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Pérez-Llorca, o cómo hacer política sin ser sectario
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Pérez-Llorca, o cómo hacer política sin ser sectario

La muerte de Pérez-Llorca entierra también una forma de hacer política sin sectarismos. Pensando, sobre todo, en el bien común. Se rodeó de los mejores juristas del país

Foto: José Pedro Pérez-Llorca, uno de los siete padres de la Constitución. (EFE)
José Pedro Pérez-Llorca, uno de los siete padres de la Constitución. (EFE)

Hace unos meses, con ocasión del 40 aniversario de la Constitución, un letrado de las Cortes que lo conocía bien (formó parte del equipo que redactó la Carta Magna), definió a José Pedro Pérez-Llorca, fallecido este miércoles, de la siguiente manera. “Era el hombre tranquilo que veía a largo plazo. No era un hombre muy simpático, más bien serio, pero fue el gran moderador gracias a que tenía una visión muy lejana del cortoplacismo. Realmente, él era quien estaba más en contacto con el Gobierno. Su interlocutor era Fernando Abril”.

En estas pocas palabras se resume la vida política de Pérez-Llorca, que nunca, al contrario que Miguel Herrero o Peces-Barba, capitalizó de forma un tanto pretenciosa el hecho de haber sido uno de los padres de la Constitución. Sin embargo, de los tres ponentes de UCD en la Constitución, él fue quien llevó la voz cantante. Nada se hacía sin su opinión porque tenía hilo directo con la Moncloa. Pero no para mandar, sino para sacar un texto aceptado por todos.

Muere Pérez-Llorca, uno de los siete padres de la Constitución española

Y es que, muy al contrario, la discreción fue su razón de ser después de que la catástrofe parlamentaria de UCD en las elecciones de 1982 lo llevara a abandonar su fugaz paso por la primera línea de la política —apenas cinco años frenéticos— para refugiarse en su despacho de abogados. Desde luego, para construir una imagen muy alejada de ese ‘zorro plateado’ que le quiso imponer la oposición como un listillo de la política. Como un espabilado que nada tenía detrás, cuando era letrado de las Cortes y diplomático.

Pero a Peréz-Llorca —un tipo difícil y hasta seco, en opinión de muchos, pese a su origen gaditano— le ha pasado lo que les sucede a los buenos ministros de obras públicas, que ha dejado una obra imponente —incluido su despacho de abogados— sin que él haya tenido la necesidad un tanto egocéntrica de cortar la cinta de inauguración. Y que hoy puede verse reflejada en ese edificio de civilización que es el Tribunal Constitucional.

Porque fue Pérez-Llorca, junto a ilustres como Paco Rubio Llorente (compañero de promoción del cuerpo de letrados de las Cortes), García de Enterría, Ortega Díaz-Ambrona, Sebastián Martín-Retortillo o Jerónimo Arozamena, quien construyó sus cimientos intelectuales. No sin polémica.

Foto: Reunión de la ponencia constitucional en el parador de Gredos. De i a d: Fraga, Roca, Solé Tura (tapado), los letrados Serrano Alberca y Rubio Llorente, Herrero de Miñón, Cisneros y Peces-Barba. (Archivo Serrano Alberca)

El primer presidente del TC iba a ser el jurista Aurelio Menéndez, toda vez que era él el elegido por Suárez y el propio Pérez-Llorca, pero al final un golpe palaciego —hubo una oposición firme de los socialistas, porque entendían que el presidente del TC no podía estar 'apadrinado' por Moncloa— acabó confiando la presidencia a Manuel García-Pelayo, republicano, militar de Estado Mayor muy cercano a unidades comunistas durante la guerra, exiliado muchos años en Venezuela y enorme constitucionalista, lo que da idea de la ausencia de sectarismo ideológico con que en la Transición se hacían determinados nombramientos.

Sin duda, por lo que el propio Pérez-Llorca sostuvo en la tribuna del Congreso pocos meses antes de que se aprobara la Constitución: "La historia de España está llena de viejas violencias y de viejos agravios, y si algún sentido tiene la intención constitucional de nuestro grupo es el de enterrarlos para siempre".

La 'fast política'

Su hombre de confianza en la ponencia constitucional fue, precisamente, Paco Rubio, a quien nombró posteriormente, en su calidad de ministro de la Presidencia, director del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (CEPC), uno de esos departamentos de la Administración que hoy están silenciados por la ‘fast política’, que consiste en despreciar la reflexión y el conocimiento.

Pero lo cierto es que el CEPC, en su día, fue el que planteó el desarrollo inicial de la Constitución en un país poco acostumbrado a respetar las normas supremas de convivencia y familiarizado como pocos con el cultivo del sectarismo. El propio Paco Rubio venía de la UGT (como Peces-Barba, quien le recriminó que aceptara un cargo del Gobierno de UCD), lo que da idea de lo poco que algunos miraban los CV en tiempos en que había una urgente necesidad de construir un Estado de derecho al que Pérez-Llorca contribuyó de forma decisiva.

El propio Rubio recordó tiempo después que ese clima de entendimiento se reflejó con contundencia en una cena celebrada, precisamente, en casa de los Pérez-Llorca, a la que acudieron Peces-Barba y Eduardo García de Enterría, como invitado principal. Peces-Barba y Pérez-Llorca (PSOE y UCD) le dijeron al catedrático: "Eduardo, si tú aceptas ir al Tribunal Constitucional, tú dices los otros 11 nombres". Igual que ahora.

Hace unos meses, con ocasión del 40 aniversario de la Constitución, un letrado de las Cortes que lo conocía bien (formó parte del equipo que redactó la Carta Magna), definió a José Pedro Pérez-Llorca, fallecido este miércoles, de la siguiente manera. “Era el hombre tranquilo que veía a largo plazo. No era un hombre muy simpático, más bien serio, pero fue el gran moderador gracias a que tenía una visión muy lejana del cortoplacismo. Realmente, él era quien estaba más en contacto con el Gobierno. Su interlocutor era Fernando Abril”.

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