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¿Recesión a la vista? Entre el catastrofismo y la irresponsabilidad
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Carlos Sánchez

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¿Recesión a la vista? Entre el catastrofismo y la irresponsabilidad

La política parece ajena al deterioro de la economía. Todos contra todos. Es como una reedición de la maldición del 'España va bien'. Todos los indicadores dicen lo contrario

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En 'El cuarto poder', una exquisita película de 1952 dirigida por Richard Brooks, y en la que Bogart hace un papel memorable, el veterano director del 'New York Day' le pregunta al joven periodista que busca un empleo: "¿Eres un periodista o un reportero?". El novato se queda algo sorprendido con la pregunta, y su respuesta, como es lógico, es la primera que se le ocurre: "¿Cuál es la diferencia?", le contesta balbuceando. El director, con algo de superioridad intelectual, y casi perdonándole la vida, le espeta: "En que un periodista se convierte en un héroe de su relato y un reportero es solo el testigo".

Es probable que, a la política española, cargada de retórica hueca y de un comportamiento ciertamente pendenciero, le esté sucediendo algo de lo mismo. Todo el mundo es testigo de lo que pasa, y, de hecho, la política es hoy un 'reality' en carne viva en el que los protagonistas, Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, Abascal…, desfilan por el viejo tubo de rayos catódicos como si fueran figurantes que sueltan de forma rutinaria la misma perorata, pero ninguno es capaz de comportarse como un héroe de su propio relato, que implica arrojo, decisión y, sobre todo, propuestas más allá de lugares comunes que solo prologan el desconcierto general.

La EPA refleja un deterioro de la actividad económica mucho más pronunciado de lo previsible vinculado a factores estructurales

Sin duda, a causa del tacticismo que hoy arrasa en el sistema político: cuatro elecciones generales en cuatro años. Aunque también por el fácil recurso al populismo y al uso de mera hojarasca ideológica que pretende introducir una carga emocional en el discurso público incompatible con la política. Pero, sobre todo, porque decir las verdades del barquero cuesta votos a corto plazo y nadie quiere ser Caronte, que, como se sabe, siempre aguarda su oportunidad.

Pero la laguna Estigia existe, y hoy acecha de una manera nítida, transparente, como acaba de reflejar la Encuesta de Población Activa (EPA), que muestra señales inequívocas de un cambio de tendencia en la economía española impensable hace pocos trimestres. Y que en el fondo lo que refleja es un deterioro de la actividad económica mucho más pronunciado de lo previsible vinculado a factores estructurales como los escasos avances en productividad, el envejecimiento o la globalización. Pero también a causas coyunturales como el Brexit o la guerra comercial.

Estancamiento secular

No es, obviamente, un problema solo de España, sino que también golpea con fuerza al contexto exterior más cercano. De hecho, la encuesta que hace periódicamente el BCE a expertos en previsión y coyuntura, y que se acaba de publicar, no deja muchas dudas sobre la dimensión del estancamiento (se verá si es secular). Las expectativas de crecimiento del PIB real de la zona del euro (hacia donde se dirigen más de la mitad de las exportaciones españolas de bienes y servicios) sitúan el avance en 2019, 2020 y 2021 en apenas el 1,1%, el 1% y el 1,3%, respectivamente, lo que representa una revisión a la baja con respecto a la encuesta anterior, y que es especialmente intensa para 2020.

En el caso español, lo singular es que no se trata de una caída en picado, como en la Gran Recesión, cuando el PIB intertrimestral pasó de crecer un 0,8% en el tercer trimestre de 2007 a un -0,2% solo un año después, sino que es un deterioro continuado, suave y sostenido en el tiempo, perfectamente observable y casi predecible, lo cual facilita la adopción de medidas anticíclicas, útiles para enderezar la situación o, al menos, aminorar sus efectos más negativos. ¿Alguien conoce alguna?

Las primeras víctimas del deterioro económico son los 'olvidados' de la recuperación. Los sectores más dependientes de los servicios públicos

Lo terrible es que esos efectos, como se sabe, castigan en primer lugar a los sectores más vulnerables de la sociedad. Es decir, a quienes tienen salarios más bajos, a los trabajadores con menor cualificación, a los hogares empobrecidos que todavía no se han recuperado de la última doble recesión o a los jóvenes sin experiencia laboral que van a tener más dificultades para encontrar su primer empleo. Ellos son la vanguardia de la crisis, los que están en primera línea de fuego.

Precisamente, los colectivos que están sufriendo más en primera persona el ensanchamiento de la desigualdad, que, como acaban de poner de relieve los profesores Calonge Ramírez y Manresa Sánchez en Funcas, no solo está creciendo por los elevados niveles de desempleo, sino que también por la discriminación salarial y por el aumento en el número de jubilados, cuya renta no es de mercado, sino que forma parte del gasto social público, y que, como se sabe, está especialmente protegido por la Administración por el enorme peso en el censo electoral. Aunque también por razones de justicia social.

