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Madrid y Barcelona, la hora de la bicapitalidad

La fusión Bankia-CaixaBank va mucho más allá que una simple operación mercantil. Liquida una estrategia suicida consistente en convertir los depósitos en una bandera ideológica

Foto: Fotografía de multiexposición que muestra los logotipos de las entidades bancarias Bankia y CaixaBank. (EFE)
Fotografía de multiexposición que muestra los logotipos de las entidades bancarias Bankia y CaixaBank. (EFE)
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A lo largo del último trimestre de 1965, Julián Marías escribió una serie de artículos en 'El Noticiero Universal', de Barcelona, sobre lo que se ha venido en denominar la cuestión catalana.

Aquellos quince artículos dieron lugar a un libro*, no demasiado voluminoso, que Marías tituló 'Consideraciones de Cataluña', siguiendo la estela de Vicens Vives, quien unos años antes había publicado 'Noticia de Cataluña', donde desde el catalanismo se aferró a la idea de que Cataluña no se entendía sin España, y viceversa. Ahora bien, desde su propia singularidad.

Según el historiador gerundense, "el primer resorte de la psicología catalana no es la razón, como en los franceses; la metafísica, como en los alemanes; el empirismo, como en los ingleses; la inteligencia, como en los italianos, ni la mística, como en los castellanos. En Cataluña el móvil primario es la voluntad de ser".

El diálogo entre Barcelona y Madrid tiene que plantearse en la perspectiva justa, no como si se tratase de dos ciudades aisladas

Las tesis de Marías iban en la misma dirección, pero más pegado al terreno y sin disquisiciones filosóficas achacó a la división provincial de España, tras la célebre reforma territorial de Javier de Burgos, año 1833, algunos de los problemas históricos del país. Aquella división provincial, según el discípulo de Ortega, había abolido las capitales regionales, lo que "ha privado a España de órganos fundamentales para su vida".

Madrid, decía Marías, es la capital de España, pero nunca lo ha sido de Castilla, ni Castilla jamás lo ha sentido así. Por eso, sostenía el filósofo vallisoletano, "el diálogo entre Barcelona y Madrid, que debería ser intenso y constante, fraterno y competitivo, tiene que plantearse en la perspectiva justa; quiero decir, no como si se tratase de dos ciudades aisladas, ni como la representación de Cataluña y Castilla, sino que Barcelona tendría que asumir el peso de Cataluña entera y Madrid también, ya que su única justificación es la responsabilidad global de la empresa total española".

Mansos consumidores

Hay pocas dudas de que la fusión entre CaixaBank y Bankia va mucho más allá que una simple operación mercantil. De hecho, está en sintonía con ese ‘diálogo fraterno y competitivo’ entre Madrid y Barcelona que reclamaba Marías, y que la política rastrera ha dinamitado en innumerables ocasiones. Probablemente, porque el sistema político —se trata de un problema que atraviesa en general a todos los partidos— ve a los ciudadanos no en el sentido republicano del término, sino como simples electores o, en el peor de los casos, como mansos consumidores, lo que ha supuesto un enorme incentivo para polarizar a la opinión pública. Se polariza creando enemigos o falsas identidades en aras de construir un perfil propio. O ellos o nosotros.

Así es como se ha creado un falso antagonismo basado en una oposición primaria —Madrid vs. Barcelona; Barcelona vs. Madrid— alentado desde hace años por una parte de derecha madrileña instalada en el PP, en particular durante los tiempos de Esperanza Aguirre. Y cuya estrategia ha sido extremadamente útil para el independentismo desleal y patriotero, que ha visto, igualmente, en lo que llaman 'Madrid' con desprecio y enorme desdén el sentido de su existencia. Su razón de ser. Hasta el punto de que han necesitado identificar a España con Madrid ("Espanya ens roba"), como si fueran la misma cosa. Mientras que, en paralelo, una izquierda diletante, como el PSC o el propio Podemos cuando reclama el derecho a decidir, ha ido adaptando su estrategia en cada momento de forma oportunista.

Se ha creado un falso antagonismo basado en una oposición primaria por una parte de derecha madrileña instalada en el PP

La más que posible fusión va contra todo eso, y, es probable, como ha escrito Nacho Cardero en este periódico, que sea la puntilla al 'procés'. Es una realidad histórica que los procesos de unificación política, y el 'procés' no es más que un fenómeno disruptivo que se produce cada cierto periodo de tiempo, comienzan con la integración económica, que cuando se hace sin sectarismo y desde la cooperación arrincona los enfrentamientos inútiles. Europa, la vieja Europa, conoce mejor que ninguna otra región sus consecuencias.

No fue casualidad que la creación de una institución de carácter económico como fue la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) significara el primer paso para la integración europea en los primeros años 50 de la mano de Schuman y Monnet, franceses y vencedores en la guerra, o que el Tratado de Roma, que constituyó la Comunidad Económica Europea (CEE), se firmara en paralelo a la creación del Euratom con el fin de integrar los conocimientos mutuos sobre la energía atómica y su aplicación en la producción de energía. O que la Política Agrícola Común (PAC) haya hecho desde 1962 más por la integración europea que cualquier otra institución, con un último hito como ha sido la creación del euro, que hoy es la piedra de toque de la construcción europea. ¿Alguien se imagina qué hubiera pasado en Europa sin una moneda común, con devaluaciones competitivas, y en medio de una pandemia que alimenta el sálvese quien pueda? Fueron las instituciones económicas la avanzadilla de la construcción europea.

