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Carmena, las élites y la podredumbre de la política
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Carlos Sánchez

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Carmena, las élites y la podredumbre de la política

La crisis de Podemos no es más que la última manifestación de un problema más de fondo: la oligarquización de los partidos y el creciente poder de las élites.

Foto: La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y el diputado de Podemos, Íñigo Errejón, el pasado mayo. (EFE)
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, y el diputado de Podemos, Íñigo Errejón, el pasado mayo. (EFE)

Aunque puedan parecer procesos políticos muy diferentes, y lo son, hay algo que une al Brexit y a la crisis de Podemos tras la fuga de Errejón con nocturnidad y alevosía: el papel de las élites. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, como se sabe, tuvo su origen en un referéndum que ya Tony Blair -presionado por el ala más euroescéptico del laborismo- se comprometió a celebrar, aunque nunca lo hizo.

El resultado de aquel 23-J convocado por un Cameron envalentonado por el éxito del referéndum en Escocia, fue una gran sorpresa, pero más aún lo ha sido la gestión del resultado. Las élites políticas británicas (May y Corbyn) son hoy incapaces de dar respuesta al resultado del referéndum. Tampoco las comunitarias, atrapadas por un evidente problema de liderazgo. Merkel es hoy un ‘pato cojo’ y el efecto Macron se ha diluido en poco menos de dos años. Italia es una calamidad política y España continúa teniendo un rol secundario en Europa.

Hay pocas dudas de que, en los años 80 y 90, con líderes de la talla de Kohl, Mitterand, Thatcher, incluso González o Andreotti, el desenlace del Brexit hubiera sido encauzado con un pacto político que hoy Macron, Merkel y la propia May son incapaces de ofrecer, lo que explica que hagan descansar en Barnier el desenlace del Brexit. Probablemente, porque la fragmentación de la política (ocaso de los sistemas bipartidistas) y el resurgir de los nacionalismos hacen imposible los grandes acuerdos.

Es impensable que en unos momentos como los actuales se pudieran firmar el Acta Única Europea o la unión monetaria, que sólo fueron posibles por la altura política de las élites, hoy superadas por sus propios errores en la gestión política de la globalización y de la Gran Recesión, lo que unido a la aparición de las redes sociales han convertido la actividad política en un gran carnaval.

Son las élites las que han llevado a Podemos a una crisis que puede llegar a ser terminal. Precisamente, el partido que más ha teorizado sobre el papel de las oligarquías en los partidos

Las élites populistas, como Farage o Boris Johnson son capaces de irrumpir en la agenda política, pero su insolvencia es absoluta a la hora de ofrecer soluciones.

Son también las élites las que han llevado a Podemos a una crisis que puede llegar a ser terminal. Paradójicamente, el partido-movimiento que más ha teorizado sobre el papel de las oligarquías internas en los partidos, siguiendo a Mosca, Pareto o Michels, ve ahora como sus coroneles se pelean por el poder al margen de las bases.

Una batalla cruenta –“de algo tiene que vivir Íñigo”, ha dicho Echenique– que tiene su manifestación más evidente en ese abrazo simbólico que se han dado la alcaldesa Carmena y Errejón, que han convertido su candidatura en una alianza de la aristocracia de la política.

Poder oligárquico

Un pacto de los “los de arriba”, utilizando una de las expresiones favoritas de Errejón, que ha cogido por sorpresa “a los de abajo”, y que hace bueno aquello que decía Michels: “Toda organización partidaria representa un poder oligárquico fundado sobre una base democrática”. Alguien que ha sido elegido en las primarias de su partido, acaba yéndose a una plataforma que orgánicamente no tiene nada que ver con Podemos y pretende quedarse con el acta de diputado y con los votos de sus inscritos.

