Mientras Tanto
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La basura chapotea en el capitalismo de amiguetes
El caso Villarejo/BBVA no es sino un episodio más del viejo capitalismo de amiguetes. Ese que consiste en reunir un tridente imbatible: poder político, económico y prensa
Si es verdad, como dice el proverbio, que la venganza es un plato que se sirve frío, es probable que en Neguri y aledaños el champán esté ya en el congelador para celebrar, casi dos décadas después, la caída en desgracia de Francisco González (FG). También Miguel Sebastián tiene motivos para descorchar la mejor botella de su bodega después de que FG —orden de Rato— lo echara del banco. Dicho y hecho.
Y es que, aunque el gallego ha abandonado los cargos ejecutivos en BBVA, el escándalo de las escuchas por parte de ese sujeto llamado Villarejo representa una de esas piruetas que, de vez en cuando, ofrece gratis la historia, y que obligan al verdugo a probar su misma medicina. Como si María Antonieta, ufana y presuntuosa, levantara tiempo después la cabeza del esbirro tras haber cruzado el patíbulo antes de llegar a la guillotina.
Y todo por culpa de un tal Villarejo, quien, muy al contrario que los viejos espías del KGB, que sostenían que su memoria no les pertenecía a ellos, sino al Estado —de ahí su proverbial silencio sobre los asuntos más turbios—, está dispuesto a morir matando. Su última víctima es FG, pero habrá más. Sin duda, porque el sistema político-financiero —eso que se ha llamado capitalismo de amiguetes— ha generado tanta basura que hoy las olas solo tienen que arrastrarla suavemente hacia la orilla al ritmo que marca la actualidad. Y la basura, como se sabe, no conoce de territorios: está en todos los sitios, y tarde o temprano hace acto de presencia.
Si la 'desvasquización' del banco impulsada por Aznar y Rato para completar su corte económica necesitó airear las cuentas de Jersey, el posterior asalto al BBVA por parte del primer Gobierno Zapatero, bajo los auspicios de ese aprendiz de brujo que es Miguel Sebastián, precisó de un informe sobre la venta de la sociedad de valores de FG a Merrill Lynch. Ambas operaciones, sin embargo, son herederas de una misma estrategia, y forman parte por igual de un sistema ciertamente podrido que ha generado toneladas de porquería y mugre, y que durante años ha atufado todo lo que se le ponía por delante, como han contado en este periódico José María Olmo y Agustín Marco.
Aristocracia económica
Para que eso fuera posible, hacían falta al menos tres ingredientes: una prensa fiel (siempre cercana al poder) capaz de orientar los vientos hacia las posiciones de Moncloa y los banqueros en ese momento de cabecera; una mediocre arquitectura institucional (léase CNMV o Banco de España) dispuesta a hacer de felpudo del baranda de turno y, por último, una aristocracia económica envalentonada —ahora se llama sin complejos— que ha construido su patrimonio en torno a concesiones y adjudicaciones públicas a cambio de donativos y francachelas para el partido.
Estos tres ingredientes son los que explican que en marzo de 2006, cuando ya las aguas se habían calmado, el propio Luis del Rivero* reconociera que teniendo casi todo a su favor —mucho dinero levantado ladrillo a ladrillo, el visto bueno de Moncloa y la aquiescencia del Santander, el gran rival del banco vasco— el asalto al BBVA fracasara por dos motivos: la influencia mediática del banco a través de la publicidad ("nosotros no habíamos calibrado ese efecto") y la posición "falsamente equidistante" del Banco de España; en concreto por parte de su gobernador, Jaime Caruana, un técnico nombrado por Rato a instancias de Pizarro con nulo interés en que el PSOE de Zapatero reforzara su poder controlando directamente el segundo banco del país, y que decía, cínicamente, que la guerra no iba con él porque los asaltantes controlaban el 3,1% y no el 5%. Pelillos a la mar.
