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Calviño gana; Montero pierde: lo que esconde la vicepresidencia
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Calviño gana; Montero pierde: lo que esconde la vicepresidencia

Detrás del anuncio de Sánchez de nombrar a Calviño vicepresidenta, si gobierna, hay algo más. Hay un giro evidente en la política económica. Quien pierde es la ministra de Hacienda

Foto: Las ministras en funciones de Economía, Nadia Calviño, y de Hacienda, María Jesús Montero, en un acto del BdE. (EFE)
Las ministras en funciones de Economía, Nadia Calviño, y de Hacienda, María Jesús Montero, en un acto del BdE. (EFE)

Sostenía hace algunos años Pedro Solbes que todos los gobiernos son de coalición. En concreto, entre el ministro de Hacienda de turno y el resto de sus colegas de gabinete. Al fin y al cabo, decía con conocimiento de causa, todos y cada uno están obligados a pasar por el reclinatorio, al menos una vez al año, durante la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado en busca de más crédito. Un deber que, desde luego, los obliga a pactar. Eso hace que el titular de Hacienda sea una especie de ‘primus inter pares’, aunque formalmente todos tengan la misma jerarquía.

Claro está, salvo que haya un vicepresidente económico. Entonces, el ministro de Hacienda pierde su posición de privilegio. Y eso es lo que ocurriría si Sánchez es capaz de gobernar tras el 10-N. La ministra Montero, en todos los casos, pierde. Tanto si continúa como titular del ramo (Sánchez no aclaró si la ‘vicepresidenta Calviño’ se llevaría consigo el área de Hacienda) como si mantiene su singularidad. En ambos casos, María Jesús Montero perdería poder, mucho poder. Justamente el que ha acreditado en el último año y medio, en el que, literalmente, se ha comido a la ministra Calviño, aunque esta haya presidido la Comisión Delegada para Asuntos Económicos.

Foto: Pedro Sánchez, al abandonar el debate electoral en el Pabellón de Cristal de la Casa de Campo, este 4-N. (EFE)

Entre otras cosas, porque a la vicepresidenta Calvo, que es la otra gran perdedora, como ha explicado en este periódico Ignacio Varela, nunca le ha interesado la economía, como es de sobra conocido.

Montero fue quien negoció con Unidas Podemos los Presupuestos fallidos de 2019, y Montero fue quien discutió con Iglesias el también nonato programa de gobierno con UP. De hecho, es la cara más visible del equipo económico. Entre otras cosas, porque siempre será el recambio de Susana Díaz si llega la ocasión. Y eso, para Sánchez, es una bala en la recámara.

Mientras Montero ganaba peso en el Ejecutivo, Calviño estaba desaparecida en combate (ni siquiera conoce personalmente al responsable de economía de Podemos) gestionando un ministerio que, desposeído de la Hacienda pública, se queda en poco más que una secretaría de Estado, un error que identificó con acierto Felipe González en 1985, cuando tras las peleas de Guerra y Boyer en el Consejo de Ministros, que llevaron finalmente a la salida del segundo, dio mando en plaza a Carlos Solchaga en toda el área económica.

Renovadores y guerristas

Aunque el navarro nunca fue vicepresidente, el hecho de que se integraran ambas carteras era una clara señal de que Solchaga no era un ministro cualquiera. Narcís Serra, de hecho, que era el vicepresidente tras la defenestración de Guerra, nunca se entrometió en su área. Era el camino a seguir en plena batalla entre ‘renovadores’ y ‘guerristas’.

Sánchez anuncia una vicepresidencia económica con Calviño al frente

Ese mensaje lo entendió perfectamente Aznar cuando llegó al poder en 1996 y dio todo el poder a Rodrigo Rato, hasta que en la segunda legislatura, ya en proceso de alejamiento del expresidente de Bankia para realzar la figura de Rajoy, el elegido, volvió a resucitar el Ministerio de Hacienda nombrando a Cristóbal Montoro responsable de las cuentas públicas. Era una manera clara de decir que quien estaba apuntado en la libreta azul no era Rato sino el gallego.

Rodríguez Zapatero, durante sus casi ocho años en la Moncloa, mantuvo esa tradición, y fue Rajoy quien la rompió repartiendo el poder entre De Guindos y Montoro, cuyas discusiones todavía resuenan en la vieja Real Casa de la Aduana.

Pedro Sánchez, como se sabe, mantuvo ese esquema tan poco operativo, probablemente porque su corto mandato tras ganar la moción de censura solo tenía un objetivo: preparar nuevas elecciones generales, y para ello Montero, dicharachera y con un indisimulado toque populista propio del socialismo andaluz, era una perita en dulce. Como así ha sido. Todo lo contrario que Calviño, heredera de esa tecnocracia palaciega propia de quien ha pasado muchas horas en Bruselas haciendo papeles.

Viaje al centro

Con Montero como ministra de Hacienda, no había lugar para ajustes en el gasto público ni para girar a la derecha, justo lo contrario que con Calviño. No es que la ministra de Economía en funciones sea la Torquemada del gasto publico, sino que ahora lo que se quiere dar es una señal de que el próximo Gobierno, si lo preside Sánchez, estará abierto a negociar con Ciudadanos o, incluso, el PP. Además del mensaje de moderación que se envía a Bruselas.

Por lo tanto, en pleno viaje al centro político, nada de juntar meriendas con Unidas Podemos, que difícilmente podrá aceptar los ajustes pendientes, ya sea recortando el gasto y/o subiendo impuestos, en un contexto de clara ralentización de la actividad económica.

placeholder La ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño. (EFE)
La ministra de Economía en funciones, Nadia Calviño. (EFE)

Es decir, el ascenso de Calviño no sería una mera reclasificación administrativa en los órganos de gobierno, sino que va mucho más allá y tiene que ver con un cambio en la política económica. Y, en particular, en la política fiscal, que hasta el momento se ha movido de forma inercial, como lo demuestra el hecho de que los Presupuestos del Estado siguen siendo los de Montoro.

Más allá de esta circunstancia (el viaje hacia el centro político), la existencia de una vicepresidencia dota de coherencia a la política económica, como bien entendieron figuras tan distintas como González, Aznar o Zapatero. Incluso mirando un poco más atrás, hay pocas dudas de que pactos tan relevantes en la reciente historia económica de España como los de la Moncloa no hubieran salido adelante si Fuentes Quintana no hubiera sido vicepresidente, y eso que por entonces Fernández Ordóñez era ministro de Hacienda.

Sostenía hace algunos años Pedro Solbes que todos los gobiernos son de coalición. En concreto, entre el ministro de Hacienda de turno y el resto de sus colegas de gabinete. Al fin y al cabo, decía con conocimiento de causa, todos y cada uno están obligados a pasar por el reclinatorio, al menos una vez al año, durante la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado en busca de más crédito. Un deber que, desde luego, los obliga a pactar. Eso hace que el titular de Hacienda sea una especie de ‘primus inter pares’, aunque formalmente todos tengan la misma jerarquía.

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