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Elecciones 23-J: la guerra incruenta de los 10 millones de votos
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Elecciones 23-J: la guerra incruenta de los 10 millones de votos

Gobernar en España exige dos cosas: alcanzar los 10 millones de votos y, en paralelo, tejer una política de alianzas. Los datos de las últimas elecciones mostraron que el país está partido en dos bloques hoy irreconciliables

Foto: Un colegio electoral de Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
Un colegio electoral de Bilbao. (EFE/Luis Tejido)
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Es bien conocido que en teoría de juegos un ejercicio de suma cero es aquel en el que uno de los jugadores equilibra sus pérdidas con ganancias, o viceversa. El resultado, como es obvio, es neutral. Aplicar esta teoría a la política es algo más que complejo. Entre otras razones, porque los flujos son más difíciles de interpretar, habida cuenta de que en la partida no hay un solo jugador, sino más de 36 millones, que son quienes componen el último censo electoral. En concreto, 36.585.840 electores, que son aquellos que tuvieron derecho a voto en las elecciones municipales del pasado domingo, incluyendo tanto los residentes en España como los residentes-ausentes que viven en el extranjero.

El ejercicio se complica aún más si se tiene en cuenta que el cuerpo electoral muta no solamente por razones de oportunidad (la política de pactos), sino también de forma cuantitativa. Es decir, el número cambia en función de cómo evolucione la población. En las pasadas elecciones municipales, por ejemplo, el número de nuevos electores (unos se dan de alta y otros de baja por fallecimiento) ha sido de 1.767.909 respecto de las elecciones locales de 2019, lo que distorsiona cualquier análisis si la comparación con procesos electorales anteriores se hace de forma mecánica. Los resultados que publica hoy este diario,

Las diferencias entre ambos censos, de hecho, pueden llegar a ser significativas en vista del aumento de la población que se ha producido en España desde noviembre de 2019. La población, en concreto, desde enero de 2020, que es la fecha más aproximada de las que ofrece Estadística, ha crecido en 878.643 personas. Como es lógico, no todas ellas tienen derecho de voto, pero a la luz de los datos previos (comparación entre el censo de 2019 y el de 2015), se puede decir que las elecciones del 23-J tendrá alrededor de 300.000-400.000 electores más (que no es lo mismo que votantes) que en las últimas generales.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la declaración institucional en la Moncloa. (EFE/Moncloa/Pool/Borja Puig de la Bellacasa)

Hay que tener en cuenta, además, que la participación en 2019 fue equivalente al 66,2%, porcentaje que se sitúa alrededor de seis puntos por debajo de la media histórica, lo que supone que cerca de uno de cada tres electores suele renunciar a su derecho a voto. Hace cuatro años, en concreto, se registraron 24.258.228 votos válidos, que son los que se tienen en cuenta a la hora de asignar los escaños.

Las dos Españas

No es menos relevante conocer que si se suman los dos bloques ideológicos —izquierda y derecha—, casi 21 millones de ciudadanos votan a una de las dos Españas, que decía Machado, aunque ya ninguna de ellas tenga aires tan trágicos. Hace cuatro años, en concreto, se depositaron 20.894.806 papeletas. Pero es todavía mucho más significativo conocer que esos votos se reparten prácticamente por igual, lo que refleja que el país está prácticamente partido en dos en términos ideológicos, ante la ausencia de partidos situados en lo que podría llamarse centro-centro, y que unas veces tienden a la izquierda y otras a la derecha. En la encuesta que publica hoy este periódico, sin embargo, se rompe ese equilibrio en favor del bloque de la derecha, ya que el PSOE perdería 3,4 puntos (bajaría hasta el 24,6%) y el PP ganaría 10,6 puntos, hasta alcanzar el 31,4%, respecto de hace cuatro años, un porcentaje similar al logrado en las municipales. Es decir, que se produciría un cierto trasvase.

El pasado lo que dice es muy claro. En noviembre de 2019, la izquierda, incluyendo PSOE, PSC, UP, En Comú Podem Guanyem, En Comú UP, Més Compromís y Más País, obtuvo, según los datos publicados en el BOE, 10.441.391 votos, lo que significa el 49,9% de los sufragios.

¿Qué ocurrió en el bloque de la derecha? Pues algo muy parecido. La suma del Partido Popular, PP Foro Asturias, Vox, Navarra Suma y Ciudadanos alcanzó los 10.453.415 votos. Por lo tanto, el 50,1% de los votos. Como se ve, una diferencia irrelevante.

Del recuento se ha excluido a las formaciones nacionalistas o regionalistas, cuya dinámica política es distinta en función del tiempo político. En algunos casos, porque su política de alianzas cambia a la luz de quién sea el inquilino de la Moncloa, como el PNV o Coalición Canaria. Pues bien, todas esas fuerzas sumaron en las últimas elecciones generales 2.642.014 votos, incluyendo en esta lista a ERC, Junts, PNV, EH Bildu, Bloque, PRC, CUP, Teruel Existe y Nueva Canarias.

La primera conclusión es la más obvia: el 97% de los votos —incluyendo derecha, izquierda y partidos de corte territorial— está representado en el Parlamento. La segunda es más ideológica: el 86,1% de los votantes respalda una opción de derechas o de izquierdas, cuya cuota de mercado, por utilizar un símil económico, se reparte al 50%.