Salvapatrias

La más que posible fusión, por lo tanto, va mucho más allá que una simple concentración bancaria, aunque es obvio que se trata de un instrumento necesario, pero no suficiente, para reparar viejas heridas alimentadas por 'salvapatrias' de todo tipo y condición.

Es evidente que esa integración económica entre Madrid y Barcelona en aspectos clave como la inversión crediticia, la cultura empresarial de ambas entidades o, incluso, la integración de plantillas, sería incompleta si, al mismo tiempo, no se diseña una nueva arquitectura institucional que pasa por la modernización del pacto territorial de 1978.

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(Reuters)

No para satisfacer a Madrid o a Barcelona, sino para reequilibrar la presencia del Estado en todas las comunidades autónomas, y que hoy está claramente sesgada en beneficio de la capital de España, que capta la mayor parte de la inversión extranjera directa por mor de una capitalidad artificialmente sobredimensionada. Lo mismo que en el pasado los industriales catalanes se aprovecharon de su influencia política para proteger sus intereses, hay pocas dudas de que el reparto de los beneficios de la capitalidad ha sido desigual.

Galicia, Murcia, Aragón o la Comunidad Valenciana, en definitiva, todas las regiones, tienen el mismo derecho a beneficiarse de los réditos de la presencia de un Estado constitucionalmente descentralizado, pero que ha concentrado sus instituciones, sus empresas públicas y hasta su sistema político en Madrid, como si el resto del país estuviera subordinado a la capitalidad.

La cuestión social

Los orígenes del populismo y de la demagogia se encuentran, precisamente, en las disputas territoriales. Y el nacionalismo no es más que un fiel heredero de esa estrategia, lo que explica su hegemonía en algunas regiones exacerbando el victimismo. Ya sea intentando capitalizar los símbolos de todos o renegando de un pasado común que, como decía Vicens Vives, está ahí. Guste o no.

El hecho de que de forma recurrente se desvíe la atención hacia un problema territorial no es irrelevante. Es una forma de arrinconar los problemas de fondo, que no tienen nada que ver ni con las banderas ni con los símbolos, sino con la 'cuestión social', como decía Francesc Moragas, el fundador de lo que hoy es CaixaBank, quien en 1902 ya advertía* que "el malestar social que tan grandes proporciones va adquiriendo en España encuentra terreno perfectamente abonado en las corrompidas costumbres políticas que predominan". La propia Caja de Pensiones para la Vejez (la Caixa) es hija de la huelga general de 1902, retratada magistralmente por Ramón Casas en 'La carga', que refleja la brutalidad policial a la hora de reprimir a obreros en huelga, y que hizo remover la conciencia de la burguesía catalana.

Es por eso por lo que la fusión va mucho más allá que una operación mercantil, que también lo es. Supone la liquidación de un cierto frentismo territorial basado en el sistema financiero, y que tantos miles de millones de euros ha costado a los contribuyentes.

Cabe preguntarse lo que se hubiera ahorrado este país —en términos políticos y económicos— si en 2011 hubiera salido adelante, aquí lo cuenta con precisión el periodista Casimiro García-Abadillo, la fusión Caixa-Bankia, patrocinada por Fainé y negada en su día por Aguirre y Rato. En el primer caso, por una cuestión vinculada a una suerte de neonacionalismo ramplón madrileño, y en el segundo, por una cuestión de puro poder y de pérdida de privilegios.

El malestar social que se va adquiriendo en España encuentra terreno en las corrompidas costumbres políticas

Madrid, evidentemente, no fue la única que convirtió los depósitos en una trinchera ideológica. Muchos gobiernos autonómicos —tanto del PP como del PSOE— quisieron hacer patria utilizando de forma perniciosa los ahorros de los depositantes y así le ha ido este país, que aun paga la factura de aquel desastre. Nunca se recuperará lo perdido en Bankia, aunque es verdad que si el Estado no hubiera puesto ese dinero la catástrofe hubiera sido mayor. Y solo por eso parece razonable que el sector público se mantenga en el accionariado de la nueva entidad de forma permanente. Precisamente, para evitar veleidades territoriales.

Ese 'nacionalismo económico' no es nuevo. De hecho, el propio Cambó reconoció en alguna ocasión a Josep Pla que el "el señor Moragas i Barret [el fundador de la Caixa], con la creación de la Caja, ha formado la institución más importante de este país, quizás la más catalana". Ahí está el origen del mal.

*'Consideraciones de Cataluña'. Editorial Aymá. Barcelona 1966.

*'Francesc Moragas i Barret. El fundador de la Caixa'. Frances Cabana. Edit. Fundación "la Caixa".

*Josep Pla, 'Obra Completa'. Caps-i-puntes

A lo largo del último trimestre de 1965, Julián Marías escribió una serie de artículos en 'El Noticiero Universal', de Barcelona, sobre lo que se ha venido en denominar la cuestión catalana.

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