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La 'tradicional amistad' hispano-árabe: mucho palo y poca zanahoria
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Carlos Sánchez

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La 'tradicional amistad' hispano-árabe: mucho palo y poca zanahoria

La tradicional amistad hispano-árabe, uno de los latiguillos del franquismo, ha dado menos frutos de lo que se cree. El comercio, pese a la compra de petróleo, es irrelevante

Foto: El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman (c), a su llegada a la Base Aérea de Torrejón con motivo de su primera visita oficial a España en abril de 2018. (EFE)
El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman (c), a su llegada a la Base Aérea de Torrejón con motivo de su primera visita oficial a España en abril de 2018. (EFE)

Un viejo aforismo islámico recomienda buscar ayuda en la virtud, pero también en el temor. Y esa ha sido, precisamente, la receta diplomática que los saudíes han aplicado a España y a sus socios comerciales. Es decir, una versión moderna del viejo Maquiavelo, que ya advirtió de que quien instaura una dictadura y no mata a Bruto o a sus hijos, solo gobernará un corto tiempo.

La teocracia saudí lleva gobernando muchos años, y siempre con la misma estrategia: zanahoria en forma de petróleo a cambio de mirar para otro lado en derechos humanos. De lo contrario, mucho palo y pocos hidrocarburos. El general Franco, ya desde los tiempos de Martín-Artajo en Exteriores, entendió bien el mensaje, y, en plena autarquía —y por razones obvias—, puso en circulación la célebre 'tradicional amistad' hispano-árabe.

Entre otras cosas, porque el país —repudiado por la comunidad internacional— necesitaba apoyos para ingresar en Naciones Unidas, y los votos de los países árabes eran necesarios. De hecho, no es casualidad que el primer jefe de Estado que visitó a Franco en plena dictadura (año 1949) fuera el rey Abdalá I de Jordania.

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La expresión tuvo tanto éxito que, incluso tras la muerte del dictador, Adolfo Suárez tiró de esa misma diplomacia. Hasta el punto de que fueron los países árabes quienes en plena escalada del crudo de los años setenta (dos choques petrolíferos) suministraron buena parte del petróleo que necesitaba como el maná una España con pocas divisas y muchos problemas políticos internos. Eran los tiempos en que Suárez llegó a coquetar con la idea de incluir a España entre los países no alineados.

El vicepresidente Fuentes Quintana recordó en alguna ocasión en privado que Suárez era “muy milagrero” y cuando veía que flojeaba la balanza de pagos para pagar el petróleo, lo que hacía era enviar una misión diplomática a Riad y a los países vecinos. Probablemente, de ahí venga la 'tradicional amistad' del rey Juan Carlos —coronado ya como sucesor del dictador— con el mundo árabe, que siempre lo ha considerado 'uno de los nuestros'. Claudio Boada, en sus tiempos de presidente del Instituto Nacional de Hidrocarburos (origen de la actual Repsol), hubiera podido dar cuenta de sus continuos viajes a la zona en busca de petróleo barato bien amparado por el poder político.

Amigos y primos

Ser amigo del mundo árabe, sin embargo, no es lo mismo que ser primo. Ylo cierto es que los saudíes no han regalado nada. Hoy en día, la región es muy poco relevante para España en términos comerciales, lo que significa que la vieja amistad ha servido de muy poco, al menos económicamente. El año pasado, el volumen de exportaciones alcanzó los 2.267 millones de euros, lo que representa apenas el 0,8% del total; mientras que las importaciones, y pese a ser Arabia el primer productor de petróleo del mundo, superan ligeramente los 3.660 millones de euros, lo que supone un 1,2% del conjunto de compras que hace España al exterior. La construcción del AVE, al final, no ha sido tan rentable como se esperaba.

Es decir, el peso económico de los saudíes en el comercio exterior hispano es poco significativo. Otra cosa son operaciones puntuales como la compra de corbetas que ponen en serias dificultades a algunos astilleros con escasa carga de trabajo y que sobreviven gracias a un acuerdo de naturaleza política.

La situación de España es, por lo tanto, muy distinta a la de Alemania, cuyos intereses —empezando por la venta de armas— son muy superiores a los españoles. La canciller Merkel, sin embargo, ha tenido que claudicar porque ya en el acuerdo de gobierno que firmó en su día con los socialdemócratas se preveía cancelar la ventas de armas a los saudíes si eran empleadas en conflictos bélicos.

En aquel acuerdo, en concreto, se prometía no autorizar la venta de armas a los países "directamente involucrados en la guerra en Yemen". Más claro agua. Con una exención para aquellos envíos que permanecieran en el país original de destino, lógicamente, después de una minuciosa comprobación. El pacto, de hecho, conectaba con la posición común de la Unión Europea sobre exportaciones de armamento, que prohíbe la venta de armas a países "si existe un claro riesgo de que la tecnología o el equipo militar que se va a exportar pueda utilizarse para la represión interna".

Traspaso de poderes

El anterior Gobierno, y más en concreto la anterior ministra de Defensa, que algo debía saber de esto, decidió en su día mirar para otro lado, y en lugar de atender las exigencias internacionales sobre los derechos humanos decidió tirar por la calle de en medio y vender armas, con el resultado ya conocido. La actual ministra de Defensa, Margarita Robles, ya ha revelado en algunas ocasiones que el traspaso de poderes se hizo sin un papel por medio, lo que habla de la miseria de la política española.

La situación interna de Arabia Saudí, en todo caso, ayuda poco a resolver el conflicto. Los tiempos del rey Abdalá han pasado a mejor vida y hoy el reino se encuentra con dificultades económicas impensables hace poco tiempo. En buena medida, por la caída del precio del petróleo, pero también por el escaso retorno de muchas inversiones en un mundo en que se han desplomado las rentabilidades.

Foto: Una imagen muestra a Jamal Khashoggi abandonando su residencia para ir al consulado saudí en Estambul. (Reuters)

Hoy, la economía saudí acumula un déficit fiscal cercano al 10% del PIB (por encima del 16% el año pasado), mientras que la deuda pública (prácticamente inexistente no hace demasiado tiempo) ha escalado hasta el 19% del PIB. En los últimos años, incluso, ha llegado a generar déficit en su balanza por cuenta corriente, lo que es verdaderamente singular para el primer productor y exportador de crudo del mundo.

Y es que querer convertirse en gendarme de la región y disputárselo a Irán sale caro. Sobre todo, cuando se compra armamento que la opinión pública europea, siempre celosa de sus libertades y del valor cívico de la democracia, no quiere vender, aunque las bombas sean de precisión, como dijo no sin abundantes dosis de cinismo la ministra portavoz.

Un viejo aforismo islámico recomienda buscar ayuda en la virtud, pero también en el temor. Y esa ha sido, precisamente, la receta diplomática que los saudíes han aplicado a España y a sus socios comerciales. Es decir, una versión moderna del viejo Maquiavelo, que ya advirtió de que quien instaura una dictadura y no mata a Bruto o a sus hijos, solo gobernará un corto tiempo.

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