, les dirigió un mensaje hace unos días a través de una doble página en 'Expansión' para que no se preocuparan (subida de impuestos) diciéndoles que todo estaba bajo control. Una curiosa manera de defender su política económica.

Habrá quien piense que los mandamases del Ibex la ningunean, pero en realidad tiene que ver con la crisis. La imagen impúdica de los presidentes y CEO del Ibex rindiendo pleitesía al BOE corresponde a otro tiempo. Y acierta Calviño alejándose de tanto compadreo y, en su lugar, tirando de viejos camaradas ya en el dique seco: Solbes, Solchaga, Salgado, Almunia, Trinidad Jiménez y, por supuesto, su progenitor, José María Calviño, felicitado como si fuera el padre de la Pantoja.

placeholder Maria Jesús Montero (i), Meritxell Batet y Pedro Duque, durante el desayuno informativo. (EFE)
Maria Jesús Montero (i), Meritxell Batet y Pedro Duque, durante el desayuno informativo. (EFE)

Otra cosa es su alejamiento de la realidad económica, cada vez más evidente. Ayer, como antes fue Ceprede, fueron los expertos de Analistas Financieros Internacionales (AFI) y de la patronal CEOE quienes revisaron a la baja las estimaciones de crecimiento de la economía española para este año, y es probable que dentro de muy poco se sumen otros institutos de coyuntura.

En el caso de AFI, la revisión ha sido de tres décimas, hasta el 2,6%, mientras que los economistas de la CEOE estiman un avance del PIB del 2,7%, una décima menos que en la previsión anterior. Aunque lo más relevante es un revisión de tres décimas (hasta el 2,3%) para 2019.

El consenso de Funcas

Es muy probable que el consenso de Funcas —en el que participan 18 servicios de estudios— haga los propio en las próximas semanas, lo que dejaría a la ministra Calviño sola con sus previsiones. Sin duda porque reconocer que la economía crecerá menos de lo estimado inicialmente quitaría argumentos para defender en Bruselas que España reducirá el déficit estructural (el que no tiene en cuenta la posición cíclica de la economía), que es el que preocupa realmente a los técnicos de la Comisión, y no el nominal.

Foto: La ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE)

Sea como fuere, lo cierto es que la ministra Calviño parece ausente del debate político, y hasta de las negociaciones con Unidos Podemos. Probablemente porque lo que le interesa al partido de Pablo Iglesias es el Presupuesto y, en particular, las políticas de gasto, y ahí quien tiene mando en plaza es la ministra Montero, que se ha traído a casi todo su equipo de Andalucía, lo que hace que Economía no tenga apenas influencia sobre lo que hace Hacienda.

Tampoco la ministra Calviño tiene especial ascendencia sobre la escueta nómina de economistas que rodean al presidente Sánchez en La Moncloa, y que dirige Manuel de la Rocha. Entre otras cosas, porque ese equipo nació en Ferraz cuando Calviño reinaba en Bruselas en la dirección general de Presupuestos, lo que significa que ha estado ausente de los debates internos del partido. Su nombramiento, de hecho, se lo debe en buena medida a su mentor intelectual, el excomisario Joaquín Almunia, que ayer, precisamente, fue quien hizo de maestro de ceremonias.

El resultado es que la ministra de Economía tiene un campo de juego algo más que estrecho. Ni tiene una conexión directa con la gran empresa española, ni tiene influencia sobre la política fiscal, más allá de defender los números ante Bruselas, ni influye de forma determinante sobre el equipo económico de Moncloa. Como se aleje de la coyuntura defendiendo un cuadro macroeconómico que no es el suyo, que es el de De Guindos, es probable que se quede más sola que la una.

Era Eugenio d'Ors quien decía que en Madrid, a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan. La ministra de Economía, que viene de Bruselas, es más madrugadora y, por lo tanto, menos vespertina. Tal vez por eso, con rapidez inusitada (lleva apenas 100 días en el cargo), se ha sumado a la moda de los desayunos políticos, que son la contribución española al parlamentarismo moderno. O das un desayuno o te la dan. La clase política, de hecho, dice con el cruasán en una mano y el café en la otra lo que no se escucha en la carrera de San Jerónimo.

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