Hasta el propio Solbes se puso de perfil. Como si fuera intrascendente para la competencia bancaria que Abelló, consejero del Santander y con información confidencial sobre el sistema financiero, estuviera metido en la operación hasta las cachas de la mano de Demetrio Canceller y Ampuero (representante de las viejas familias de Neguri), como Matías Cortés, el abogado de cabecera de un Polanco por entonces henchido de poder.
Un banquero de cabecera
Nada nuevo bajo el sol. Es lo mismo que hacía Romualdo García Ambrosio cuando los Albertos, al asalto del Central, querían liquidar al viejo Escámez sacando informes que presuntamente afloraban todo tipo de irregularidades. Al fin y a la postre, debió pensar Zapatero después de aterrizar por sorpresa en la Moncloa, si Aznar tenía su banquero de cabecera, Francisco González, él también lo tendría en Botín, como reflejó aquella célebre reunión de Boadilla que culminó con el indulto a Alfredo Sáenz, como bien sabe la exvicepresidenta Fernández de la Vega, convenientemente agasajada por el banquero cántabro a través de su fundación.
No es casualidad, por eso, que esa fuera la estrategia seguida para 'desvasquizar' el banco: había que echar como fuera a Emilio Ybarra y nada mejor que aflorar trapos sucios fuera de balance que desconocían hasta los propios interesados, como puso negro sobre blanco el ingeniero Juan Entrecanales en la agria carta de renuncia que le envió a FG como consejero en abril de 2002: "Quiero dejar bien claro", aclaraba el viejo patrón de Acciona, "que tanto como miembro del Consejo y de la Comisión de Control [del BBVA], nadie me informó de la existencia de los fondos que no estaban reflejados en la contabilidad del banco que se incorporaron a las cuentas en el año 2000 como beneficios extraordinarios".
Al fin y a la postre, debió pensar Zapatero, si Aznar tenía su banquero de cabecera, Francisco González, él también lo tendría en Botín
Era lo de menos. Aquellos informes llegados a la prensa amiga para desestabilizar eran una munición imbatible. Como antes lo fueron fotografías íntimas de Marta Chávarri guardadas en el cajón de un editor de prensa durante años a la espera de alguna aventura financiera de Alberto Cortina o dosieres hechos 'ad hoc' para destruir vidas y virtudes -que se lo digan al propio Sebastián, víctima de auténticos delincuentes- elaborados en comandita con las cloacas del Estado, siempre listas para servir a tirios y troyanos a cambio de una generosa retribución. Repugnancia en estado puro.
Una medicina que el propio FG ha sufrido con aquel misterioso dosier entregado a la CNMV por un periodista que hoy va de campeón de la democracia, pero que por entonces formaba parte del engranaje de Prisa. La denuncia original se presentó ante la CNMV en julio de 1996, con FG recién llegado a Argentaria, pero hubo que esperar hasta 2005, ya en plena operación de asalto al BBVA, para que el regulador tomara cartas en el asunto. Raro, raro. Y es que la venganza se sirve fría.
La utilización de dosieres e informes, de hecho, se ha convertido en parte indeleble de nuestra democracia, lo que explica su proliferación por parte del poder en firme alianza con medios de comunicación cercanos en los que casi siempre hay un abogado que hoy no quiere decir nada y que ha hecho suya la vieja máxima de los espías del KGB: mi memoria pertenece al Estado.
*'Los nuevos amos de España'. Carlos Sánchez. La Esfera de los Libros. 2007.
Si es verdad, como dice el proverbio, que la venganza es un plato que se sirve frío, es probable que en Neguri y aledaños el champán esté ya en el congelador para celebrar, casi dos décadas después, la caída en desgracia de Francisco González (FG). También Miguel Sebastián tiene motivos para descorchar la mejor botella de su bodega después de que FG —orden de Rato— lo echara del banco. Dicho y hecho.