Foto: Comité de Dirección en Génova tras el 28-M. (PP/David Mudarra)

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que los mercados, como se sabe, son por definición dinámicos, es decir, los votantes pueden esfumarse o crecer a medida que el consumidor prefiera una u otra mercancía. Pero en la política española no suele suceder eso. Hay evidencias de que el flujo de transferencias entre izquierda y derecha está bajo mínimos y, desde luego, es cada vez más pequeño respecto de otros momentos históricos. O lo que es lo mismo, quien vota a un bloque o a otro no suele cambiar de opinión. Algo que explica que los grandes partidos (PSOE y PP) tiendan a reforzar su posición ideológica para impedir fugas. Lo importante es retener al votante. Los trasvases electorales, por lo tanto, son internos, lo que hace que en realidad se parezca mucho a un juego de suma cero.

La llave de la gobernabilidad

¿Qué quiere decir esto? Pues ni más ni menos que el objetivo de uno y de otro bloque es alcanzar los 10 millones de votos, que es la cifra mágica con la que se puede gobernar en España siempre que, en paralelo, el partido más votado sea capaz de tejer alianzas con los partidos independentistas o regionalistas, que en realidad son quienes tienen la llave de la gobernabilidad. Obviamente, no ha ocurrido siempre esto. Los 10,1 millones de sufragios que logró Felipe González en 1982 representaron el 48% de los votos, pero los 11,3 millones que sacó Rodríguez Zapatero en 2008 (máximo histórico en términos absolutos) significaron el 44,3%.

La victoria más ajustada en la reciente historia electoral española fue la que obtuvo Aznar en 1996, cuando rozó los 10 millones de votos (9,71 millones), pero se dio la circunstancia de que también González se acercó mucho a esa cifra (9,42 millones). Lo que desequilibró finalmente la balanza fue, precisamente, sus pactos con nacionalistas vascos y catalanes.

Alcanzar los 10 millones de votos es una condición necesaria, pero no es suficiente, para ganar si no se pacta con los partidos territoriales

Esto quiere decir que alcanzar los 10 millones de votos es una condición necesaria, pero no suficiente, para ganar si no se pacta con los partidos territoriales, que en 2019 recibieron el 10,8% de los votos. El Partido Socialista lo logró hace cuatro años y eso explica que hoy pueda gobernar gracias a que mantiene una posición hegemónica en el seno de la izquierda (dobló en votos a UP y sus confluencias).

Foto: Yolanda Díaz. (EFE/Cati Cladera)

No fue el caso del PP en las últimas generales. El partido de Feijóo logró apenas el 20,9% de los votos a candidaturas, solo algo por encima del 15,2% que logró Vox, lo que le hizo perder muchos diputados. Entre otras razones, porque otro 6,9% se fue a Ciudadanos, lo que significa que entre tres fuerzas se repartieron los escaños, algo que penaliza la regla D'Hondt de asignación de diputados. No ocurrirá eso el 23-J. Ciudadanos ya ha anunciado que no se presentará a las elecciones y, de hecho, el PP ya se ha comido a buena parte de su electorado. Cs obtuvo en las últimas generales 1.650.318 votos que, presumiblemente, irán a parar en su mayoría (como ha sucedido en las municipales) al partido de Feijóo, que así podría alcanzar los 6.697.358 votos, aunque lógicamente dependerá de la participación.

Esta cifra, paradójicamente, es muy parecida a los 6.792.199 votos que logró el PSOE en las últimas elecciones generales, lo que le permitió gobernar pese a obtener apenas 120 diputados.

La importancia de ser segundo

Partiendo de esta realidad, el horizonte que se adivina es muy parecido a un escenario en el que los dos grandes partidos podrán beneficiarse de su alejamiento numérico (no ideológico) de las segundas fuerzas de cada uno de los bloques (Vox y lo que salga de la coalición UP/Sumar). Esto les permitirá mejorar sus resultados simplemente por razones de aplicación de la normativa electoral.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión
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Obviamente, el margen de mejora dependerá de dónde se produzca el diferencial. No hay que olvidar que en España se tienen en cuenta 52 circunscripciones electorales, lo que unido a la prima de diputados que reciben las provincias más pequeñas produce una enorme distorsión que se subestima si se hace una asignación mecánica de escaños.

En definitiva, para poder gobernar, y ante la ausencia de trasvases internos de voto, hay que llegar primero a los 10 millones de votos y luego negociar con los representantes de los 2,6 millones que están fuera del perímetro clásico izquierda-derecha.

Es bien conocido que en teoría de juegos un ejercicio de suma cero es aquel en el que uno de los jugadores equilibra sus pérdidas con ganancias, o viceversa. El resultado, como es obvio, es neutral. Aplicar esta teoría a la política es algo más que complejo. Entre otras razones, porque los flujos son más difíciles de interpretar, habida cuenta de que en la partida no hay un solo jugador, sino más de 36 millones, que son quienes componen el último censo electoral. En concreto, 36.585.840 electores, que son aquellos que tuvieron derecho a voto en las elecciones municipales del pasado domingo, incluyendo tanto los residentes en España como los residentes-ausentes que viven en el extranjero.

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