La propia Carmena llegó a ser candidata no porque ganara unas primarias en franca competencia con otros inscritos de Podemos, sino porque Iglesias apostó por la exjuez, quien a medida que ha comprobado la creciente debilidad de Podemos ha querido hacerse más fuerte, construyendo en torno a ella una imagen de política independiente y autónoma, como si ella hubiera sido elegida alcaldesa al margen de Podemos y por méritos propios.

Una especie de autoentronización por la puerta de atrás, con dosis de indudable vanidad y engreimiento, que tiene mucho de bonapartista, que es justamente lo contrario a los valores iniciales de Podemos mamados del 15-M. La alcaldesa, para ello, se ha rodeado de un pequeño grupo de concejales a quienes une sólo el poder, y que irremediablemente se diluirá si la formación morada no repite en la alcaldía. Puro oportunismo político que olvida por qué y por quién fueron elegidos.

Como ha dicho el exsindicalista Hector Maravall, que fue en la candidatura de Errejón en Vistalegre II, el abrazo de Cibeles ha tenido “todos los visos de maniobra al viejo estilo”. Es decir, una “negociación a puerta cerrada” que ha culminado con la “presentación sorpresiva de una propuesta que tan solo con una hora de anticipación conoció el secretario general de Podemos. Eso es un trágala y no una propuesta de renovación e integración”. Hay poco que añadir.

Expectativas electorales

El bonapartismo, como se sabe, apela de forma recurrente al pueblo, a las bases, pero luego quienes toman las decisiones son las élites con una enorme capacidad de manipulación. Y eso es, justamente, lo que hace Errejón con su golpe palaciego, que hubiera tenido total legitimidad si además de dejar el acta de diputado, como hizo Enrique Curiel cuando se enfrentó a Gerardo Iglesias, lo hubiera planteado como una estrategia política alternativa a Iglesias -sin duda necesaria- y no como un mero movimiento táctico-electoral de la aristocracia del partido para salvar los muebles antes las expectativas electorales de su partido.

La influencia de las élites políticas no es, desde luego, ninguna novedad. La historia de España es la historia de las oligarquías políticas, eso que Joaquín Costa llamaba caciquismo. Minorías muy influyentes y escasamente inclusivas que defendían sus propios intereses y no los de carácter general, lo que explica en buena medida el atraso histórico del país.

Errejón y Carmena, en este sentido, representan hoy esa vieja forma de hacer política, y que ya Michels hace más de un siglo describió en su conocida ley de hierro de las oligarquías. Los líderes tienden a independizarse de sus propias organizaciones, lo cual degenera en nuevas aristocracias políticas que tienden a alejarse de la democracia interna en los partidos. Un problema que, desde luego, no es patrimonio de Podemos.

Errejón y Carmena representan esa vieja forma de hacer política, y que ya Michels, hace un siglo, describió en su ley de hierro de las oligarquías. Los líderes tienden a independizarse de sus partidos

La alcaldesa Carmena ha hecho suya esa interpretación de la vida política interna de los partidos, y en algo coincide con Pablo Iglesias: el carácter personalista que quiere imprimir a su cargo.

Sería legítimo si se hubiera presentado con sus propias siglas, pero nunca lo hará porque sabe que su reelección depende de capitalizar los votos de Podemos, cuyo líder se enfrenta a un terrible dilema: si pierde Carmena, se lleva por delante a la actual dirección de la formación morada, y si gana, tendrá que asumir que la alcaldía ha dejado de estar bajo su control político directo con escasa capacidad de influencia. Es por eso por lo que Iglesias no tiene más remedio que apoyar a Carmena, aunque sea tapándose la nariz. Al final van a tener razón quienes dicen que no pueden luchar contra las elites quienes forman parte de ella.

Aunque puedan parecer procesos políticos muy diferentes, y lo son, hay algo que une al Brexit y a la crisis de Podemos tras la fuga de Errejón con nocturnidad y alevosía: el papel de las élites. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, como se sabe, tuvo su origen en un referéndum que ya Tony Blair -presionado por el ala más euroescéptico del laborismo- se comprometió a celebrar, aunque nunca lo hizo.

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