Rentas de mercado

Muy por el contrario, España es el país de la OCDE donde la desigualdad de las rentas de mercado (las que no dependen del presupuesto público, sino de la actividad privada) creció más durante la crisis, seguido de Grecia, lo que da idea de la naturaleza y de la dimensión del problema.

En definitiva, los primeros que sufrirán el deterioro de la economía serán los 'olvidados' de la recuperación. Justamente, aquellos colectivos más dependientes de servicios públicos esenciales, que tienen un comportamiento fuertemente redistributivo y contribuyen de forma muy relevante a elevar el nivel de vida de los hogares con rentas muy bajas. Por ejemplo, los servicios de educación y sanidad representaron en 2007 el 51,2% de la renta antes de impuestos en los hogares más pobres, mientras que en 2015 ese porcentaje ya era del 59,2%, lo que significa que las rentas bajas son cada vez más dependientes de la acción protectora del Estado.

El escenario político parece haber sido diseñado por el enemigo. Es muy probable que este país eche de menos los resultados del 28-A

¿Alguien cree que hay hoy en España un debate serio, riguroso y sereno, sobre esto? O sobre la política de vivienda; o sobre la transformación del sistema educativo en medio de la cuarta revolución industrial; o sobre la eficiencia del gasto público más allá de algunas evaluaciones de la AIReF que acabarán en el cubo de la basura.

Se equivocó Sánchez cuando amagó un acuerdo de Gobierno con Unidas Podemos que, en realidad, nunca quiso. Esperando la resurrección de octubre (sentencia del ‘procés’ y exhumación del dictador) en busca de una mayoría suficiente. Y erró Rivera ignorando que la estrategia del presidente en funciones (dar alas a Vox) iba en realidad contra Ciudadanos, que ha acabado por caer en su propia trampa. Rivera creía que seguir avivando la idea de España le permitiría capitalizar los agravios procedentes de Cataluña, pero el que ha recogido los frutos ha sido Abascal sin hacer nada. A 'españolista', en el sentido más rancio del término, no le gana nadie.

Los beneficiados

A Casado, por su parte, le han dado el trabajo hecho, mientras que Iglesias ha conseguido que lo que le hubiera causado más daño, recordarle en campaña que no hizo posible la investidura de Sánchez, esté ausente del debate electoral. El partido de Errejón es un fenómeno muy madrileño y difícilmente podrá progresar en el resto de España.

Vuelve la maldición del 'España va bien' como una de las causas de la inacción de un sistema político acostumbrado a echar las culpas al exterior

En definitiva, un escenario político que parece haber sido diseñado por el enemigo. Hasta el extremo de que es muy probable que este país eche de menos los resultados del 28-A, ya que la única suma posible tras el 10-N sería PSOE-PP. Lo que cambia, en realidad, es el deterioro continuado de la actividad económica.

Esta incapacidad del sistema político para entender el contexto económico y vincularlo al calendario político, no es nueva. Ya el economista indio Raghuram G. Rajan, autor de uno de los libros capitales sobre la Gran Recesión, advirtió que antes de la crisis cada agente económico hacía lo que creía más sensato de acuerdo con sus incentivos. Pese a la creciente evidencia de que la situación se estaba torciendo, sostenía Rajan, "todos nos aferramos a la esperanza de que las cosas iban a salir bien, puesto que nuestros intereses dependían de ese resultado. Sin embargo, colectivamente, nuestras acciones llevaron a la economía mundial al borde del desastre, lo cual volverá a repetirse a menos que seamos capaces de reconocer los errores y tomar las medidas necesarias para corregirlos".

En definitiva, vuelve la maldición del 'España va bien' como una de las causas de la inacción y hasta de la incuria de un sistema político acostumbrado a echar las culpas al exterior o al adversario político. Pero que es incapaz de ver lo que se le viene encima. Y que sigue discutiendo si son galgos o son podencos.

En 'El cuarto poder', una exquisita película de 1952 dirigida por Richard Brooks, y en la que Bogart hace un papel memorable, el veterano director del 'New York Day' le pregunta al joven periodista que busca un empleo: "¿Eres un periodista o un reportero?". El novato se queda algo sorprendido con la pregunta, y su respuesta, como es lógico, es la primera que se le ocurre: "¿Cuál es la diferencia?", le contesta balbuceando. El director, con algo de superioridad intelectual, y casi perdonándole la vida, le espeta: "En que un periodista se convierte en un héroe de su relato y un reportero es solo el testigo".

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